Cuando los divorcios se vuelven destructivos
Pregunta: Mi hija de 16 años no me ve desde que nos separamos con el padre hace dos años y decidió irse a vivir con él. No dudo que lo quiere, pero es millonario y vive en una casa en un country. Él le llena la cabeza contra mí lo cual me pone mal. Además me aflige qué le puede pasar a ella en el futuro. M. M., Quilmes
Cuando un matrimonio con hijos toma la decisión de separarse se genera un profundo impacto en la familia que repercutirá, en mayor o menor grado, en cada uno de sus miembros.
Es común la angustia, la vivencia de orfandad por la ausencia de uno de los progenitores del hogar, la pérdida de seguridad, la vivencia de desprotección, la sensación de incertidumbre y vulnerabilidad.
Cuando un matrimonio se separa se genera un profundo impacto en la familia. / Archivo Clarín
Esto obligaría a que los padres, si son responsables y maduros, se separen entre ellos pero cuiden, en todo sentido, el bienestar emocional de sus hijos.
El divorcio es una situación en la cual se superponen una serie de pérdidas: la pareja, la vida familiar, amigos, parientes y el estilo de vida que se tenía hasta entonces, lo que implica una situación traumática, tanto para la pareja como para los hijos.
Sin embargo, algunas parejas pueden divorciarse tratando de preservar a los hijos de sus conflictos, mientras que otras los involucran y los ubican en el centro de la batalla, sin cuidar sus necesidades, sin protegerlos ni intentar prevenir futuros trastornos emocionales en ellos.
El divorcio en sí mismo no constituye una fuente de patología sino que es la pelea continua o progresiva entre los padres lo que daña a los hijos de manera inexorable.
En el llamado divorcio destructivo se producen peleas y litigios permanentes, prevalece el conflicto de la pareja por sobre el cuidado de los hijos, existen discusiones interminables, se buscan culpables, no hay intención de llegar a un acuerdo, se intenta denigrar al otro, se descuida y desprotege a los hijos o se los chantajea o utiliza como rehenes.
La situación se puede tornar peligrosa si en alguno de los progenitores prevalecen sentimientos de rabia, rencor o venganza que puedan generar comportamientos de riesgo.
Richard Gardner, un afamado y controvertido psiquiatra infantil de la Universidad de Columbia, describió en 1985 el Síndrome de Alienación Parental al cual definió “como un trastorno que surge principalmente en el contexto de las disputas por la guarda y custodia de los niños”.
Manifestación de Los Padres del Obelisco que reclaman para ver a sus hijos. / Archivo Clarín
“Su primera manifestación es una campaña de difamación contra uno de los padres, que resulta de la combinación de un sistemático adoctrinamiento (lavado de cerebro) de uno de los padres y de las propias contribuciones del niño dirigidas a la denigración del progenitor objeto de esta campaña.“
“Es decir, es un proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos mediante diferentes estrategias, con el objeto de impedir, obstaculizar o destruir el vínculo con el otro progenitor.”
“Se lleva al hijo a odiar y a rechazar a un progenitor al que quiere y necesita. Se establecen un pacto de lealtad y un vínculo afectivo con el alienador, que lo vuelve dependiente de sus pensamientos y razones.”
Los hijos como rehenes de los padres en un divor conflictivo. / Archivo Clarín
El progenitor que “programa” al niño para provocar la destrucción del vínculo con el otro, le puede ocasionar consecuencias a largo plazo, aun cuando ya sean adultos.
Las secuelas más frecuentes
Algunas investigaciones enumeran las secuelas más frecuentes:
2) Depresión.
3) Sentimientos de culpa.
4) Adicción al alcohol o drogas.
5) Pérdida de confianza.
6) Conflictos con sus propios hijos.
7) Mayor probabilidad de divorcio.
El divorcio no será destructivo si los padres logran dirimir sus conflictos sin involucrar a sus hijos en sus problemas.
Fuente: https://www.clarin.com/viva/divorcios-vuelven-destructivos_0_efpmG5uMs.html