La violencia sexual digital
Olimpia Coral Melo: “Yo no soy Olimpia la del video, soy Olimpia la de la ley”. La activista mexicana que logró que su país aprobase una reforma para penalizar la difusión de contenido íntimo sin consentimiento está en Buenos Aires para apoyar una iniciativa similar presentada en la Cámara de Diputados. Le contó a Télam su historia y su lucha.
POR EVA MARABOTTO
La activista mexicana Olimpia Melo llegó a la Argentina para impulsar el proyecto de ley que lleva su nombre y que busca penalizar la violencia digital contra las mujeres. Fue presentado el lunes en la Cámara de Diputados, acompañado por más de 27 mil firmas y contó con el apoyo de la diputada del Frente de Todos Mónica Macha y la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta.
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Melo comenzó su lucha a los 18 años después de que se viralizase un video suyo teniendo sexo. En 2018 logró que el Congreso mexicano aprobase una ley que lleva su nombre y penaliza con hasta seis años a quien difunda contenido íntimo. En 2021 fue incluida por la revista Time entre las 100 personas más influyentes del mundo.
Sobre ese camino que recorrió y que la trajo a la Argentina conversó la activista con Télam, acompañada por integrantes del Grupo Ley Olimpia Argentina, que son víctimas de violencia sexual digital de Buenos Aires y las provincias de Santa Fe, Tucumán y Jujuy.
¿Cómo surgió la idea de venir a presentar el proyecto de ley a la Argentina?
“Ley Olimpia Argentina” se conformó hace un año por impulso de compañeras como Eliana Sotelo, Florencia Villegas, Camila Segli, Emilse Farfán y Florencia Zerde, que habían vivido esta violencia. Entonces descubrieron que nosotras ya habíamos sacado la ley Olimpia en México y nos contactaron, mientras hacían una petición en Change.org para que el Congreso trate una ley similar en la Argentina.
Lo denominamos proyecto pero en realidad es un conjunto de reformas…
Sí. También es un movimiento político y una causa. Lo que nosotras deseamos es que se tome conciencia sobre el uso, la venta y la explotación de nuestros cuerpos en Internet, algo que no está legislado ni penalizado en la mayoría de los países de América Latina. México fue el primero en hacerlo, y solo unos pocos de Europa lo hacen.
Hablamos de explotación sexual y, en la mayoría de los casos, quien la motoriza es alguien muy cercano a la víctima.
El victimario tiende a ser una ex pareja, la pareja actual o alguien con quien la víctima comparte una relación sentimental. Pero eso no significa que sea el único victimario.
Esa violencia tampoco está penalizada en la Argentina…
En la ley 26.485 de violencia contra la mujer no está tipificada la violencia contra la intimidad sexual que implica la difusión y producción no consentida y no autorizada de material íntimo sexual.
Su propia historia
¿Conocías algún caso de violencia sexual digital antes de convertirte en una víctima?
No. Tenía 18 años cuando grabé un vídeo sexual con mi pareja, un novio de entonces que me pidió hacer “sexting”, un acrónimo entre sexo y texto, que es el intercambio virtual de contenido sexual, con consentimiento. Tuvimos relaciones sexuales y nos grabamos con un teléfono celular. Pero ese video se empezó a hacer viral en Facebook, Twitter e Instagram. Después, en páginas porno, que son mercados de explotación sexual en línea.
Me convertí en un hashtag: #OlimpiaLaGordibuenaDeHuachinango. Yo no vivo en el DF, vivo en un pueblo de 80.000 habitantes.Todo el pueblo vio mi video, me vio desnuda y además todos me juzgaron. Yo era “puta” o “zorra” porque me había dejado grabar. Hubo un periódico de circulación municipal en donde hicieron capturas de pantalla del video y los ejemplares se vendían en el quiosco de revistas por cinco pesos. Dejé la escuela y el trabajo. Estuve ocho meses sin ir a ningún lado.
¿Cómo lograste salir de esa situación?
Esas imágenes llegaron a mi familia. Las trajo mi hermanito de 14 años que recibió el video por Whatsapp. Entonces mi mamá me preguntó si yo hubiera querido que ese video se compartiera. Cuando le dije que no, me dijo que entonces no era mi culpa. Que no tenía que darme vergüenza. Que ella no tenía vergüenza porque no era un video en el que yo estuviera robando, o siendo corrupta. Después me dijo una frase icónica: “Todas y todos cogemos. La diferencia es que a ti te ven a hacerlo y eso no te hace una delincuente».
De alguna manera, la sororidad de tu mamá te salvó…
Ese día yo conocí tres cosas: que tenía un espacio seguro que no me habían dado la sociedad ni el Estado, pero me lo daba mi familia; que existía la sororidad, las mujeres como aliadas y no como rivales como hizo mi mamá, Josefina, a pesar de que no terminó la preparatoria porque me tuvo a los 17 años y mi abuela no era una mujer de riqueza. Y la tercera cosa que conocí fue la lucha digna. Mi madre me incentivó a luchar y a intentar ayudar a otras mujeres que habían sido víctimas y no tenían esa contención. No teníamos nada porque ni siquiera era un delito.
¿Cómo elaboraste el proyecto de ley con reformas para penalizar la violencia sexual digital?
Cuando esto pasó yo estudiaba Derecho. Conocía quién era mi diputado, y el mecanismo para elaborar una ley. Cuando descubrí que había una laguna legislativa en el tema, me sentí muy poderosa, porque podía hacer un aporte. Empecé a estudiar y pedir ayuda. Transformé mi dolor en acción. Algunos decían que estaba loca, me preguntaban si quería crear una cárcel virtual para estos delitos.
