Gabriel Rolón y la muerte
Gabriel Rolón: «La muerte se vive solo, como el orgasmo». El escritor y analista argentino participó de una charla junto a Cynthia Willa, en la Feria del Libro, en un encuentro que transcurrió sobre el circuito imprevisible de los duelos.
POR JULIETA GROSSO
Con la excusa de entretejer los planteos de sus últimos libros –«El duelo» en el caso de él y «Papá querido«, en el de ella- los escritores y analistas Cynthia Willa y Gabriel Rolón protagonizaron una de las charlas más convocantes del domingo en la Feria del Libro, en un encuentro que discurrió sobre el circuito imprevisible de los duelos, el equívoco de fundar una relación en la idea de completud y los alcances del amor, al que coincidieron en definir como «un engaño maravilloso».
En un intercambio moderado por el periodista Luis Novaresio que no esquivó las ironías y las chicanas sobreactuadas sobre el vínculo que une a Wyla y Rolón -que además de haber escritos textos a cuatro manos mantienen un vínculo sentimental- la dupla jugó al contrapunto de miradas en torno a la muerte y el deseo, aunque en la mayoría de los casos terminaron retroalimentando sus posturas.
Tras leer fragmentos de los textos de ambos bajo la hipótesis de que dialogan secretamente, Novaresio inquirió a Rolón acerca de la elección del término «ensombrecido» que utiliza el escritor para definir una de las etapas del trance que describe en su texto «El duelo». El psicoanalista citó a Freud cuando describe la melancolía como una enfermedad donde «la sombra del objeto cae sobre el yo» y pasó a describir la manera en que la ausencia del ser amado se cristaliza en los pensamientos de quien lo evoca, «de un modo afantasmado, fatalmente presente». Y acotó: «Eso es algo extraño de los seres humanos, que es tener presente lo que ya no está, poder vivir con presencias que son ausencias en sí mismas».
Enseguida, Rolón aclaró que no estaba dando cuenta solamente de una ausencia interpuesta por la muerte: «Cuántas veces uno se da cuenta de que hace tiempo que se había ido de un vínculo, de una relación». Y en paralelo a una descripción del duelo ofreció también una interpretación sobre la manera en que el enamoramiento opera en la construcción del otro como una ficción, distante acaso de la realidad, pero en definitiva la versión que se añora cuando se disuelve una pareja.
«Empezamos a construir en nuestra psiquis una imagen del sujeto amado muy propia. Yo tengo aquí al lado a Cynthia, pero la Cynthia que tengo en mi cabeza es otra. Ahora, si yo la llego a perder, en la realidad se irá ella (la que tengo al lado) pero la que me habita, no», señaló a propósito de la escritora que es también su pareja. Y cerró: «Elegí el término ensombrecido porque quien transita el duelo está caminando por debajo de la existencia permanente de algo que ya no existe».
La charla derivó hacia la necesidad de transitar el duelo y no dejar fosilizada la pérdida. «Un duelo no puesto en palabras es un duelo no resuelto», dijo el autor de «Historias de diván» y «Los padecientes», y conectó su definición con lo que abruma a María, la protagonista de «Papá querido», la novela de Wyla que narra lo que le ocurre a una mujer cuando recibe el llamado de su madre, quien le comunica que su padre, con el que ha cortado relación 20 años atrás a partir de un episodio traumático, se encuentra a punto de morir en una clínica en Florida.
«María o cualquier persona que no pueda procesar un duelo está en ruinas. El duelo es la búsqueda activa de un lugar sin escombros, sin ruinas. Entonces, cuando perdés algo o alguien que amás, porque crecemos y en la vida todo el tiempo estamos perdiendo. Por eso, el desafío más grande que tiene una persona es reconstruir la vida a cada momento, porque en cada instante perdemos: sueños, ilusiones, cosas, deseos, amores… -apuntó-. Perdemos el pasado que vivimos, los sueños que construimos y que no hemos podido alcanzar».
Rolón completó la idea de su compañera de mesa y fue más allá: «En realidad, vivimos en un mundo engañoso, todos vivimos en la ruina de lo que ha sido nuestra vida -postuló-. Somos seres en permanente duelo». El autor de «Palabras cruzadas» volvió a aclarar que no se refería estrictamente a la muerte: «Por el contrario, el duelo es la batalla fatal, injusta, que da alguien, solo para no morirse con lo que ha perdido. Alguien que asume que no le queda más que recorrer un camino y aceptar que va a haber cosas que no va a tener para poder recuperar el sendero del deseo. Alguien que ha entendido que a partir de una pérdida nunca más se es el mismo».
«El duelo nos devuelve diferentes: con algo que ya no tenemos y con algo que no teníamos antes de perder. Lo maravilloso es que con lo que perdemos se va algo de nosotros también ese recorrido nos deja un material, una arcilla con la cual podemos modelar algo que tenga con otra vida y con nuestro deseo, si sabemos escuchar -planteó Rolón-. Hay personas que solo transitan el duelo en modo melancólico, hay quienes persisten en la infancia y la infancia ya no está, hay quien elige quedarse en un vínculo o en un amor que ya no está».
