Campaña «Hermana soltá la panza»
Volvió la campaña “Hermana, soltá la panza”: ahora va por las fotos en las que no queremos salir
El año pasado propusieron mostrar panzas reales para boicotear el “operativo bikini” y la idea se hizo viral. Fue un despertar para muchas que vieron todos los mares, vestidos, sexo y abrazos que se habían perdido. Ahora van por más: ¿alguna vez preferiste no salir en las fotos o escondiste tu cuerpo? ¿Cómo impactaron las dietas que hiciste en tu salud mental?
Por: Gisele Sousa Dias
«Cómo posar en bikini» es unos de los consejos que se difunden en las redes
Para muchas mujeres, muchísimas, los primeros calores de la primavera anuncian una tortura que se repite año tras año: la certeza de que el tic tac del “operativo bikini” ya comenzó y que hay un tiempo limitado para “arreglar” el cuerpo y llegar bien al verano.
Si vas a hacer el ayuno intermitente, es ya. Si vas a pretender bajar la panza con abdominales o vas por el tratamiento reductor, es ya. Y si no querés, no hay problema: lo que vas a sentir es el azote de la culpa.
A boicotear ese “operativo bikini” apuntó el año pasado “Hermana, soltá la panza”, una campaña creada por la comunidad de Instagram “Mujeres que no fueron tapa”, que ya tiene 460.000 seguidores.
La campaña se volvió rápidamente viral y es que miles de mujeres se sintieron interpeladas y enviaron las fotos de sus panzas reales -con rollos, estrías, pelos, flacidez, cicatrices, las usualmente impublicables-, y contaron todo lo que se habían perdido por esa “pedagogía del meter la panza” con la que fuimos educadas.
Una de las historias que llegó a la campaña viral del año pasado
¿Por ejemplo? Las veces que se acostaron “cucharita” después de tener sexo pero no permitieron ser abrazadas para que no se les notaran las panzas colgando. Las piletas, los mares a los que no se metieron, los aritos en el ombligo que no se pusieron, la ropa que les gustaba y que no se compraron, las mil explicaciones que dieron para no parecer, encima, “una dejada” o “una gorda vaga”: “Es que tuve 3 hijos”, “es que tengo tiroides”.
La cuestión es que volvió el verano y “Hermana soltá la panza” hurgó en los relatos que siguieron llegando y puso la lupa sobre otras fotos. Ya no las fotos de las panzas reales, sino las otras: las fotos en las que no estamos.
La pregunta es para cualquiera de nosotras: ¿alguna vez preferiste no salir en la foto porque ‘salís mal’? ¿Alguna vez saliste pero escondiste disimuladamente tu cuerpo detrás de otra persona, te tapaste con algún objeto, hiciste alguna pose exótica para ‘salir bien’?
En la muestra que se hizo basada en la campaña
Estos son algunos de los relatos que publicaron en sus redes:
“Hice viajes hermosos y no tengo una sola foto. Solo de paisajes y de mi familia, no estoy en ninguna, me sentía horrible”.
“No tengo fotos con panza de embarazo ni con mi hija recién nacida. Estaba demasiado gorda para sacarme fotos”.
“No hay ninguna foto del casamiento de mi mejor amiga donde yo haya salido. Excepto la de la mesa, dos que estoy medio escondida detrás de alguien. Pesaba 48 kilos y tomaba pastillas de un falso homeópata para bajar de peso porque unos meses después era mi casamiento”.
“Mi hermano murió hace 10 años. Por evitarlas, no tengo fotos con él en la edad adulta”.
Al lado de esas microhistorias -mínimas pero lo suficientemente potentes para entender de qué estamos hablando- desde la comunidad escribieron:
“Antes nos borraban de la historia sacando nuestros nombres del relato. Ya no lo necesitan, nos salimos solas gracias a la vergüenza que nos sembraron”.
Desaparecer/ aparecer
“Cuando decimos ‘Hermana, soltá la panza’, hablamos de la panza en un sentido simbólico. La panza es lo que no encaja, es la falla, es la rotura, es todo eso que no alcanza y no va a alcanzar nunca, que es algo con lo que vivimos las mujeres desde que somos muy muy pequeñas”, dice a Infobae Lala Pasquinelli, artista visual y fundadora de la comunidad.
¿Cómo vamos aprendiendo esto de que nuestros cuerpos nunca están bien así como son? Eso lo vieron a medida que fueron analizando los testimonios. Lo primero que aparecían eran relatos vinculados a las dietas.
“Es llamativo cómo se usa el término ‘cuidarse’ para referirse a no comer cosas que se desean”, escribió una.
“Hola, Dieta de la luna, muchas horas sin comer nada sólido, tenía mucha hambre pero si comía me sentía fracasada”, contó otra.
“Siempre pensé (y pienso) que cualquier problema que tuviera iba a ser más ‘liviano’ o llevadero si yo pesara 50 kilos”.
“En las historias que nos cuentan las mujeres vemos también cómo aprendemos desde muy chiquitas que podemos ser violentadas y disciplinadas por las personas que supuestamente más nos quieren”, avanza Pasquinelli. “Aprendemos que si no le damos a mamá, a papá, a la abuela, al noviecito o a quien sea esa belleza que nos está exigiendo no vamos a ser queridas”.
