La violencia y el acoso escolar, incluido el ciberacoso, son frecuentes y afectan a muchos niños y adolescentes. La Unesco designó el primer jueves de noviembre como Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela, reconociendo que la violencia en el entorno escolar atenta contra los derechos de los niños y los adolescentes, la salud y el bienestar. Sobre esta problemática opinó para Télam Zelmira May, especialista del Programa Educación de la UNESCO para Argentina, Uruguay y Paraguay, Oficina Regional de Ciencias para América Latina y el Caribe.

POR ZELMIRA MAY04-11-2021

Un informe publicado recientemente por la Unesco revela que más del 30% de los alumnos han sido víctimas de acoso en el mundo

En los entornos escolares, los niños y niñas son potenciales víctimas de un tipo de violencia que limita, y puede llegar a privarlos de su derecho fundamental a educarse. Lo peculiar de esta situación es que la violencia no siempre se expresa por un único emisor. Las agresiones, ya sean físicas, verbales, psicológicas y hasta sexuales son perpetradas por alumnos, docentes y otros miembros del personal educativo, siendo la violencia entre compañeros la que se expresa con mayor frecuencia.

Un informe publicado recientemente por la Unesco revela que más del 30% de los alumnos han sido víctimas de acoso en el mundo, arrastrándolos a sufrir consecuencias nefastas en materia de rendimiento y abandono escolar, además de profundas secuelas en la salud física y mental. Y aunque todos los estudiantes están expuestos a ser el blanco de estas agresiones, los hechos demuestran que quienes son considerados «distintos» por la mayoría, ya sea por una u otra razón, son los más castigados. La apariencia física, las diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, además del género, son algunos de los impulsos que generan el acoso, fundamentalmente atacando el hecho de no responder a las normas mayoritariamente aceptadas y a los estereotipos establecidos en cuanto al estatus social, género o algún impedimento físico concreto.

La coyuntura actual, atravesada por la pandemia y el auge del mundo digital, posicionó al ciberacoso como una forma de violencia que afecta a un gran número de alumnos. Se trata de una forma de intimidación psicológica y sexual que tiene lugar en línea y esta orientada a propagar rumores, difundir informaciones falsas o mensajes hirientes, fotos o comentarios embarazosos, con ánimos de excluir a alguien de las redes sociales u otros medios de comunicación.

Ya sea a nivel presencial o digital, las consecuencias que genera esta trama de agresiones violentas, muchas de ellas silenciadas por las víctimas, incluyen el socavo en el sentimiento de pertenencia a la escuela, afectando el acceso a la educación. Los niños que son acosados con frecuencia son más propensos a manifestar un sentimiento de exclusión y el deseo de abandonar la escuela y sus rendimientos son inferiores a los de sus compañeros no violentados. La evolución más radical, y no por ello menos frecuente, conlleva fuertes sentimientos de soledad y hasta ideas suicidas, ligados a mayores tasas de consumo de tabaco, alcohol o cannabis, menos satisfacción con sus vidas y estado de salud.

Las respuestas eficaces ante este panorama deben construirse desde abordajes holísticos e interdisciplinarios, y disponer de una combinación de políticas e intervenciones constantes y permanentes. Esto se conoce formalmente como el «enfoque global de la educación». Desde esa perspectiva, la Unesco ha diseñado una serie de elementos esenciales que trascienden los límites de la escuela, los cuales empiezan por contemplar un liderazgo político fuerte y un marco jurídico sólido para identificar, prevenir y combatir la violencia escolar.

Esto se enlaza, necesariamente, con una formación de los docentes en materia de violencia y acoso, y con planes de estudio, aprendizajes y enseñanzas que generen un ambiente escolar más seguro. Velar por un entorno seguro en las en las aulas incluye disponer de mecanismos de alerta y de servicios de apoyo y de orientación. Y la familias también adoptan un rol central. Sobre todo, involucramiento, empoderamiento y participación. Verbalizar, hablar, denunciar. Apostar al diálogo y nunca callar. Construir una colaboración entre el sector educativo y otros actores estratégicos para monitorear el seguimiento y la evaluación de las respuestas implementadas.

Poner en relieve las graves consecuencias de estos asuntos ayuda a construir un entorno transparente con capacidad de mejora, para una vida más plena en la niñez y para garantizar los derechos de niños, niñas y adolescentes.

Fuente: Télam