Chichos, un bodegón que le hace lugar al arte
Obras inéditas de Santoro, Schvartz y Mondongo, entre otros, se integran al decorado clásico, en una iniciativa del galerista Eneas Capalbo.
En una parrilla de Balvanera se descubren, entre licores, percheros y un cartel de neón de Quilmes piezas inéditas de Daniel Santoro, Marcia Schvartz, Emiliano Miliyo, Mondongo, Gustavo Marrone y Guadalupe Fernández. Hay quienes las miran con detenimiento mientras disfrutan del asado; quienes van al local para conocerlas, y otros para quienes pasan desapercibidas. “Son obras que tienen sentido con un bar de Buenos Aires”, subraya el galerista y coleccionista Eneas Capalbo sobre la selección que realizó para la ocasión.
Fuera de los circuitos de moda, el local de Alides “Chicho” Bulacio, que ostenta sus fotos con Ricky Maravilla y el Chiqui Tapia, recibe a taxistas, policías (está frente a la Central) y vecinos del barrio todos los días. Su anfitrión es este parrillero santiagueño que trabaja en el bar desde que llegó a Buenos Aires con 15 y el bar se llamaba distinto. Años después compró el fondo de comercio y ahora, en un giro en la trama, disfruta de haber aceptado casualmente la jugosa propuesta que un día le hizo su amigo galerista itinerante global, a través del proyecto personal The National Exemplar Gallery.
En la barra, frente a la caja registradora, “Eva Levita” de Santoro reemplaza al reloj del local. Iluminado por un halo de luz natural que lo vuelve aún más místico, este óleo redondo recuerda a las pinturas circulares religiosas. Eva Perón alza los brazos para quienes se acercan, como maravillados, a verla elevarse sobre un tejado. Cuenta Santoro que fue inspirada en la icónica escena de Teorema, de Pasolini, donde algo similar le sucede al personaje de la campesina: “Tiene que ver con la necesidad popular de la irrupción del milagro. En la película de Pasolini quedan todos encantados porque la mujer que parecía que no era nadie, tiene esa capacidad de elevarse. Me interesa lo mitológico de alguien que se convierte en una figura excepcional que trasciende las ideologías políticas”, reflexiona el célebre pintor en diálogo con Ñ, sentado en una mesa del bar. “Parece que los tiempos se superan, pero la necesidad del mito está siempre”.
Aquí el arte contemporáneo no irrumpe con la escena sino que se acomoda a ella. Lejos de haberlas dispuesto para acaparar la atención, el único criterio de montaje que utilizó Capalbo fue que las obras hicieran juego con el lugar. Estas se integran, así, al decorado del bodegón porteño que no ha cambiado desde su fundación en los años 70: la que protagoniza la muestra es la tensión que se genera entre lo que estaba y lo que llega.
“Si toma para olvidar, pague antes de tomar”, advierte un cartel en la columna central del bar. Sobre él, una fotografía de Chicho junto a sus hermanos y, más arriba, una cerámica de Gustavo Marrone que es otra novedad: forma parte de la serie Mateando, que el artista realizó recientemente con figuras tomando mate. Las obras de Marcia Schvartz supieron recorrer el mundo y desde el año pasado seis están en la Tate Modern de Londres. Pero “Mal de Plata” está en Chicho’s. Impresa en plástico, esta pintura realizada por la artista en los años 90, refleja en tonos áridos un par de souvenirs artesanales con miradas penetrantes.
“El primer día, cuando pusimos las obras, la gente las miraba de una manera rara. Las apreciaban de una forma tal vez más sensible y abierta, hasta más dedicada en términos de tiempo que un público entendido”, cuenta Emiliano Miliyo, que exhibe en Chicho’s “PAN” y “Fernando”.
Ambas acuarelas se inspiran –como gran parte de la obra de Miliyo– en cierta iconografía popular de la comunicación. La primera, que reproduce la gráfica de la caja PAN que se hizo célebre como ayuda alimentaria durante el Alfonsinismo, está colgada entre el aire acondicionado y el espejo, sobre clavos que ya estaban en las paredes desde antes que las obras aterrizaran en el bar. Más cerca del televisor, más arriba del collage de Guadalupe Fernández, se apoya “Fernando”, en honor al célebre cóctel argentino. “Lo que me influye termina apareciendo en la obra aunque no lo elija. Algo de mi historia tiene que ver con haber rebotado siempre alrededor de las cosas que me interesaban, a partir de lo que la comunicación insertaba en mí”, sugiere el artista.
Un pequeño retrato de los ojos de Sergio De Loof, pintado por Mondongo, se ubica en la pared central, permitiendo imaginar al artista emblema de los años 90 observando todo desde arriba como testigo del acontecimiento.
The National Exemplar Gallery se puede ver hasta fin de mes en Chicho’s, Pasco 357, CABA