Comunidad LGBTIQ+: desafiaron al tiempo y egresaron
Son 22 alumnas de Santiago del Estero que habían abandonado el secundario por bullying y violencia. Volvieron gracias al Plan FinEs.
El año 2022 marcó un hecho sin precedentes en el territorio santiagueño. 22 integrantes de la comunidad LGBTIQ+ lograron terminar sus estudios secundarios gracias a la ayuda de un programa educativo. Las egresadas habían sido excluidas del sistema por la discriminación que sufrieron en la adolescencia. Hoy, tienen entre 30 y 50 años.
El Plan de Finalización de Estudios (Plan FinEs) les abrió las puertas para transitar un nuevo camino e iniciar la etapa terciaria y universitaria. También, la posibilidad de acceder al cupo de las ofertas del mercado laboral.
Se trata de un programa, diseñado en 2006, impulsado por el gobierno de la provincia como una política educativa tendiente a crear oportunidades de egreso e ingreso en las trayectorias del nivel primario y secundario para jóvenes y adultos.
“Tras años de postergación, es la primera vez en el Norte argentino que un número tan significativo de integrantes de esta comunidad puede egresar y tener su título secundario. Desde su implementación en Santiago del Estero, pudieron mejorar sus posibilidades laborales o continuar con su formación académica en carreras terciarias o de grado”, define Carola Chaparro, referente jurisdiccional del plan FinEs.
Y cuestiona: “Sin embargo, no es un dato menor el hecho de que parte de las integrantes de la comunidad trans necesite continuar ejerciendo la prostitución como medio de sustento. Sigue costando su inserción en ámbitos laborales lo cual las obligaba a trabajar en la noche con las consecuencias que eso acarrea: maltratos, abusos e, incluso, disminución en la expectativa de vida”.
Tal como muestran las estadísticas en Argentina, la discriminación es una realidad que vulnera derechos y Santiago del Estero no escapa a este escenario. “Se viene trabajando de manera constante en la implantación de políticas de inclusión. ¿Cómo? Con la creación de una dirección de género mediante la que se bajan lineamientos que redundan en acciones que benefician al sector”, insiste Chaparro.
“Si bien Santiago del Estero es una provincia muy conservadora de a poco se va cambiando y nos están dando más lugar en la sociedad. Se debe a la lucha de todas para que esto vaya cambiando”, asumen a coro las 22 egresadas.
Tres historias
Empeño, esfuerzo y dedicación son los ingredientes que resumen esta odisea. Si bien pertenecen a diferentes instituciones educativas, compartieron el mismo acto de colación con la consigna de visibilizar el logro y alentar a otras chicas.
Melody Del Valle (44) transitó una infancia tormentosa y en conflicto con su sexualidad. A los 5 años comprendió que no se definía como hombre porque se sentía cómoda jugando con las niñas, compartiendo prendas, juguetes y juegos femeninos.
No pudo terminar el secundario en tiempo y forma porque era víctima de bullying en el curso, en los recreos y, sobre todo, en el baño. Para evitar acosos y las burlas de sus compañeros, prefería ir al baño durante la clase. “El preceptor me dijo que eso me pasaba porque no me comportaba como hombre”, recuerda.
“Ante tanto rechazo, sufrí mucho. Incluso, padecí hostigamiento social hasta para buscar un empleo. Entonces, con mucho temor, a los 17 años me dediqué al trabajo sexual”, cuenta, en diálogo con Clarín.
“Me asumí como una chica trans ante mi madre a mis 18. Lloré mucho porque sentía que la estaba desilusionado como hijo, pero ya lo sabía. Solo le enojaba que no haya confiado en ella y andara en la calle haciendo cosas que no debía. Pensé que me iba a echar de la casa, pero no fue así. Siempre me defendió ante quienes no estaban de acuerdo con mi autopercepción”, recapitula.