En ese momento de la escucha masiva y silente de la llenísima sala José Hernández llegó uno de los tramos más potentes de la tarde: «Nadie duela por vos, nadie muere por vos ¿Por qué da tanto miedo la muerte? Porque morimos totalmente solos, aunque estemos rodeados de 36 familiares. La muerte se vive solo, como el orgasmo. Aunque estemos haciendo el amor con alguien el orgasmo es mío, lo siento. Nuestra vida es sola, el resto es un engaño. El amor es un engaño maravilloso», enfatizó.
Wyla intervino para matizar la idea de embuste. «El amor es una ventaja. Su ventaja es enfrentar ese saber, ponerlo entre paréntesis. El amor siempre es una buena noticia», dijo. Enseguida, Novaresio intervino para marcar risueño el optimismo de la autora de obras como «Pasiones en guerra» y «El cuerpo prohibido» por sobre la mirada más sombría de su compañero de mesa. «Me gusta más Cynthia», dijo el periodista, a lo que Rolón acotó: «A mí también, qué vivo».
«¿Quién se enamora de una persona de verdad? Seamos sinceros -arengó el autor de «La voz ausente»-. El enamorado construye al amado a su gusto y piacere. Entonces, el amor es un engaño maravilloso, una ventaja para transitar una vida dolorosa. No existe esta posibilidad del complemento de un otro que encastre con vos, esta idea de la media naranja. Pero el amor sí tiene una ventaja: por un rato te sostiene en una incompletud que no duele. Yo me pongo a la idea de que el amor te tiene que completar, que vos te enamoraste y no necesitás más nada, que vos sin el otro te morís».
«Los enamorados suelen decir ‘sin vos me muero’. Es peligroso pensar de esa manera, porque si yo me muero si vos me dejás, entonces quiere decir que tengo que tolerar cualquier cosa. ¿Quién de los que está acá no perdió a alguien amado? Yo los veo muy vivos», subrayó.
Wyla intervino para expandir la idea de Rolón, con el que co-escribió la obra teatral «El amor y las pasiones», además de haberse presentado en escenarios de todo el país con la pieza «El lado B del amor». «Este malentendido del lenguaje tiene que ver con no poder completarse con los seres en falta que somos. El amor no escapa a esto, ninguna emoción escapa a esto, ni siquiera el dolor», señaló.
La conversación derivó en un nuevo posicionamiento sobre la naturaleza del deseo en las parejas. «No entiendo a las parejas que quieren hacer todo, pero todo, juntos, ¡No! Van a matar el deseo -alertó-. Siempre tiene que hacer algo que no se puede, un ‘yo quería un poco más’. Y sí, por eso estamos juntos. Porque buscamos ese poco más. Es fundamental entender que como seres humanos nos movemos en un mundo insatisfecho. ¿Sabés quién es la persona que amás? No es aquel que completó todas tus fantasías, te dio todos los gustos y sació todos tus deseos. Es aquel que puede mantener tu grado de insatisfacción en un lugar que no duele».
Wyla adhirió a la idea del escritor alegando la necesidad de vivir en insatisfacción. «Hay una insatisfacción necesaria para no colapsar, porque justamente el deseo tiene que ver con la falta. Uno desea lo que no tiene -dijo-. Vivimos en una vida exigente y exitista que nos propone desear más. Me parece que esto involucra el peligro de no disfrutar. Es interesante poder comprar un chocolate, pero también disfrutar de degustar ese chocolate y luego recordar el sabor del chocolate. El deseo no tiene que terminar o desaparecer cuando es satisfecho».
«Freud decía que los síntomas toman las modalidades de la época. Creo que lo sintomático de esta época es el exitismo, el mantenernos insatisfechos todo el tiempo. Y si bien esto es algo constitutivo, tenemos que luchar y darnos cuenta de que cuando hemos alcanzado un sueño hay que hacer una pausa y detenernos a mirar y disfrutar. Porque si, se da vuelta muy rápido. Y cuando vos das vuelta muy rápido la página de un libro, hay cosas que no llegás a entender», aseguró la abogada y escritora.
Rolón desgranó su perspectiva sobre el tema. «El deseo no va a desaparecer -indicó-. El sueño del enamorado es detener el deseo del otro pero eso no es posible. Lo maravilloso de la persona que amás es que por un rato te permite tener ganas de detener ese deseo. Y cuando el deseo empieza a moverse, porque tarde o temprano se va a mover, en vez de saltar enloquecido para cualquier lado, lo que hace el amor es que ese deseo se regule».
Sobre el final, el psicoanalista, a pedido de Novaresio, explicó su objeción sobre la esperanza. «La esperanza nos detiene. El deseo nos empuja a sostenernos en lo que debemos ser pero la esperanza supone esperar lo que vos deseás que ocurra desde el lugar de la impotencia. Hay una teoría que dice: ‘Si vos deseás algo mucho, lo atraés’. ¡Mentira! ¿A quién se le ocurrió semejante estupidez? Cuando vos deseás algo es más fácil que suceda pero no porque lo atraés sino porque vos vas hacia lo que deseás», subrayó. Poco después, entre cerrados aplausos culminó el intercambio y la dupla se quedó largo rato charlando y prestándose pacientes a la sesión de fotos con sus lectores.
Fuente: Télam