En Fundación Proa: Lo que la noche le cuenta al día
Llegó a Buenos Aires Lo que la noche le cuenta al día, la celebrada expo concebida el PAC de Milán y curada por Diego Sileo y Andrés Duprat.Participan 22 artistas contemporáneos de proyección global sobre distintas formas de violencia.
«Lo que la noche le cuenta al día: noche y día, luz y sombra habitan —definen— el devenir histórico; las sociedades despliegan su drama entre esos opuestos. Como muchas otras naciones, la Argentina atravesó largos períodos de oscuridad. Pero como a la noche le sucede el día, esas contingencias negativas suscitaron asimismo respuestas positivas”. Las palabras son de Andrés Duprat, quien junto con Diego Sileo son los curadores de una gran exposición en Fundación Proa. A través de 42 obras entre fotografías, instalaciones, esculturas, videos, objetos y performances, Lo que la noche le cuenta al día son varias cosas: violencias; migraciones; historias políticas, económicas y sociales; le cuenta sobre cuerpos, crisis y cultura, en un período de producción artística entre mediados del siglo pasado y el presente.
Integrada por 22 artistas argentinos contemporáneos e insertos en la historia y escena internacional, la exposición fue concebida por el Padiglione d’Arte Contemporanea (PAC) de Milán, donde se expuso el año pasado con algunas variantes y cuyo director artístico es Sileo. “Si bien heterogéneo, el conjunto puede ser leído como un catálogo de representaciones de diferentes modos de crítica social y de distintas formas de violencia captadas por la antena sensible de los artistas. Lo que la noche le cuenta al día también habla de eso, de las dos caras de una realidad: esa cosa nocturna, ominosa, secreta y con ciertas connotaciones negativas, y el día que representa todo lo contrario. Nos gustó esa metáfora que describe Héctor Bianciotti [autor de la novela cuyo título es el que tomó prestado esta exposición], el gran escritor argentino, porque expresa esa dicotomía entre lo negativo y lo positivo, las luces y las sombras”, escribe Duprat, director de nuestro Museo Nacional de Bellas Artes.Al fondo, “La civilización occidental y cristiana” (1965), de León Ferrari. Foto: Fundación Proa.
Las piezas se suceden en las cuatro salas de Proa. La destacada curaduría posibilita y alienta a que el espectador establezca relaciones entre las obras en cada sala y entre los distintos espacios. En el trayecto, permanentemente, la percepción y la reflexión van y vuelven haciendo del recorrido un camino de múltiples aperturas y vínculos.
Núcleo iniciático
En la primera sala, un grupo reducido y potente de obras de artistas fundamentales para la historia del arte argentino moderno y contemporáneo funciona como clave de lectura de las temáticas y soportes desplegados en las siguientes. De la década del 60 encontramos los cortes y agujeros en los lienzos de Lucio Fontana (figura disputada entre Italia y Argentina al haber desplegado su actividad entre ambos países), los cuales abrieron una nueva dimensión espacial para pensar la representación y la percepción corriendo los límites impuestos. De inmediato, la mirada se posa en la instalación Trabajos forzados (2024), de Liliana Porter, donde una de sus características figuras diminutas se enfrenta a una labor mayúscula de ¿taladrar? la madera, cuyas roturas se asemejan a los tajos de Fontana.
También se sitúa en lo alto la paradigmática obra “La civilización occidental y cristiana” (1965), de León Ferrari, con un Cristo crucificado sobre un avión de guerra en denuncia de la violencia de Occidente en el contexto de la guerra de Vietnam. La religión aparece, asimismo, en la documentación fotográfica de las escenas de la obra experimental Cristo 63, de Alberto Greco, dentro de su concepción de “arte vivo”. Se trataba de una parodia de la Pasión de Cristo exhibida en el Teatro Laboratorio de Roma, en 1962, que le valió la expulsión al artista acusado de “blasfemia”.La performance fotográfica «Maresca se entrega Todo destino», realizada por Liliana Maresca en 1993.
Escala humana
Algo no dicho explícitamente pero que circula por toda la exposición es lo que podríamos llamar la “escala humana” en las distintas producciones en cuanto a corporalidades, a los excesos en relación con esta escala, las relaciones con lo no humano, los dramas y tragedias. En la segunda sala, los trabajos de Eduardo Basualdo y de Leandro Erlich ponen en juego la percepción de la realidad, la ilusión, el desconcierto, el entorno. En tanto, en la videoperformance Trilogía pandémica (2021), de Mariana Bellotto, cuerpos, movimientos, tecnología, espacios se mixturan en una distopía no muy lejana que se pregunta, asimismo, por el consumo y lo desechado. La instalación monocromática en negro, de Ana Gallardo, subsume al espectador en grandes lienzos donde tenemos que forzar la mirada para leer las frases: “nos metieron las armas dentro”, “nos hurgaron nuestros sexos”. Son testimonios de mujeres guatemaltecas que relatan los miedos y sufrimientos durante la insurrección en el país. Podrían ser testimonios de mujeres de tantos lugares, en tantos otros momentos históricos.
