¿Qué es ser una «buena madre» hoy?
En Desmadres , Violeta Gorodischer muestra contradicciones y desarma mandatos en torno a las maternidades en la Argentina de hoy.
En Desmadres. De la experiencia personal a la aventura colectiva: la decisión de maternar (Planeta), Violeta Gorodischer desarma algunos de los temas más “candentes” en torno a la maternidad en la Argentina de hoy, con especial énfasis en los mandatos impuestos socialmente y en estratos sociales que pueden «decidir» cómo parir y criar. Lo hace desde diferentes aristas, tanto con la cruda narración de su camino recorrido para convertirse en madre, como la perspectiva histórica y social de cada problemática.
“Cada época va marcando sus paradigmas en relación con la ‘maternidad ideal’: a comienzos del siglo 20 se aliaron el discurso médico y el estatal para fomentar la lactancia materna, y el ‘ideal de la madre argentina’ nace en esa época, como una madre virginal, higiénica, nutricia, altruista y abnegada, porque a la vez que se absorbían influencias que venían de Europa, del catolicismo, de la ilustración, del cientificismo y el romanticismo”, explica la autora a Clarín.
Ese ideal, explica, mutó: actualmente, las clases medias o medias altas tienen como referencia todo lo que incluye la crianza con apego o crianza natural, que promueve el parto vaginal sin intervenciones, la lactancia libre y a demanda hasta los dos años, el porteo, el colecho, el Baby Led Weaning, el movimiento libre.
Es allí donde Violeta ilumina las contradicciones que se generan cuando estos ideales sociales no se cumplen (por decisión o imposibilidad) y el lugar en el que queda esa madre (siempre la madre): en su soledad, aquejada por la culpa, y en lo social, juzgada y cuestionada por sus pares.
Cuestión de decisiones… y posibilidades
“Hablaba con Patricia Rosenberg -exdirectora de la Maternidad Estela de Carlotto- que, en definitiva, cada una se empodera como quiere, y como puede. La única manera de empoderarte no es a través de un parto vaginal”, reflexiona.
“En lo personal, no estoy tan segura de qué era lo que quería, sentía que el parto vaginal era lo que tenía que hacer, hasta que se presentó la posibilidad de un riesgo por una circular del cordón -había muchas chances de que mi hija estuviera enredada-. Y saber que iba a cesárea me dio alivio, porque tomé conciencia de que no sé si tenía tantas ganas de ir a un parto vaginal, pero sentía que era lo que debía hacer para ‘cumplir’”.
En Argentina se hacen muchas más cesáreas de las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud. A pesar de haber una ley de parto respetado (Ley 25.929), desde la Campaña Nacional contra la Violencia Obstétrica aseguran que no se cumple (más información en esta nota) y a diario se viven situaciones de violencia en la atención de embarazos, partos y puerperios.
Entonces, “si pensamos el derrotero histórico, la medicalización de los partos, el abuso de las cesáreas y todo lo que pasó en el medio, hay una explicación. Por eso jamás juzgaría a una mujer que quiere inclinarse por la opción del parto planificado en domicilio, porque entiendo de dónde viene”, dice Violeta.
“Todo tiene que ver con tener información y recaudos, pero tampoco creo que deba jugarse a la mujer que decide una cesárea, como yo vi que sucedía en el curso preparto, una mujer de unos 45 años juzgada hasta por los propios parteros que impartían el curso y prácticamente la obligaron a practicar pujos aunque ella decía ‘no quiero’”.
No es fácil
La escritora y editora en el diario La Nación señala también las presiones que se viven tras el nacimiento, a la hora de amamantar. No solo por las dificultades que la situación en sí acarrea, sino porque convive con obstáculos para poder -de hecho- hacer efectiva la lactancia materna, empezando por la mirada juzgadora de propios y ajenos ante ese hecho hasta la falta de lactarios en las empresas.
En una de las referencias a su historia personal, Violeta cuenta que fue la puericultora quien la “habilitó” plantearse dejar de amamantar, como si le hubiera dado “permiso” para considerarlo en un contexto en el que las mujeres conviven con esas presiones constantes, que las llevan a los extremos: de ser “buena mamá” cumpliendo ¿todos? los “requisitos” antes mencionados a integrarse a la realidad y la sociedad en la que viven.
“Me parece que está bueno visibilizar que, más allá de lo haga cada una con su decisión de dar o no dar la teta y cómo vivirlo -con culpa o sin culpa-, en los casos en los que el deseo y las posibilidades están, la sociedad no ayuda, el sistema no ayuda, ni nada. No es fácil ser madre en Argentina. Entonces, creo que hay dos niveles: está la culpa de que queremos ser ‘perfectas’ y encajar en los paradigmas, y por otro lado, están todas las dificultades sociales, de las que no se habla demasiado”.
