Alberti, un pueblo para conocer
Ciudad chica, pueblo grande, Alberti es el lugar de la siesta impávida y una obra arquitectónica tan sorprendente como habitual en la provincia, la de Francisco Salamone.
Alguna vez, hace muy poco, viví en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Dicen que pasar el primer invierno y seguir allí es señal de “aquerenciamiento”. Los inviernos pampeanos son duros y solitarios. El cielo tiende a un gris constante, los que andan en bicicleta meten las manos en los bolsillos y los niños casi no juegan a la pelota. Todo lo que vive busca el reparo del frío glacial. Tengo muy presente cuando descubrí la primera helada. Era temprano y el campo había amanecido cubierto de blanco, sin embargo, no entendí de inmediato qué era lo que veía del otro lado de la ventana. Salí y observé las hojas, el pasto, el agua congelada reteniendo una flor lánguida. Aquello que había fulgurado en primavera resistía bajo una fina capa de hielo. Era invierno y mientras los habitantes buscábamos el calor del fuego, el campo nos ofrecía una belleza extrema.
Alberti fue fundado en 1877 por Andrés Vaccarezza, el hombre que trajo el primer molino a vapor al país; aunque el partido, con nombre homónimo, se constituyó en 1910. Está ubicado en el centro norte de Buenos Aires y tiene cinco localidades circundantes al pueblo cabecera: Mechita (17 km), cuya jurisdicción es mitad de Alberti, mitad de Bragado; Pla (12 km), con su Club Ciclón devenido bodegón y una biblioteca en la antigua estación de tren; Achupallas (33 km), “pueblo de amigos”, donde se celebra la fiesta del mate; Coronel Seguí (30 km), y Coronel Mom (33 km), con la jubilosa murga “Retumba Mom” y la tradicional fiesta del pollo. Queda a 189 kilómetros del Obelisco, tiene 12.800 habitantes y una extensión de 6,4 kilómetros cuadrados.
Hay noches en que todo es oscuro y las estrellas son muy brillantes, razón por la cual se está desarrollando un observatorio astronómico en una escuela rural abandonada. Desde la estación se oye el silbido del tren que llega de la gran ciudad, y en cada conversación, los apodos más gloriosos con su remate de apellido: “El Manchado Garro”, proveedor de chorizos a todo el condado; “Pitinga Coronel” y “El Chato Ciruli”, personajes entrañables; “El Checho Espada”, segunda generación de bicicleteros. Si una tarde la lluvia es constante, alguien dirá “se acomodó para llover”. Pero, de todo lo que escuché, existe una frase mayor, la primera que alzan como bandera y que podría formar parte del diccionario de los pueblos: “Acá nos conocemos todos”. Puedo decir que alguna vez, hace muy poco, viví en un lugar así.
Hotel España: Un espacio para el recuerdo
Fue construido en 1906 y comenzó a funcionar en 1911. Restaurante y hotel con 17 habitaciones alrededor de una galería, donde también se hicieron algunos velatorios de la época. Los propietarios que más tiempo lo tuvieron fueron los hermanos Rossón, que llegaron a estar al frente unos 60 años.
Cuando emigraron de Europa a América, en 1936, su madre les regaló una botella de sidra que cruzó el Atlántico y llegó a Alberti intacta. Al ingresar al restaurante del Hotel España se podía ver la botella colgando del techo, como reminiscencia de una vida pasada. Después de los hermanos Rossón, el lugar quedó abandonado durante 20 años, incendio de por medio que destruyó casi todo. En 2010, el albertino Eduardo Beraza, quien a los 10 años iba al Cine Roma y después al Hotel España a comer un sándwich, compró la propiedad derruida y contrató un arquitecto para que la refaccionara en 10 meses. En 2011 se inauguró el lugar reciclado a nuevo, con diseño y estructura original.
Hotel España, “testigo y protagonista de la historia de Alberti”, dice la tarjeta de Eduardo. Funcionó un tiempo como restaurante hasta transformarse en espacio de exposición de más de 10.000 objetos. En las diferentes habitaciones, hay un almacén de época, un consultorio médico, una barbería y un homenaje a Ricardo Bochini, jugador estrella de Independiente. En el salón principal, entre vitrolas, lámparas, relojes está la botella de sidra de aquellos hermanos inmigrantes, todavía sin descorchar.
- Hotel España Rivadavia 51. Por visitas, comunicarse al (02346) 65-2992.
Arquitectura Salamone
Francisco Salamone, el arquitecto que supo fusionar movimientos como el expresionismo, funcionalismo, futurismo, racionalismo y neocolonial, proyectó, entre 1936 y 1940, un centenar de obras que fueron construidas en 40 localidades de la provincia de Buenos Aires. Entre esas, Alberti.
El Palacio Municipal, cuya terraza ofrece una vista aérea y panorámica, el Monumento a la Bandera, en la plaza General Arias, el frente de la Escuela Secundaria N° 2, que antiguamente funcionó como Casa Municipal y Club Social, la morgue del cementerio (que nunca se utilizó como tal) y el portal de ingreso al bellísimo Parque Municipal son las cinco obras que Salamone tiene en esta localidad.
- Circuito Salamone T: (02346) 59-3686. turismo@alberti.gov.ar @AlbertiTurismo
Il Vinaietto
Laura Bellusci y Marcelo Altamirano crearon Il Vinaietto en febrero de 2021. Ella es hija de Julio César, carpintero apodado “Pinotea Bellusci”. Marcelo es hijo de Juan Altamirano, uno de los primeros heladeros del lugar. Il Vinaietto surgió al tiempo que Marcelo tuvo un problema de salud del que afortunadamente salió airoso. Después de esa experiencia decidieron hacer un emprendimiento que les diera placer.
Comenzaron a transitar el fascinante mundo vitivinícola y llevaron a Alberti una novedad, la venta online y puerta a puerta de vinos seleccionados. Si bien los dos se ocupan de elegir, Laura es la cara visible del proyecto y la sommelier que asesora a los clientes. Viajan a hacer degustaciones a Mendoza, Salta, Italia, donde sea que el terroir los llame. Su catálogo cuenta con una descripción específica de 100 etiquetas de 45 bodegas boutique con vinos nacionales e importados. Además, ella es fanática del gin; “buenos vinos, gin y deli”, dice en su cuenta de Instagram.
- Il Vinaietto T: (02346) 64-3287. @ilvinaietto.alberti
Fuente: La Nación