Alentar a los chicos a la lectura

Gigliola “Canela” Zecchin, Ana María Shúa, Pablo De Santis, Franco Vaccarini y Fabián Sevilla pasan del otro lado del mostrador y reflexionan sobre la construcción del camino lector en la infancia: juegos, ideas y experiencias

Cómo alentar a los chicos desde la primera infancia para estimular el hábito de la lectura es una pregunta recurrente entre padres, madres y, también, docentes. Especialistas y teóricos coinciden en que no existen fórmulas infalibles ni un método único. El primer paso para empezar a recorrer ese camino es similar a lo que hacemos los adultos cuando los bebés se largan a caminar: tomarlos de la mano, generarles confianza y acompañarlos en esos primeros pasos. Claro que será muy difícil (aunque no imposible) construir un lector sin la guía de otro lector más experimentado.

El libro La literatura en los tiempos del oprobio, publicado recientemente por Jitanjáfora y Letra Sudaca, reúne materiales inéditos (ensayos y conferencias) de Liliana Bodoc. En el texto que da título al volumen, Bodoc escribió: “Las palabras son semillas […] Si las esparcimos en la buena tierra de nuestros niños, vamos a tener una gran cosecha”.

Esa “siembra” de palabras, contenidas en cuentos e historias de todo tipo, es una de las claves de esta cuestión. La pregunta que surge a partir de esa frase, entonces, es: ¿cómo, de qué manera, con qué recursos y / o estrategias, podemos sembrar las semillas de la lectura en “la buena tierra de nuestros niños”? LA NACION trasladó la inquietud a cinco grandes autores nacionales que escriben libros para chicos y adolescentes y trabajan en la difusión de la lectura.

“Un placer que ensancha la casa de la vida”

Gigliola Zecchin, conocida popularmente como Canela, dice: “Cavando en nuestra propia infancia, podemos encontrar fácilmente esa semilla que alguien plantó. Algo quedó en recuerdos que se rescatan, a veces muy intensos. Puede ser una voz, la de la abuela o la de ese padre que nos ha leído cada noche al borde del sueño, o en un día lluvioso de encierro y aburrimiento. Quizá en las vacaciones, en los viajes. Más lejos, una bibliotecaria, nos dio ‘ese’ libro con convicción: ‘Ah…este es especial para vos…’ (y adentro del libro nos esperaba la semilla), o en una librería en la que encontramos ese libro de monstruos que quisimos llevar a casa, por fin lo recibimos y en el bolsillo del monstruo de ese libro que nos intrigó, estaba ‘esa semilla’.”

“Desde el ‘contámelo otra vez…’ de los más pequeños hasta la comprensión, el hábito y el placer de la lectura (un placer que ensancha la vida) hay un territorio que tenemos que abonar…con libros, con todos los libros posibles, en casa, en la escuela, en la mesa de luz, en la biblioteca del barrio… Quizá el secreto resida en que siempre haya libros cerca de los chicos y de los adolescentes (no los olvidemos). Libros usados, prestados, comprados, heredados, que formen parte del mundo que los rodea. Para que estén al alcance de la mano y se produzca ese encuentro amoroso: el nuevo lector ha debido ser cautivado, encontró ‘su libro’, ‘su personaje’, ‘su autor’. Allí, en esa experiencia fundante, es donde la semilla echa raíces y el placer de la lectura, el placer de dejarnos envolver por las palabras, se instala con suerte para siempre en la buena tierra de nuestros niños, fértil para las emociones y la ansiedad de aventuras y descubrimientos”.

‘El juego de leer’ es fecundo, crece y perdura más fácilmente cuando tenemos la suerte de nacer y crecer en una familia en la que la lectura es parte de las costumbres, cuando integra el paisaje cotidiano y es felizmente motivo de intercambio y conversación. Los responsables políticos del área de la cultura y la educación saben que donde no hay libros ni frecuentación de la lectura, la pobreza es más profunda. Y saben que se debiera favorecer el acercamiento a los libros no solo a través de la escolaridad de los niños sino a la vida activa de los adultos. Y orientar a las familias que no solo carecen de abrigo, vivienda y alimento sino de un mínimo acceso a la lectura y a los libros”.

La autora, editora y periodista aporta, también, pistas que acercan los libros a los chicos. Para Canela, los “lugares propicios” son:

-La Feria del Libro Infantil y Juvenil (gratis, hasta el domingo, en el ex CCK).