¿Qué tiene que ver el peso con el amor? Los relatos que publicaron muestran de qué habla:
“Tenía 15 años, recuerdo volver del boliche llorando porque había visto al chico que me gustaba con otra. Mi vieja me vio así, me preguntó qué me pasaba y su respuesta fue: ‘Seguro era flaca la chica, ponete las pilas, sino quién te va a querer’”.
Para tirar de ese hilo entonces, en una encuesta que hicieron en sus redes preguntaron: “¿Alguna vez les hicieron sentir que para enamorar a alguien tenían que ser flacas, tener un cuerpo determinado o no tener panza?”. Más de 8.000 seguidoras respondieron: el 96% contestó que sí.
Tampoco -agrega- nos enseñaron a poner límites ante esos comentarios, por lo que “lo internalizamos inmediatamente y no sólo empezamos a intentar hacer cosas para cambiar nuestros cuerpos sino que esa violencia para nosotras está justificada: ‘Tienen razón, porque mirá la panza que tengo’. Como si encajar con esos cuerpos ya no sólo fuera una exigencia para circular en el mercado del amor y del deseo sino una exigencia para existir”.
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Como muchas veces la justificación es “te lo digo por tu salud”, la idea este verano es poner otra lupa sobre la salud mental: es decir, cómo impacta en nuestras psiquis tener que restringir la alimentación para lograr un cuerpo determinado.
“Muchas de estas mujeres están cambiando el mundo, literal, y sin embargo se sienten fracasadas por no ir al gimnasio o no haber hecho tal dieta”, cuenta Pasquinelli con los resultados de la encuesta en la mano. “Es importante ver cómo todo esto va minando nuestra autoestima y pone en riesgo nuestra salud mental”.
Después de las dietas aparecían las historias vinculadas a las fotos: por ejemplo, mujeres que daban cuenta de los consejos que circulan en las redes para salir en la foto y que no se te note la panza, o la papada o la celulitis, o para salir más delgadas.
Pero los relatos no hablaban sólo de estrategias para disimular.
«Todos los cuerpos merecen llegar al verano» dice el desafío
“Vimos cómo muchísimas mujeres eligen desaparecer de las fotos”, sostiene Pasquinelli. “Cómo no nos sacamos fotos, no aparecemos en las fotos familiares o en las que podrían dar cuenta de nuestros logros o de nuestros disfrute. ¿Por qué? Porque sentimos vergüenza de nuestros cuerpos, no nos gusta como salimos y es que no nos estamos comparando con la de al lado sino con ese ideal de belleza que vemos en los medios y en las redes sociales”.
¿Son esas mujeres delgadas, blancas, los llamados “cuerpos hegemónicos” del ideal los únicos cuerpos que existen? “No, al contrario son los cuerpos de muy pocas personas pero al tener ese grado de visibilidad son los que están legitimados como los cuerpos que valen: los cuerpos que merecen la foto”.
Hubo otras encuestas entonces relacionadas a este aspecto: “¿Te gusta cómo salís en las fotos?”, fue la pregunta y el 81% dijo “no”.
“¿Sentís que hay momentos que fueron importantes para vos de los cuales no tenés recuerdos fotográficos porque no querías salir en la foto?”. El 61% dijo que sí.
También 6 de cada 10 reconocieron que se acomodan en las fotos para aparecer medio tapadas por el resto. Y 6 de cada 10 dijeron que le piden a otros que no publiquen en las redes sociales las fotos en las que aparecen o, si lo hacen, que las eliminen.
El tema de no aparecer en las fotos no se limita al cuerpo semidesnudo en verano. “Trabajé 15 años en una escuela que amé y cuando me invitaron a la muestra fotográfica que recorría la historia de la institución no había ni una foto mía. Me puso muy triste no estar, pero sé que es culpa mía por evitar las fotos siempre”, contó otra seguidora.
Entre todas estas historias de mujeres que prefieren no salir en las fotos, la importancia de aparecer fue tomado fuerza. “No importa si no nos gusta como salimos, no importa si no nos vemos lindas: salgamos en la foto, en el video, aparezcamos, seamos muchas apareciendo”, dice uno de los posteos que agrupó los testimonios.
Lala Pasquinelli en uno de los posteos
¿Pero por qué? ¿Te tiene que gustar cómo salís en las fotos para ser una buena feminista o una mujer fuerte? ¿tenés que salir mostrando tus estrías y dejar en claro que te encantan?
Pasquinelli aclara que a ella tampoco le gusta como sale ni su voz en los videos que sube – “no estoy ajena a estos ideales de belleza”-, pero igual le parece importante aparecer, y aparecer como es:
“Venimos luchando desde los feminismos desde hace muchísimo tiempo por aparecer, por rescatar a todas esas mujeres que han sido borradas de la Historia, de la escritura, de la pintura. Y ahora estos dispositivos más sofisticados, como ‘el ideal de belleza’, son tan eficientes que hacen que ya no haga falta que nos retiren, que nos borren, que nos saquen, porque somos nosotras mismas las que nos invisibilizamos”.
Esa es la invitación final, también para que dentro de algunos siglos haya registro de cómo éramos todas las mujeres, qué hacíamos, porque “cuando nos hacemos invisibles entre nosotras, hacemos invisibles a las otras, a las que vinieron antes y a las que siguen”, sostienen.
“Aparecer en las fotos es la forma de rebelarnos frente a los discursos que nos quieren avergonzadas y ocultas. Es hacerle frente a toda una cultura que nos quiere tapadas (…) Aparecer, disfrutar
Fuente: Télam