La historia de Gilda, Mitzi y Gauchito
Eran un sedán, una microcupé y un utilitario. El abrupto final en un país en ebullición y un misterio sin esclarecer.
Al filo de la década del 40, el peronismo desplegó toda su liturgia para hacerle frente a una de las recurrentes crisis económicas de la Argentina. La inflación y las restricciones externas marcaban la agenda del Segundo Plan Quinquenal: mayor apoyo en el agro, búsqueda de inversiones extranjeras, una apuesta a los sectores básicos para cuidar divisas y, a la vez, encarar una nueva etapa del proceso de sustitución de importaciones.
El sector automotriz se incorporó entonces al régimen de promoción industrial, un anticipo del programa más ambicioso que a fines de la década siguiente implementó Arturo Frondizi. Es emblemático el caso del Justicialista, el auto que impulsó Juan Domingo Perón. No fue el único. Hubo un trío de vehículos populares que intentaron ir al rebufo de la iniciativa oficial. Se llamaban Gilda, Mitzi y Gauchito. Duraron poco: el golpe de 1955 marcó también su final y sigue siendo un misterio si alguna vez salieron de la fábrica.
Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) fue la firma que estuvo detrás del coche Justicialista y del Rastrojero, el utilitario orientado al transporte de cargas medianas. En paralelo, una compañía privada se animaba a dar el salto.
Rosati y Cristóforo Industrias Metalúrgicas, con más de 20 años de existencia, formaba parte de la pujante actividad industrial nacional que hacía algún tiempo arremolinaba por miles a los migrantes internos que llegaban a las principales urbes: Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
RYCSA, como se la conocía por sus siglas, había nacido en la provincia mediterránea en 1926, aunque en 1944 estaba instalada también en Arrecifes, San Nicolás y Quilmes. Fabricaba grúas, calderas, tractores y construcciones metálicas, equipamientos pesados que en algunos casos podían reemplazar a aquellos que cada vez costaba más traer desde el exterior.
Santo Rosati y Francisco Cristóforo, los fundadores, venían meditando la posibilidad de sumergirse en la industria automotriz, a sabiendas de que el poderoso efecto multiplicador podía redundar en beneficios y mayor demanda para sus otros productos. Los accionistas les dieron la espalda.
Ellos, sin embargo, aceptaron la prueba al calor de posibles créditos que podrían obtener de parte del Estado peronista. A mediados de los años 50, para un público renovado lanzaron Gilda, Mitzi y Gauchito, sus tres proyectos sobre ruedas: un microauto, un sedán y una pick up, con precios al alcance de casi todos y manutención sencilla. Pero el contexto ya no era el mismo.
De Italia al diseño 100 % argentino: cómo nacieron Gilda, Mitzi y Gauchito
Con asistencia del brigadier Juan Ignacio San Martín (ministro de Aeronáutica y presidente de IAME), RYCSA firmó en 1954 un convenio con Società Italiana Auto Trasformazioni Automobilistiche (SIATA) para adquirir la licencia del Mitzi B40, la microcupé que comenzaría a elaborar en una planta reconvertida especialmente en Caseros.
Era un auto urbano que, a la manera de la tendencia que creía en la Europa de posguerra, proponía una solución práctica para calles y espacios cada vez más estrechos. La Ciudad de Buenos Aires acababa de llegar al umbral de los tres millones de habitantes (2.981.043, según el censo de 1947), una línea que recién cruzaría más de 70 años más tarde. La aglomeración crecía hacia el norte, el sur y el oeste para conformar el Gran Buenos Aires, otro de los procesos signados por el peronismo.
Para la elaboración del Mitzi, RYCSA abrió una nueva sociedad: Imema. En su plantilla de más de 1.000 empleados había varios italianos que trajeron a la Argentina su experiencia para replicar la microcupé original. Entre ellos se destacó Giovanni Rossi, un ingeniero turinés que quedó a cargo del emprendimiento automotriz en Caseros. Fue el responsable de ajustar los detalles del city car. También diseñó el chasis y la carrocería de las otras dos creaciones: el sedán dos puertas Gilda y la pick up Gauchito, impulsados por el motor M 504 V que forjó el mismo ingeniero italiano.