-Un rincón de lectura y una biblioteca en cada casa.

-La librería cercana (para ver qué libros hay y cuánto cuestan).

-Una feria de libros usados.

-La librería en el lugar de veraneo.

-La biblioteca del colegio (y la fantástica hora de lectura silenciosa)

-La biblioteca popular del barrio

La autora de La hogueraúnico título argentino que integra este año la lista de honor de IBBY (organización sin fines de lucro que representa una red internacional de personas de todo el mundo comprometidas en la difusión de la lectura en la infancia), tiene diez nietos que tienen entre 24 y 6 años. Esa “experiencia” (además, claro, de su trayectoria en la literatura) la respalda para aportar “juegos y propuestas” que estimulan la pasión por los libros. Para los más chicos recomienda:

-El juego de leer de a dos en voz alta, un párrafo cada uno, o, una página cada uno.

-El juego de intercambiar los libros con los amigos.

-El juego de tapar las ilustraciones e inventar el texto.

-El juego de tapar el texto e inventar las imágenes…

-El juego de leer y dejar palabras en suspenso para que el que escucha la complete.

Para los adolescentes:

-La pijamada de libros: una “juntada” en la que cada uno lleva un libro y se lee.

Para toda la familia:

-El chanchito lector: ahorrar para comprar un libro (el chanchito alcancía se puede crear con una botella de plástico).

La potencia de la palabra literaria

En “Mentir para decir la verdad”, charla que dio Bodoc en octubre de 2012 en el marco de una jornada TED y que también está incluida en el libro La literatura en los tiempos del oprobio, la autora de la Saga de los confines dice: “Somos palabra, por eso somos seres humanos. Claro que hay muchas clases de palabras. Si a mí hay una que me interesa en particular compartir con ustedes es la palabra poética, la palabra literaria y esa fenomenal potencia que tiene para atravesarnos”.

Ana María Shua, que también escribe para chicos y grandes, asegura que suele escuchar con frecuencia la pregunta sobre cómo crear lectores: “Es algo que me preguntan mucho y es una pregunta que me resulta misteriosa. Si uno ama la literatura, la lectura, los libros, se lo va a transmitir a los chicos de una manera natural. El problema, para mí, no es que los chicos no lean: es que los grandes no leen. Entonces, lo que les transmiten a los chicos es eso que ellos mismos sienten en relación con la lectura: es una actividad buenísima, muy importante, digna de aplauso, una especie de ideal imposible con el que todos deberían cumplir…pero no cumplen. Quien siente pasión por los libros, para empezar, atrae con su propio ejemplo. Y les lee a los chicos en voz alta porque necesita compartir esa pasión por la palabra, simplemente no lo puede evitar. A los chicos les encanta que les lean hasta bastante grandes, incluso cuando ya saben leer, pero no todavía lo bastante rápido como para disfrutar textos largos. Vale para padres y docentes”.

Canela, Ana María Shua, Pablo De Santis, Franco Vaccarini y Fabián Sevilla
Canela, Ana María Shua, Pablo De Santis, Franco Vaccarini y Fabián Sevilla

Pablo De Santis, autor de libros para chicos, grandes y medianos e integrante de la Academia Argentina de Letras, no está convencido sobre el “poder” de los autores para estimular la lectura temprana. Así lo explica: “La capacidad de contagiar el amor por la lectura es una habilidad que tienen ciertas personas, a veces por naturaleza y otras por formación. No creo que los escritores, por el solo hecho de escribir, seamos especialmente capaces de invitar a los niños a la lectura, excepto en lo que se refiere al funcionamiento mismo de los libros, a la autenticidad de la escritura, al compromiso con la imaginación. Una vez que terminamos de escribir el libro, nuestro poder de convocatoria se termina. Mi capacidad de convencimiento no funciona ni siquiera conmigo mismo. Cuando mi voluntad me exige que termine de leer un libro que ya me resulta un poco pesado, mi inclinación natural me lleva a empezar uno nuevo”.

