Buenos Aires: por qué la ocupación de camas no subió y cómo influye el plasma
Este lunes comienza un nuevo período de dos semanas de cuarentena por el coronavirus en el AMBA, con algún matiz comercial en la Ciudad y el intento de ponerle un cepo al descontrol de las reuniones sociales. Fase 3, confinamiento light y varias actividades que todavía siguen en sala de espera. El balance de lo que sucedió finalizada la fase 1 revisitada, es decir, a partir del 17 de julio, deja algunos datos positivos que en el fragor de la convocatoria a la novena cuarentena no han sido valorados públicamente.
Los argumentos oficiales para discontinuar la apertura paulatina de actividades hicieron hincapié en una parte de los datos, básicamente en el crecimiento de los casos. Y se apeló naturalmente a la responsabilidad social. Se dijo que si el ritmo de contagios no frenaba, el sistema sanitario colapsaría. Incluso, desde la provincia de Buenos Aires advirtieron que si los registros no bajan tendrán que ajustar aún más el aislamiento.
Pero el dato clave es la ocupación de camas de terapia intensiva (UTI). Y en el territorio del AMBA se mantuvo en promedio sin variaciones durante las últimas dos semanas, a pesar de que entre el 17 de julio y el 1° de agosto se registraron 73.320 casos nuevos de coronavirus. El dato oficial indica que a mitad del mes pasado la ocupación de las UTI estaba en el 64 por ciento. Dos semanas después marca lo mismo.
Hay que contrastarlo con que los 70 mil nuevos casos de coronavirus en 15 días son más de un tercio de todos los contagios registrados desde el 3 de marzo, pero en apenas la décima parte del tiempo que lleva la pandemia en el país. ¿Por qué los hospitales no colapsaron ante semejante desproporción de contagios? En primer lugar, porque la amplia mayoría de los nuevos casos son leves y muchas veces no requieren siquiera internación hospitalaria.
Esto no significa que no haya habido un crecimiento de pacientes de Covid internados en terapia intensiva, aunque ese aumento fue leve. En el AMBA hubo 305 pacientes más que demandaron UTI en ese periodo: 305 sobre 73.320 contagios. Fueron un 42 por ciento más de pacientes en esas unidades de alta complejidad (hasta entonces eran 721), mientras que la cantidad de testeados positivos creció un 70 por ciento. El porcentaje de ocupación de camas no se movió por dos motivos: menos internados por otras patologías y la suma de algunas camas extra al sistema.Mirá también Argentina superó los 200 mil casos de coronavirus y la brecha entre Ciudad y Provincia es cada vez más amplia
Pero hay otro elemento clave que está dejando de ser una esperanza para tener su peso en la ecuación: la utilización del plasma de convalecientes. Según datos de la provincia de Buenos Aires, durante el ensayo clínico que vienen desarrollando participaron unos 900 pacientes y aproximadamente la mitad no necesitó llegar a una UTI. El suero se les aplica justo antes del momento en que podrían necesitar una cama de mayor complejidad.
El problema del plasma, por ahora, es su escasez. Es difícil conseguir donantes aptos, que son pacientes de coronavirus recuperados, que han desarrollado anticuerpos, pero que además no tienen otros problemas de salud. La nueva esperanza es el proyecto del suero hiperinmune, recientemente aprobado por la ANMAT, producido a partir del plasma de caballos. Promete producción en masa de esta terapia, con lo que la cantidad de enfermos que podrían recibirla sería prácticamente ilimitada.
Hoy, el protocolo de aplicación de plasma incluye sólo a los pacientes graves que están en terapia intermedia, a un paso de la intensiva. Pero hay otro ensayo clínico paralelo, para mayores de 65 años que presentan los primeros síntomas de coronavirus. Allí el objetivo de que la enfermedad no avance y, en el mejor de los casos, se curse como un simple catarro. Si las pruebas son exitosas, hará falta mucho más plasma para satisfacer esa demanda.
Habrá que ver lo que sucede con la complejidad de los cuadros de coronavirus en los próximos días, pero la experiencia de las últimas dos semanas indica que el aumento de casos no tuvo en promedio una relación directa con la saturación del sistema sanitario. Desde el sector privado los datos siempre son más brumosos; sus voceros suelen afirmar que la situación es un poco más complicada que en el público.
La Ciudad, que en base a estos indicadores adoptó una actitud menos alarmista, decidió de todas maneras acompañar una vez más la estrategia presidencial para no quebrar el consenso, que ha sido un signo político valioso en este capítulo pandémico de la Argentina.
Otro dato positivo de las últimas dos semanas es que la aceleración de la curva de casos no varió en el AMBA, a pesar de que la circulación de gente aumentó a partir de la flexibilización de la cuarentena. Si se compara el período de fase 1 (1° al 17 de julio) con el del confinamiento light (desde entonces hasta el último sábado), en ambos el incremento fue del 70 por ciento. Claro que la cantidad de casos nuevos crece por la misma lógica exponencial de la curva: mientras en la primera quincena la suba había sido de 44.366 casos, en la segunda superó los 73 mil.
Un dato saliente de las últimas dos semanas es el aumento proporcional de las muertes, al punto que se equiparó al del crecimiento de casos. Pasó de 2.112 decesos el 16 de julio a 3.596 el 1° de agosto. Es decir, 1.484 nuevas muertes, que representan un 70 por ciento más. En la curva argentina, la proporción de muertes con respecto a los casos siempre se ubicaba por debajo.
Para dar un ejemplo, entre 1° de julio y el 16 de julio, la cantidad de casos había aumentado un 72 por ciento, mientras que la de muertos había trepado un 56 por ciento. Si se revisa un poco más atrás en el tiempo, entre el 15 de junio y el 1° de julio la cantidad de casos había crecido el 104 por ciento mientras que la de muertos había tenido un ascenso del 58 por ciento.
De esta manera, el índice de letalidad de la Argentina tuvo un leve crecimiento en estas dos últimas semanas y ahora se ubica en 1,86 por ciento, cuando en otro momento había encontrado un piso pasajero por debajo del 1,80 por ciento y luego se estacionó en el 1,84 por ciento. La letalidad mundial, donde se promedian las curvas más y menos maduras, se ubica actualmente en el 3,82 por ciento.