Adolescentes en cuarentena: consecuencias psicológicas
El tránsito por la etapa adolescente implica salir de la casa para ensayar la autonomía y comenzar así el camino del desprendimiento de las autoridades maternas y paternas. Y nada más opuesto a eso que este largo confinamiento. La niñez soporta mucho mejor la vida interior, el juego dentro y la interacción con los padres. Pero las y los adolescentes se encontraron en una cuarentena laberíntica, junto a las figuras de las que empezaban a desprenderse, y sin poder circular por su natural escenario: la calle. Para las otras etapas de la vida el afuera es un lugar de tránsito. Pero para la adolescencia el hábitat es el mundo externo: plazas, esquinas, puertas de los boliches, bares. En el afuera están las amistades y la experimentación sexo afectiva. Fuera de la casa se halla el universo que deben conquistar.
La cuarentena es, en general, un estado de tensión entre lo que se desea hacer y lo que es conveniente, pero en la adolescencia esa tirantez es mayor. ¿Hasta cuándo podrán soportar el mandato todos en casa? Desde luego que hay algunos adultos que infringen la ley. Pero en la adolescencia la transgresión es condición necesaria para la autoafirmación. Van más allá de lo impuesto, desafían las leyes familiares y sociales para ponerse a prueba y a su vez para tantear la presencia de los adultos, verificar que tan consistente son. Buscan los límites para probarse y probar la contención familiar.
Como los niños aprenden a caminar yendo de una silla a la otra, los adolescentes crecen y afianzan su personalidad fluctuando entre la calle y el hogar. Por eso es tan difícil que permanezcan dentro, a pesar del coronavirus. Por otro lado, el hecho de que circule que un eventual contagio de coronavirus no suele ser mortal entre adolescentes, resulta contradictorio con el pedido de que se queden en casa. Y además, quedarse dentro para cuidar a los adultos va en franca oposición inconsciente con el deseo de liberarse de los mismos.
Los libros, artículos y profesionales especializados operan como orientadores, herramientas, pero lo que vale finalmente es la experimentación, adentrarse a fondo en el ejercicio de las funciones maternas y paternas. Y además,si había algo aprendido, trastabilló con la irrupción del coronavirus y la consecuente alteración de las rutinas familiares. Si bien cuando esta pandemia pase es probable que nos deje algunas enseñanzas, lo cierto es que aún estamos transitando por estos días cargados de incertidumbres y contradicciones, con ensayos, aciertos y errores producto del desconocimiento. ¿Y hacia dónde vamos? Nadie lo sabe, es la aventura, el arte, el vértigo del vivir. Estamos en un momento puente. Venimos de un ayer acelerado, en el que los encuentros familiares fueron perdiendo tiempo y calidad. Urge llegar a una tierra distinta, poblada de espacios reales para el diálogo y la reflexión familiar. El confinamiento es una oportunidad para no desperdiciar, porque si bien hay mayores flexibilizaciones, aún estamos lejos de la tierra de la “nueva normalidad”.
El tiempo pasa, y como dijo el poeta, nos vamos poniendo viejos. No se trata de melancolizarnos, pero sí de tomar conciencia de la celeridad del tiempo y por lo tanto del valor del momento presente y de cada etapa vital. Cuando pase el coronavirus también es posible que se nos escapen oportunidades que solo pueden darse en contextos excepcionales como este. La enfermedad y la muerte hoy son vecinas sentadas en la puerta de cada casa. La vida parece mucho más endeble. Estamos interconectados. Cuidarnos y cuidar son dos caras de la misma moneda. Y estar en casa puede ser provechoso, como una pausa, como un entretiempo para repensar la vida personal, las actividades, los roles, los vínculos familiares y sociales.
La adolescencia es, naturalmente, la etapa de fortalecimiento de la personalidad en un interjuego entre el adentro y el afuera, entre el mundo familiar y el mundo social. ¿Qué efectos causará en cada adolescente esta cuarentena? Como adultos podemos ayudar a amortiguar los efectos, generando ambientes de confianza, de calma, de escucha, para el buen uso de la palabra como herramienta fundamental que les permita manifestar los enojos, los miedos y las dudas. Solo entonces lo que la cuarentena ocasione en cada adolescente será más fácilmente elaborable.