Son muchas las estrategias a las que los adultos podemos echar mano para sembrar la semilla de la lectura en los más jovencitos. Pero, ¡ojo al piojo!, debemos tener en cuenta que no todos los niños o adolescentes reaccionan ante esas estrategias del mismo modo o al mismo ritmo, por el simple hecho de que no hay un solo ‘modelo’ de infancia o adolescencia: que hoy no guste de leer no significa que mañana no vaya a agarrar un libro o empiece a leer en la compu por su propia cuenta”, reflexiona Fabián Sevilla, escritor y profesor de Lengua y Literatura. Autor de libros como Alicia a través de la pantalla y Mi parte favorita de la vida, entre muchos otros, considera que es “una falacia pretender que las nuevas generaciones establecerán la misma relación con la lectura y los libros que la que hemos establecido las generaciones más veteranas”. Por experiencia propia sabe que “cada chico o adolescente va a leer a su manera, según sus gustos, sus necesidades, sus tiempos, sus preferencias y, además, dependiendo de las prioridades que les enseñemos a establecer frente a los demás consumos culturales que hoy tienen a su disposición”.

En este punto tal vez sea necesario aclarar que estamos hablando del hábito de la lectura y, aunque la palabra que aparece relacionada es “libro”, no dejamos afuera en la construcción del camino lector a los recursos digitales y tecnológicos que existen en la actualidad. Si la premisa es estimular el hábito de la lectura no debería importar tanto cuál es el soporte de los textos. Tampoco, los géneros: las madres y los padres de adolescentes sabemos bien que muchos se fascinan con los cómics y las historietas y, tal vez, se resistan a “agarrar” una novela o un volumen de cuentos. Ni hablar si se trata de poesía (aunque cada vez hay más libros ilustrados con poemas que son maravillosos; muchos forman parte de las recomendaciones semanales de mi columna ¿Qué vas a leer con tu hijo esta noche?, de la nación.com/cultura).

Pero volviendo a la cuestión del “formato” libro, en las escuelas urbanas cada vez se incentiva más el uso de plataformas digitales para acceder a textos literarios o de no ficción. En ese punto, Sevilla, como docente, insiste: “La escuela es fundamental en ese acto de ‘sembrar’; es más, su función es la de formar lectores. Sin embargo, es fundamental que la siembra comience antes de que los chicos entren en el sistema educativo, o sea, que se inicie en el hogar o en un entorno en el cual los adultos que los rodean se pongan en el doble rol de motores y de modelos. Motores en el sentido de que, desde la primerísima infancia, se ocupen de generar un ambiente en el cual la lectura se vuelva un hábito natural, que no duela, que no resulte trabajoso… lo cual implica simplemente brindarles las primeras experiencias lectoras: narrarles ficciones desde que son chiquitos y, a la par o después, leerles para que en algún momento pasen a leer con otros -entiéndase adultos o niños- y de ahí puedan dar el salto para que lean solos. En cuanto al papel de modelos, los adultos debemos mostrar a las nuevas generaciones que también leemos para que por imitación ellos quieran hacerlo: no podemos pretender que hagan lo que nosotros no hacemos, de lo contrario el mensaje que recibe esa ‘buena tierra’ es que ellos y solo ellos deben ser lectores mientras que los grandes ya estamos exentos de serlo. Y leerles o leer con ellos es algo que debería mantenerse como hábito cuando ya son capaces de leer solos”.

Para Sevilla, “el otro mensaje que reciben es que la lectura es algo que se reduce a lo escolar, al aula, a lo que ‘la seño da para leer y, por ende, se trata meramente de algo que se debe aprender como una tarea, hacer porque ‘me obligan’, cumplir para conformar a los grandes, cuando -según mi criterio- ser lectores es un proceso que tiene un comienzo, pero no acaba llegada cierta edad: se es lector para toda la vida. El gusto es algo que no se puede enseñar ni aprender; en cambio, sí podemos transmitir el entusiasmo para que nos imiten en el acto de la lectura y sientan su propio, personal e irreplicable entusiasmo por recibir y también brindarse el placer de la experiencia lectora”.

Franco Vaccarini, autor de El robo de la Mona Lisa y La noche del meteorito, entre otros títulos para diversas edades, aporta sus experiencias en contacto con alumnos. “Visito muchas escuelas a lo largo de un año; de diferentes niveles socioeconómicos. Colegios privados y públicos, escuelas de adultos y también preescolar. En esa práctica constaté algo que conocí de primera mano en mi propia infancia: el amor por los cuentos nace desde la voz de nuestros mayores. Las personas que nos contaron historias conforman una suerte de escuela de calor, que recordaremos toda la vida. El cuento narrado en voz alta es el principio. El libro es otro tema. Es una tarea simple y también sofisticada. Leer es diferente, por ejemplo, a la música, donde podemos conectar de modo instantáneo. La lectura en voz alta es un paso, pero hay que llegar a la instancia donde el joven lector vaya por sí mismo al libro, se haga ese tiempo y el espacio a través de su voluntad”.

