La pasión por ver cine se reinventa
Mientras el streaming se volvió protagonista de nuestros días de cuarentena, con material audiovisual consumido en dosis insaciables, las salas debieron cerrar sus puertas y aún no hay fechas de reapertura para una actividad que está entre las más afetadas. Sin embargo, el amor por la mística del cine compartido busca sobrevivir, germinando en formatos nuevos o rescates de otra época.
Los ciclos presenciales se volvieron remotos, los debates post película se mudaron a las redes, las funciones de cine-arte ahora son en salas virtuales, las medianeras se transforman en pantallas gigantes en las ciudades, los estacionamientos pasaron a ser autocines. En todo el mundo, surgieron modos originales de recrear la experiencia colectiva de disfrutar una historia en fotogramas. En medio del distanciamiento, el cine aporta comunión.
El furor por los autocines es una de las tendencias más visibles. Empezaron en el exterior, en zonas de Asia y Europa y no tardaron demasiado en llegar al país. Muchas veces se instalan en predios reconvertidos como estacionamientos de shopping o de aeropuertos. En Mendoza, La Rioja, Tucumán, La Pampa,Tandil, San Isidro, Canning, próximamente en el Shopping Soleil y a partir de ahora tambien en Escobar los vecinos tienen la posibilidad de disfrutar de películas en pantalla grande desde el vehículo. En CABA, se está trabajando en instalar uno en La Rural, aún sin fecha confirmada, según explicaron voceros de la sociedad.
Este fin de semana debuta el autocine Italia en Escobar, que es el primero municipal que abre sus puertas en el AMBA. «El año pasado tenían un proyecto de autocine que no llegamos a concretar. Era en otro marco. Ahora, después de más de 140 días de aislamiento, el intendente pensó en alguna salida familiar que pudiera tener la gente con todas las medidas de seguridad. Salir a despejarse, poder ver una buena película y tener algo de relajación en esta situación que nos tiene a todos agotados «, explica Pablo Ramos, secretario de Cultura de la localidad. El autocine de Escobar, al que sólo podrán ingresar personas que vivan en el partido (que comprende localidades como Garín y Matheu) funcionará de jueves a domingo en el estacionamiento del del Maschwitz Mall, con dos funciones diarias, la primera pensada para público infantil. La programación no incluye estrenos. Buscan apelar al cine nacional, así como películas lanzadas recientemente y filmes que hicieron historia. Se habilitan también food trucks a los cuales se podrá pedir comida por wp. Según destacan las autoridades, para el municipio no representa un gasto públicos ya que se financia con los propios ingresos. El valor de la entrada es de $1000. El nombre hace referencia a la sala municipal existente, el Cine Italia. «Queremos seguir dándole vida a las salas pero por ahora esta es la única forma de salir y ver una película», dice Ramos.
No es un formato nuevo. Aunque las primeras pruebas de autocine se remontan al año 1915, la inauguración oficial ocurrió en 1932 con el fin de promocionar los automóviles fabricados por la R.M. Hollingshead Corporation de Nueva Jersey. Pero fue a fines de los 50 cuando el autocine alcanzó su auge y se convirtió en un ícono de la cultura pop, con presencia en películas como la nostálgica «American Graffiti» (1973), de George Lucas, o la escalofriante «Targets» (1968), de Peter Bogdanovich.
En San Isidro, la reciente inauguración de Cine al Río, en el bajo, entusiasmó al público. Por estos días se vieron colas para ingresar al predio. «Me pareció muy buen plan, bien organizado, todos muy amables. Suena muy yanqui, uno ve los autocines en las películas, tener acá uno es un programa nuevo», cuenta Delfina Streb que fue con su novio a ver Yesterday, con el río como fondo. Detalla que podés pedir comida o llevarte tus propios productos y no venden alcohol. A los dos les encanta ir al cine y dice que repetirían la salida.