El 15 de julio de 2022 hizo historia. Logró completar sus estudios secundarios en el colegio secundario nocturno Primera Junta con el Plan FinEs. Su desempeño académico la convirtió en portadora de la bandera argentina durante el acto de colación.
”Aproveché la oportunidad y puse todo de mí para superarme. Hoy, me siento empoderada con una Ley de Identidad de Género que avala mi autopercepción. Estoy en una práctica como acompañante terapéutica y seguiré en el sector de la salud”, se complace.
Golpes y burlas
Mía Leguizamón (29) empezó a descubrir su identidad a los 4 años. “En el jardín me gustaban mis compañeritos. Aún no tenía una definición, sólo sabía que me gustaban los niños”, define.
“En casa nadie sabía nada. Recién pude contarlo a los 16, cuando comencé con mi transición como mujer trans. El único apoyo que tuve desde siempre fue el de mi hermana. Al tiempo, pude hablarlo con mi madre. Costó porque es muy conservadora, pero logré ganarme su respeto”.
Padeció y naturalizó las burlas de sus pares en la secundaria porque todas sus amistades eran mujeres. “Nunca me junté con varones”, dice. Le habían prohibido asistir a la institución con pelo largo y uñas pintadas. “No podía ser quien yo deseaba. Todo lo reprimido lo descargaba con violencia”, describe.
Luego, la cambiaron a una escuela exclusiva para varones donde sufrió golpes y más burlas. “Todos se alejaban de mí como si tuviera una enfermedad contagiosa. Antes de salir del colegio secundario, un compañero del mismo curso me amenazó con un arma de fuego. Fue el límite. Abandoné el colegio para dedicarme al trabajo sexual con tal solo 17 años”, rememora.
Rubí Gómez, coordinadora de la Asociación de travestis, transgénero y transexuales de la Argentina (ATTTA), fue una de las primeras personas que me impulsó y alentó a que terminara el secundario. Gracias a la ley de identidad de género me reinserté en el sistema educativo con mi identidad autopercibida”, enfatiza.
¿Qué tiene la Mía de hoy? “Creo que lo único que me hacía falta era valentía porque sigo siendo la misma persona de mi niñez, solo que más fuerte. Mi meta es seguir estudiando y ser una profesional”, confiesa. Desde entonces, repite un mantra: Nunca volveré a permitir que me corten las alas.
Natalia Castaño (43) asumió su identidad a temprana edad, pero todo fue cuesta arriba. “Te voy a matar a tiros porque sos una vergüenza”, le gritó un chico en moto cuando caminaba por la calle. “Si miro hacia atrás, veo a una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, a una persona sumisa que callaba por miedo”, lamenta.
Pero hoy se autopercibe en femenino y empoderada. El glamour y los bailes en los corsos de su provincia fueron sus salvatajes. “Me capacité en todo lo que estaba a mi alcance para salir adelante ante una comunidad tan discriminatoria. Hoy, puedo demostrarle a esta sociedad que no solo somos chicas de la noche sino que podemos tener una profesión y un trabajo honrado”, afirma, en diálogo.
Hace poco terminó un curso de industria del hogar y este año, con mucho esfuerzo y sacrificio, cumplió su mayor anhelo: finalizar el secundario en la escuela bachillerato Perito Moreno Número 1. Una etapa que había postergado durante años por las sistemáticas burlas y el hostigamiento que recibía.
“Fue el día más feliz de mí vida. Me dieron una medalla por mejor promedio, porté la bandera de mi provincia y también me entregaron una medalla del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología”, rememora. Además, ganó una beca de estudio en el área de acompañante terapéutica.
Todas integran una pieza valiosa de la historia que ayuda a traccionar nuevos cambios. Romper barreras para abrazar la igualdad de oportunidades.
Fuente: https://www.clarin.com/sociedad/comunidad-lgbtiq-adolescencia-discriminacion-permitio-estudiar-desafiaron-tiempo-egresaron_0_hmVxgikAGs.html