– Para hablar del rol de la lactancia en la construcción de una buena madre, decís que “la teta se transformó en una vara moral con la que muchas de nosotras nos juzgamos como madres” y que simboliza un buen ejercicio de la maternidad…
– La pediatra de mi hija me dijo ‘no sos menos mamá por no darle la teta’, y yo realmente sentía eso; no sabía de dónde tenía instalado este discurso, o quién me había dicho eso. Tenía una culpa terrible. Ahí empecé a desarmar y a inspeccionar discursos, y empecé a ver que era un discurso circulante que yo había incorporado sin darme cuenta.
Si bien sabía de la importancia de la lactancia, no conocía las complejidades que ocurren cuando estás ahí y no podés; cuando no das más, y al final, ¿qué es mejor? ¿Entregarte a una carrera enloquecida para hacer que funcione algo que, en mi caso, fue más complicado, o complementar con leche de fórmula y tener un apego mucho más tranquilo y yo estar más relajada? Esto es lo que puse sobre la bandeja.
– Hablás del silenciado puerperio y te sorprendés de no haber sabido antes la oscuridad que significaba. ¿Por qué creés que aún no se dimensiona lo difícil que es transitarlo?
– Hay un ideal de felicidad materna que digita la sociedad donde no se ven estos claroscuros o los índices de depresión posparto, que son bastante altos. Las propias mujeres invisibilizan y ocultan estos síntomas, porque ‘hay que estar feliz’, y es un momento absolutamente movilizante, porque estalla tu subjetividad y dejás de ser quien eras hasta ese momento.
No voy a hacer una apología de los claroscuros de la maternidad, pero sí me parece que está bueno naturalizarlos, y que ésta también puede ser hermosa en esas oscuridades. Porque las personas no somos planas, tenemos matices y eso nos hacen profundos, nos hacen crecer y madurar.
Por eso también se insiste tanto el concepto de red para no sentirte tan sola, para no quedarte encerrada 24 horas en tu casa, sobre todo ahora que vivimos en departamentos -como dice Carolina del Olmo- y lejos de los familiares y amigos -no como antes, en los entornos rurales, donde quizás en una o dos casas crecían varias generaciones y tenías muchas manos que ayudaban a criar-.
– Le dedicás un capítulo a las tribus de crianza, y si bien marcás la importancia de la contención y de “hacer red”, también contás tu propia experiencia, en la que resultó “expulsiva”. ¿Qué se silencia a costa de “pertenecer” al grupo de “buenas madres”?
– A mí lo que me reforzó la sensación de angustia por no poder amamantar fue llegar a esa ‘tribu’ -en la que no seguí-, porque sentía que solapadamente estaba siendo juzgada.
Porque hay mucho esto de juzgarse entre las propias madres, que es algo que también quiero visibilizar en el libro: que si no tenés el parto vaginal, el bebé puede tener problemas; que el sistema te pasó por arriba o no te supiste defender porque te hicieron una cesárea; o si no das la teta, te ganó la industria de fórmula y no te esforzaste lo suficiente. Y esa culpa viene muchas veces del discurso de otras madres.
Entonces, estos discursos -que son de todos y no son de nadie- van formando nuevos mandatos. Y aunque se supone que se rebelan contra cosas, terminan imponiendo un nuevo paradigma que, si no lo cumplís, te sentís culpable. Es como un círculo, del cual creo que la manera de salir es con información e historización, para conocer de dónde vienen los discursos y entender lo que pasa.
Y, como señala Leila Abdala, si bien son parámetros que se pueden tomar si se quiere o si se puede, luego, si no se toman, aparecen todos los ‘riesgos’ y ‘peligros’, con la idea de amenaza. Y ahí aparece la culpa.
– En línea con la deconstrucción de mandatos e ideales sociales que desandás en el libro, ¿cuál es tu mirada sobre la multiplicación de las cuentas sobre maternidad en Instagram -que, si bien buscan mostrar un “lado B”, no dejan de conservar las formas de una red social que prioriza la imagen y lo bello-?
– Hay como una nueva romantización de la maternidad en ese sentido, con estos paradigmas de época. Pero todo el tiempo trato de salirme de estas grietas o posiciones maniqueas, porque me parece que todas son decisiones y todas las maternidades son válidas. Las elecciones son decisiones de cada mujer que, mientras las tome con información, está perfecto. No debería ser juzgada con la intensidad con que se la juzga.
Fuente: https://www.clarin.com/familias/-buena-madre-hoy-desafios-exigencias-ideales-imposibles_0_aqXbAFWiqo.html