Ahí vuelve a surgir el cómo, de qué manera, con qué recursos. Y Vaccarini sugiere: “Podemos sembrar con ingenio algunas cuestiones. Por ejemplo, derribar el mito de que los cuentos son mentiras. Los que han leído suficientes cuentos de hadas saben cuánta realidad hay, por ejemplo, en La niña de los fósforos, de Andersen. ¿Acaso nunca murió un niño de frío? Pero eso no significa que se debe poner el realismo por encima de otros géneros, porque, como decía Hebe Uhart, en todo hay enseñanza. En la intriga de un policial, en el terror, en la ciencia ficción. Hace un par de años, en un encuentro con adolescentes en un club de Villa Lugano, una chica me preguntó por qué deberían leer libros, si cuentan mentiras. Es una idea muy arraigada en el no lector de cierta edad. Es fácil de refutar. Le di el ejemplo de Los miserables, de Víctor Hugo, de cualquier novela de Julio Verne, del Drácula, de Bram Stoker, que nos pone al día de todos los adelantos tecnocientíficos de la época. La realidad siempre aparece en las ficciones. Y lo mismo pasa con los autores contemporáneos. El lector más experto acepta el reto de la ficción, sin condiciones. Acepta, por un lapso de tiempo, meterse en un mundo abstracto, delicioso, como la reina de la colmena acepta la jalea real”.

Otras claves son:

-”Sembrar la idea de que lo me gusta está bien. Si me gustan los cuentos de terror, adelante, porque estamos asentando un hábito: hacerme un tiempo y un espacio para leer. Ese hábito después puede conducirnos a otras lecturas y géneros o no. Si un chico obtiene el entrenamiento de quedarse quieto y en silencio para leer, la batalla está ganada”.

-”También es bueno sembrar la idea, con el tacto necesario según la edad, de que hoy la rebeldía pasa por educarnos, por estar atentos. Si nos quieren distraídos y dispersos para estar a merced de un sistema vampírico, hagamos nuestra voluntad, obedezcamos sí, pero nuestras propias órdenes. La escuela y la biblioteca siguen siendo los mejores lugares del mundo”.

-”Derribar el mito de que hay que hablarles del modo en que ellos hablan. La idea es mostrar otras formas, otros mundos, otras posibilidades, más allá de la pequeña comarca de rutinas. Y la forma en que usamos el idioma es parte de esas rutinas. Si estamos encerrados entre cuatro palabras, que nos impulsan a los mismos estímulos repetitivos… ¿les vamos a ofrecer más de lo mismo? La literatura está para expandir, para romper esquemas y armar una realidad más amplia. No hay mayor tecnología que la palabra, y está al alcance de todos, aunque a veces parece un bien solo para privilegiados”.

-”Para animarlos a hablar, para que se apropien de las palabras, se les puede pedir que nos cuenten un sueño, una pesadilla. Casi sin querer, estarán usando estructuras propias de la ficción. Hablar de los miedos es otro motor. ‘¿Cuál es el susto más grande que sufriste en tu vida?’ Eso les encanta, levantan las manos de a cinco. Todos podemos contar un cuento”.

-”Sembrar la idea de lo que nos perderíamos si no leemos. Una cosa es leer para un chico de clase media o alta, otra cosa es para la población más vulnerable. Ahí se puede hacer una diferencia enorme. Hay que actuar con una convicción indestructible, hay que persuadir con gentileza, con astucia, sin ser magos, hay que actuar como si lo fuéramos. Creer en esa magia de la palabra y otra palabra y otra palabra y de pronto: un mundo nuevo. Un mundo entero de sentidos. Y descubro, poco a poco, que puedo inventar mi propia realidad, hasta que sea, de verdad, real”.

Y, antes del “colorín colorado este cuento se ha acabado”, unas palabras finales que nos dejó la “maga” Bodoc: “Creo que la palabra nos hace libres. Creo que la palabra nos hace bellos. Creo que la palabra nos hace luminosos. Y creo que, si alguna vez nos toca quedarnos sin palabras, que sea porque estamos maravillados y no porque estamos vacíos”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/el-poder-de-la-palabra-cinco-grandes-autores-nacionales-y-sus-claves-para-construir-pequenos-nid26072024/