Cómo llegó el teatro a la ciudad de Buenos Aires
Del inicial Teatro de Operas y Comedias al legendario La Ranchería.
El teatro llega a Buenos Aires en 1757 cuando se edifica el Teatro de Óperas y Comedias en las actuales Alsina entre Defensa y Bolívar. Allí se representaron desde obras de marionetas hasta ópera.
Hay pocas noticias de este primer intento previo al virreinato que durará apenas hasta octubre de 1761 cuando la sala fue clausurada por orden del obispo de diócesis de Buenos Aires que venía insistiendo sobre la inmoralidad que propagaban las artes escénicas y logró su cometido argumentando que las representaciones terminaban muy tarde.
Recién en noviembre de 1783 quedó inaugurada la Casa de Comedias, nombre elegante que será convertido por el público en el menos prosaico de “La Ranchería” en las actuales esquinas de Perú y Alsina.
Allí, Manuel José de Lavardén, uno de nuestros primeros autores teatrales, estrenó en 1789 sus obras Siripo y La Inclusa basadas en temáticas históricas locales.
Manuel José de Lavardén, uno de los primeros autores teatrales. / Archivo
En un principio, los papeles de mujeres los representaban hombres hasta que las chicas se fueron animando.
La Ranchería estuvo en pie nueve años hasta que se incendió a raíz de un cohete disparado el 15 de agosto de 1792 durante una festividad desde el campanario de una iglesia que impactó de lleno en el techo de paja del teatro.
Recién en mayo de 1804, durante el virreinato de Sobremonte quedará inaugurado el Coliseo, llamado Provisional porque se había proyectado uno definitivo, en las actuales esquinas de Reconquista y Rivadavia, en el terreno que hoy ocupa el Banco Nación. Pero el “definitivo” nunca se construyó.
El “Coliseo Provisional”, propiedad de Don Olaguer y Feliú, era más amplio que su antecesor. El público estaba repartido en palcos, galerías, tertulias, cazuelas, bancos, gradas y las más baratas, las entradas de pie.
Durante el virreynato de Juan José de Vertíz y Salcedo se creó La Ranchería. / Archivo Clarín
Un espacio de sociabilidad
El Teatro le dio nueva vida a la ciudad y sumó variedad a las no muchas diversiones de la élite de “vecinos” y “vecinas”, en un espacio de sociabilidad nuevo que, además de cultura y entretenimiento, significaba un lugar donde “lucirse”, en la vestimenta y los modales y para las chicas, junto con el sagrado recinto de la Iglesia, cruzar miradas con algún muchacho en edad de merecerlas.
Trajo además una nueva categoría de personajes a la ciudad: los comediantes o artistas, término que incluía a actores, actrices y músicos, tramoyistas, escenógrafos y empresarios teatrales, gente de mundo, con la mente más abierta y portadora de muchos menos prejuicios que la media de la ciudad puerto.
Pero la sociedad seguía siendo muy pacata y conservadora y las actrices estaban en el ojo de la tormenta. Por ejemplo, Antonina Montes de Oca, que había iniciado su carrera en los cafés cantantes, remotos antecedentes de los cafés concerts de los 70, fue desterrada a Montevideo en 1805 por llevar una “vida escandalosa” y cultivar “amistades pecaminosas”.
En aquel contexto tan moralista e intolerante para algunas cosas, y tan laxo y tolerante para otras como el contrabando y la corrupción, nadie debía siquiera intentar aprovechar el espectáculo para otros menesteres como vincularse con las damas.
Para evitar el trastorno, ahí estaba el reglamento emitido por Vértiz y reforzado por Sobremonte que obligaba a la separación de los sexos en palcos y camarines. Se prohibía la venta ambulante y la entrada de niños de pecho para evitar molestias a los espectadores.
Comenzaba una larga y rica historia, la del notable teatro argentino una marca indeleble de identidad cultural que abarca gran parte de país y que tiene en Buenos Aires un centro notable de producción ostentando con orgullo sus temporadas con centenares de obras.
Fuente: https://www.clarin.com/viva/llego-teatro-ciudad-buenos-aires_0_J0ZDcXKLrc.html