Así surgió la ley que lleva tu nombre…
Lo presenté como proyecto integral para la violencia digital que incluía la creación de una fiscalía especializada en delitos digitales y la ampliación del patrimonio de la Policía Cibernética. Cuando fue aprobado, un periódico me entrevistó y me preguntó si era la “Ley Olimpia”, y desde entonces le quedó ese nombre. Al principio no me gustó porque pensé que, para averiguar por qué se llamaba así, todos iban a buscar el video y lo iban a ver. Pero después mis compañeras de lucha me hicieron ver que las víctimas nos merecemos ese reconocimiento. Ahora creo que yo no soy la Olimpia del video, soy la Olimpia de la ley. Una ley que sirvió, después de la violación masiva que tuvimos de nuestro cuerpo en las redes para evitar que otras mujeres sean violadas como nosotras.
La considerás una “violación colectiva”…
Sí, porque el victimario no es solo quien lo viralizó sino los que lo comparten, los que le dan “like”. Tenés que aprender a vivir con esos contenidos, como si fuesen un tatuaje en tu piel.
¿No hay manera de eliminar esos contenidos?
No por ahora. Pero nuestra experiencia en México es que, a raíz de la aprobación de la ley Olimpia, bajó de una manera muy significativa la circulación de este contenido íntimo, porque la sociedad entendió que está penalizado. A raíz de eso tenemos ocho sentencias en México sobre este tipo de violencia. No solamente hicimos una reforma legislativa, lo que hicimos fue un proyecto social para cambiar la cabeza.
Eso es lo que vos y las integrantes del Grupo Ley Olimpia ahora quieren para la Argentina.
El lunes le dije al Congreso de Argentina que nosotras no queremos que levanten la mano a favor de la ley, queremos que borren esos videos de sus teléfonos celulares. Queremos que le hablen a la gente de que está mal compartir una fotografía íntima sexual sin consentimiento. Alguien puede estar disfrutando, erotizándote con un video, pero del otro lado está una mujer como Belén San Román, la policía que se suicidó por la difusión de esos contenidos.
Netflix, Time y un libro de historias para niñas
En el poderoso mundo de Olimpia, un documental que filma la productora independiente Chumbera Producciones vale más que la serie más popular de Netflix, y una ilustración que la incluye en un libro para niñas, mucho más que su inclusión en un número de la revista Time, como una de las personalidades más influyentes del mundo.
Una de las series más vistas de Netflix, “Intimidad”, ficcionaliza este tema de la viralización de contenido íntimo. ¿la viste?
El capitalismo siempre toma nuestras historias reales para joder. Si a Netflix le importase la causa, podría haberlo hecho de manera más simbólica. Como la gente de Chumbera Producciones que está haciendo un documental sobre nuestra lucha. Nosotros lo hicimos sin dinero, sin capitalismo. Somos historias reales. Me alegra, de todos modos, porque crea conciencia de modo masivo. Pero no deja de ser eurocentrista, colonizador de una causa que tiene nombres y apellidos en América Latina y que tiene un color de piel como el de nosotras, latino.
¿Te ves en un futuro como legisladora, impulsando otras reformas a favor de las mujeres?
Solo aspiro a que nosotras, o las generaciones que vienen, podamos estar seguras también en Internet y si eso y para eso es necesario que las mujeres hagamos el algoritmo, pues hagamos el algoritmo nosotras.
Voy a ser soberbia y me disculpo por eso, pero nosotras no necesitamos ser diputadas para ser legisladoras. Tenemos nuestro propio movimiento político, el feminista. Tenemos nuestra causa, nuestra propia bandera, y una fuerza que ningún partido tiene: la fuerza de ser amigas.
En 2021 la revista Time te eligió como una de las personas más influyente del mundo… ¿qué significa para vos esa distinción?
Me tomó por sorpresa. Estaba en Tlatelolco paseando con mis perritas cuando me avisaron. No entendí mucho lo que significaba. Hoy veo que para ciertas clases sociales es importante. Para quienes manejan el mundo. Me permitió hablar con Bill Gates, con Tamara Burque, que inició el #MeToo, con mujeres afrodescendientes que luchan en todo el mundo, con referentes que hoy están impulsando la ley Olimpia en Perú y en Colombia.
Recientemente se presentó en tu país el libro para niñas «Historias de mexicanas chidas para chicas chidísimas» de Luciana Biondo e Inés Hüni, que rescata los perfiles de mujeres mexicanas inspiradoras. ¿Es otra distinción que amplifica el mensaje?
Sí. Se trata del libro de dos argentinas que viven en México y buscan visibilizar historias de diferentes mujeres mexicanas. En la segunda edición salgo yo con una imagen preciosa que me hicieron sus ilustradoras. Eso me hace sentir mucho más especial que lo de Time ya que cuando las niñas abran un libro de cuentos van a leer que no es Pancho Villa el héroe de México, ni es Cristóbal Colón, el de las Américas, que somos mujeres de diferentes espacios, de diferentes regiones que luchamos y que son ellas también a su vez las heroínas que luchan en un mundo donde a las mujeres se nos ha callado, en un mundo donde a las niñas les cortan el clítoris para que no sientan placer, en un mundo en donde las mujeres somos completamente oprimidas. Entonces, me da esperanzas de que esa imagen pueda fomentar que esas niñas quieran luchar.
Fuente: Télam