Políticas y territorios
En la siguiente sala, la instalación de Cristina Piffer, de la serie Marcas del dinero (2010), utiliza en las impresiones serigráficas sangre vacuna deshidrata para abordar la historia económica y social de Argentina y la consolidación del Estado nacional no exenta de violencia. También hay sangre en las fotografías de Alessandra Sanguinetti, donde se contrapone la belleza del campo pampeano y la violencia sufrida por los animales. Otro paisaje, el de un bosque incendiado, es el que retratan las imágenes de Miguel Rotschild, cuya superficie material se encuentra también agujereada y quemada. En tanto Hogar, de Matías Duville, despliega la transformación ocurrida al desplegar una casa en la pampa argentina. Y Nicolás Robbio propone con ironía cómo contener un territorio en un receptáculo de vidrio con tierra, sostenido por una barricada.La belleza y la violencia en las fotografías de Alessandra Sanguinetti. Foto: Fundación Proa
Ceremonia nacional (2016) es la videoinstalación de Adriana Bustos proyectada en dos pantallas a manera de díptico. En una aparece un fragmento del documental Olympia dirigido por Leni Riefenstahl sobre los XI Juegos Olímpicos celebrados en Berlín en 1936, durante el régimen nazi de Adolf Hitler y, en la otra, la ceremonia de apertura de la Copa Mundial de Fútbol de 1978 en la Argentina, en presencia del dictador Jorge Rafael Videla. Se observa, así, la analogía entre los modelos propagandísticos de ambos gobiernos. Luego ingresamos en la ambientación Bocanada, de Graciela Sacco, dentro de la cual quedamos rodeados por las bocas abiertas que empapelan las paredes remitiendo al hambre, a la necesidad de comunicación o su imposibilidad, a -tal vez- múltiples expresiones de dolor.
Cuerpos entre la transgresión y la reflexión
La última sala corona la exposición con la significativa performance fotográfica Maresca se entrega Todo destino, realizada por Liliana Maresca y publicada en el número 8 de la revista erótica El Libertino, el 8 de octubre de 1993, en una secuencia de 14 fotos en blanco y negro que muestran a la artista en poses eróticas y de goce con su propio cuerpo. Otro conjunto de fotografías nos acerca a las escenas de la performance La cabalgata realizada por Marta Minujín en vivo en el Canal 7 de televisión en 1964, durante el famoso programa “La campana de cristal”. La artista buscaba mediante una serie de acciones transgredir lo considerado correcto y educado a través de lo lúdico y festivo.Ceremonia nacional (2016) es la videoinstalación de Adriana Bustos. Foto: Fundación Proa
El cuerpo aparece en “Barbecho” (2015), de Mariela Scafati, a través de vestimentas que cubren un lienzo monocromo, tal vez, buscando proteger a ese otro cuerpo pictórico. El marrón del cuadro reverbera al acercarnos a la pieza “Cuerpo, sangre y hueso” (2020), de Juan Sorrentino, integrada por dos cubos de cristal en cuyo interior hay sangre y polvo de hueso. La obra busca la reflexión entre lo físico y lo sonoro, la materia y la experiencia sensorial. Mientras que “Pedazos de las personas que amamos”, de Adrián Villar Rojas, nos lleva a la tradicional naturaleza muerta en un espacio construido por el artista con materiales orgánicos modificados por el paso del tiempo.“Barbecho” (2015), de Mariela Scafati.
Por último (y para dedicarle todo el tiempo necesario) se proyecta Vuela con Aerocene Pacha, de Tomás Saraceno, donde la ecología (el conflicto local causado por la extracción de litio), las tecnologías y energías sustentables (la escultura voladora creada), el respeto a las comunidades locales son ejes de este ambicioso y necesario proyecto.
Y aún hay más cosas que la noche le cuenta al día.
De viajes y valijas
El PAC tiene un programa a través del cual invita a un país, estableciendo un vínculo con un curador del mismo, para elegir un tema a partir del cual realizar una muestra amplia sobre la escena de ese lugar. “En el caso de la Argentina hay mucha producción de arte contemporáneo que apunta a develar aspectos de nuestra idiosincrasia y no exentos de humor, de inteligencia y de poesía”, comentó Duprat a Ñ. Una de las características que remarcó es la de ser un país de inmigrantes con una población que en distintas épocas de crisis vuelve a buscar las raíces de abuelos o padres. La novela de Bianciotti justamente habla de migraciones hacia la Argentina y Europa. Mientras se recorre la exposición en Proa, en algún momento sale a nuestro encuentro una valija que circula con autonomía (y determinación) por el espacio. Ella establece trayectorias azarosas, rectas, circulares. Tal vez nos siga o rehuya. Es una pieza del artista Jorge Macchi quien, con frecuencia, toma objetos de la vida cotidiana para expandir significados generando extrañamiento y sorpresa.
- Lo que la noche le cuenta al día – VVAA
- Lugar: Fundación Proa. Av. Pedro de Mendoza 1929.
- Horario: mié a dom de 12 a 19.
- Fecha: hasta el 3 de junio
- Entrada: general $3000
Fuente: https://www.clarin.com/revista-n/fundacion-proa-mirada-politica-antena-sensible_0_v7jNhfmcgT.html