Comunidades
«Soñamos con el cine, queremos al cine físico. La idea es armar una comunidad vinculada al cine. Nos gusta que sea un lugar donde la gente vaya y se encuentre», destaca Oscar Feito, uno de los tres socios que apostaron a la restauración de la sala donde en el último tiempo funcionó el querido BAMA -en diagonal Norte- y que nació a fines de los 60 como Cine Arte, un espacio dedicada al cine de autor. Junto al experimentado programador Oscar Ortiz y Gastón Gallo, diseñador de espectáculos multimedia, realizaron una inversión de US$500.000 para el proyecto del lanzamiento del Cine Arte Lumiere.
Llevaban avanzadas las obras cuando estalló la pandemia. Como muchos, mudaron su actividad al online. Tenían como soporte un sitio web en el que ya habían pensado contar con una sala virtual donde proyectar alguna película que ya hubiera pasado por la sala. Así, se convirtieron, por ahora, en un cine virtual. «Tomamos una decisión de pasar películas gratis, como una apuesta de marketing para hacer conocer la marca. Tuvimos mucho apoyo de distribuidoras. Estamos muy contentos. Han hecho contacto con nuestro sitio en estos 4 meses 200.000 personas, de las cuales 15.000 nos dejaron sus mails y forman parte de este universo del Cine Arte», cuenta Feito, periodista ligado a la cultura y uno de los fundadores de La Trastienda. Las películas se estrenan los jueves a las 20, con presentación de un crítico o del propio director. Luego quedan en la plataforma. Si bien tienen pensado que post pandemia se mantenga algo de la propuesta online (aunque ya no gratis), Feito no deja de expresar la pasión por el formato tradicional.
La misma idea de comunidad y encuentro en torno al cine se da en el caso del Cineclub CPAU (del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo), dedicado a documentales y algunas ficciones relacionados con el tema. Funcionaba desde hace siete años en el auditorio de la entidad pero debió cambiarse a formato virtual, intentando no perder el espíritu. Las películas se dan en vivo a través de Youtube, los espectadores pueden compartir comentarios y hay una charla posterior, en general con el director. «El objetivo era replicar la experiencia de estar ahí. Siempre tenemos un invitado. La gente participa mucho, más que en el modo presencial», dice Ezequiel Hilbert, programador del ciclo y director de la película Mundo Salamone, que se proyectará el viernes 21 a las 19. Según señala, antes el 90% eran arquitectos y ahora se amplió el público. Las películas más taquilleras, como Método Livingston, reúnen más de 600 espectadores en simultáneo. Es un ciclo gratuito.
A estas experiencias colectivas se suman decenas más como la del ciclo Malba Cine con la exquisita programación de Fernando Martín Peña, que también es en vivo. Los festivales también tuvieron que acomodarse a la nueva realidad, como sucede por estos días con Locarno y próximamente con Sanfic de Chile. El amor por el cine es más fuerte que cualquier virus.
De proyecciones en edificios al cine-bote
En muchos países fueron surgiendo formas de vivir la experiencia cinematográfica de manera creativa y compartida.
En Roma, la proyección de clásicos en las fachadas de los edificios de la ciudad representó una forma de resistencia para renovar la moral alicaída en los peores tramos de la pandemia. La campaña # Cinemadacasa fue destacada incluso por la Unesco. También en Berlín los muros y medianeras de las casas se transformaron en pantallas gigantes. Los vecinos disfrutaban las películas desde sus balcones. El proyecto Windowflicks organizó proyecciones de forma gratuita como símbolo de solidaridad y apoyo a los numerosos cines de autor en peligro de extinción. Consultado sobre estas iniciativas, Hilbert se entusiasma: «Esa experiencia es perfecta para Buenos Aires, que es la ciudad de las medianeras. Esas paredes planas son más difíciles de encontrar en otros lugares».
En tanto, el tradicional ciclo de actividades culturales de verano Paris Plages ideó una propuesta sobre el agua. Lanzó funciones gratuitas de cine-bote en la zona de la Villete. ¿Llegará al Rosedal?