Cómo evitar que el dolor se convierta en sufrimiento
El dolor psíquico agrava el dolor físico: cuando logramos discernir qué es del cuerpo y qué de las emociones podemos aliviar el sufrimiento. Los consejos del psicólogo Martín Reynoso.
Mariano se despierta con una molestia en la espalda. No es algo extraño, habida cuenta de que tiene un problema en su columna, lo que le genera un dolor crónico de espalda que lo acompaña desde hace al menos 10 años. Esta mañana el dolor no es distinto a otras oportunidades, y lo que hace mentalmente cuando lo detecta tampoco: recorre cada tarea que tiene que hacer, cada lugar, persona y circunstancia con la que se enfrentará, e imagina cómo será el dolor en el transcurso del día.
Cuando se da cuenta de que tiene que ir al banco al mediodía y que es probable que deba hacer una fila mientras espera ser atendido, se angustia y hasta siente una puntada en la zona dorsal. Así transcurre su vida: acarreando este dolor de aquí para allá.
Aunque Mariano no se equivoca al pensar en el dolor de espalda como una condición clínica crónica que lo acompañará toda su vida, hay algo fundamental que podría hacer por sí mismo: dejar de luchar con él.
El budismo describe lo que hace la mente frente al dolor físico o emocional como “sufrimiento”: la experiencia de querer salir, y suprimir el dolor que se nos pone enfrente. La fórmula sería la siguiente: DOLOR + RESISTENCIA MENTAL = SUFRIMIENTO
Por eso describe al primero (dolor) como experiencia de todo ser humano, seres vulnerables que están expuestos a las contingencias de la vida, y al segundo como un “agregado mental”, una experiencia innecesaria de no poder aceptar lo que me está ocurriendo y desear que las cosas sean de otro modo.
Somos vulnerables, por eso el dolor es inevitable, ¿podemos aceptarlo y no potenciarlo?
Pensemos en la enfermedad oncológica, por ejemplo. ¿Cuánto hay de dolor físico real, de malestar e impacto en el organismo y cuánto de sufrimiento mental, de lucha interna por salir de ella lo antes posible?
Por supuesto que no estamos diciendo que la incertidumbre, el pesar y la angustia no sean parte del proceso y, en cierta medida, necesarios. Pero la desesperanza profunda y la impotencia que muchas personas adoptan en estas circunstancias no parecen ser buenos aliados en el tránsito de la recuperación de nuestro equilibrio orgánico. Más bien parecen reacciones intensas de una mente que naufraga en el sufrimiento psíquico. ¿Qué hacer? Entrenar la mente para transformar el cerebro: transitar el dolor.
Podemos dar un gran paso si comenzamos a detectar los esfuerzos permanentes de la mente por salir del dolor. Pero, cuidado, ¡no sólo del dolor! Vayamos más cerca, a algo más simple: la incomodidad. ¿Qué hace nuestra mente cuando nos sentimos incómodos? Se fastidia, se molesta, se angustia, se quiere ir… Pensemos en el ejemplo que Mariano imaginaba, la fila del banco: ya cuando vemos a la gente parada esperando, y rápidamente sacamos el cálculo del tiempo que perderemos allí y de las cosas que podríamos estar haciendo, asoma una sensación de malestar y hasta de cansancio físico.
Comenzar a darnos cuenta y tratar de “aflojar” la tensión física y mental que genera la incomodidad, el sufrimiento, puede ser un gran primer paso. Utilizar el humor como una forma de reírnos de nuestro propio neuroticismo, rigidez o ansiedad, también: “aquí está mi mente queriendo que me atiendan rápido y me pueda ir”, podríamos decirnos. Algunas respiraciones conscientes y la idea de que esto es algo momentáneo, que no puedo cambiar ahora, pueden también auxiliarme.
Darnos cuenta de que este deseo de evitar el dolor físico o emocional en realidad lo potencia, es clave. Y, en este sentido, observar un aspecto de la experiencia que va profundamente ligado a esto, también: el control. Estamos todo el tiempo deseando que las cosas sean de tal o cual forma: el clima, las calles, la gente, mis parientes, mi trabajo, mi futuro, mi salud, deberían presentarse de esta forma.
Cuando no podemos controlar mental o conductualmente algo, nos angustiamos, nos frustramos
La enfermedad es una oportunidad única para comenzar a disolver esta sensación de control absoluto y rigidez que nuestras mentes refuerzan día a día: hay que transitar la incertidumbre, la humildad de no poder hacer mucho más de lo que hago… La enfermedad puede ser un maestro efectivo (aunque a veces violento) que me ayude a vivir de manera más relajada, más simple, más conciente, y con menos control.
Abrazo el dolor con atención plena, el tiempo que sea necesario, hasta volver a encontrar mi equilibrio dinámico. Así, voy desarrollando áreas prefrontales del cerebro que estimulan la paciencia, la aceptación y la ecuanimidad, reportadas en estudios neurocientíficos. Ese es el camino de la transformación.
Fuente: https://buenavibra.es/movida-sana/salud/como-evitar-que-el-dolor-se-convierta-en-sufrimiento/