Si a la cupé supercompacta la guiaba el pragmatismo urbano, el espíritu detrás de Gilda y Gauchito era diferente. Estaban pensados como vehículos de traslado en distancias medias y largas. Aunque ambos compartían la estructura, contaban con diferentes prestaciones mecánicas: uno se orientaba al uso familiar, el otro ponía su capacidad de carga al servicio de pequeños empresarios y comerciantes. Además, a diferencia del Mitzi (adaptación de una obra foránea), estos dos se posicionaban como desarrollos 100 % argentinos.
Perfiles de usuarios, promesas y el golpe final para los autos populares
Mitzi medía 3,1 metros de longitud y pesaba apenas 410 kilos. Contaba con un motor Vespa, de dos cilindros y 12 CV de potencia, que se ubicaba en la zona delantera. Tenía caja de cuatro cambios, con palanca al volante, y la velocidad era una prestación secundaria: entregaba hasta 85 kilómetros por hora.
Podía albergar a tres personas, ya que a las dos butacas delanteras se sumaba un lugar por demás ajustado en la parte posterior del auto, y era semidescapotable (podía plegarse la mitad del techo, hecha de lona). Se conseguía a cambio de 60 mil pesos moneda nacional.
Por su parte, el sedán S Gilda 500 era una prueba de amor: había sido bautizado con el nombre de la esposa de Rosati. Portaba asientos para cinco personas y su peso alcanzaba los 1.239 kilos. El motor M 504 V cargaba una potencia de 55 CV y trepaba hasta los 120 kilómetros por hora. El precio de referencia era de 130 mil pesos moneda nacional.
El hermano más robusto, C Gauchito 500, traía un asiento entero con espacio para el conductor y dos pasajeros. Tenía una capacidad de 700 kilos, con dos variantes de tamaño para la caja de carga. El poderío del motor estaba recortado hasta los 50 CV.
Gilda, Mitzi y Gauchito fueron presentados al público en dos eventos. Uno de ellos tuvo lugar en el entonces autódromo 17 de Octubre, actualmente Juan y Oscar Gálvez, el tradicional punto de citas tuerca en el barrio porteño de Villa Riachuelo. Luego gozaron de una segunda gala, en otro recinto con fuerte carga simbólica: la sala de exposiciones de la sede central de YPF, en el 777 de Diagonal Norte o avenida Presidente Roque Sáenz Peña, hoy ocupado por oficinas del sector privado.
Los prototipos en exhibición anunciaban una producción discreta, de unas 2.500 unidades por año, antes de escalar hasta 10 mil ejemplares anuales. Pero los vaivenes políticos arrasaron con todas las previsiones.
El golpe cívico-militar de 1955 puso fin al gobierno de Perón y dio origen a la autodenominada Revolución Libertadora. Además, significó un vuelco en la gestión económica. La inestabilidad se reflejó en la sucesión de cuatro ministros de Economía en apenas tres años (el que más duró fue Adalbert Krieger Vasena, que luego volvería a ser jefe del área en otro gobierno castrense, la Revolución Argentina de Juan Carlos Onganía).
Nadie sabe cuántos Gilda, Mitzi y Gauchito se hicieron realidad. Los especialistas especulan con que unas pocas decenas lograron salir a la calle. RYCSA rápidamente se replegó en el sector industrial que mejor conocía, el metalúrgico, en el que siguió en actividad hasta 1978, cuando murió Rosati. Entonces, con el gobierno de facto de Jorge Videla y la gestión económica de José Martínez de Hoz, llegaron la convocatoria, la disolución y el remate. Atrás, muy atrás, quedó el espectro casi indistinguible de sus autos populares peronistas.
Fuente: https://www.clarin.com/autos/nacieron-autos-populares-peronismo-fulmino-inestabilidad-historia-gilda-mitzi-gauchito_0_zx5nupG869.html