Los alimentos que se pierden entre la producción y el comercio
Reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos genera triple impacto positivo en el orden social. Desde 2019, la ONU fijó el 29 de septiembre como el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, ya que la «Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible» incluye la necesidad de disminuir el despilfarro de alimentos y se considera de importancia realizar acciones que permitan mejorar la seguridad alimentaria y nutricional. Al respecto opinó para Télam el representante interino de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Argentina y Uruguay, Tito Efraín Díaz.
Por Tito Efraín Díaz
Este año, por una iniciativa que se promovió desde Argentina y otros países, en la Asamblea de las Naciones Unidas se celebra por segunda vez el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos (PDA).
Argentina contará con una celebración nacional organizada conjuntamente entre FAO y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. En esta segunda celebración se propone enfocar el evento en el abordaje de las pérdidas y desperdicios de alimentos desde la mirada de los gobiernos provinciales y especialmente municipales, a través de un espacio de diálogo e intercambio sobre estrategias público-privadas locales que puedan dar soluciones integrales con beneficios para toda la comunidad, bajo un enfoque de sostenibilidad y circularidad, que se da en el marco de cooperación técnica al país. Además, será país anfitrión del evento regional hacia mediados de noviembre, ambas por modalidad virtual.
A nivel global el 14% de los alimentos se pierde entre la producción y el comercio minorista (sin incluirlo) y el 17% de los alimentos se desperdicia entre el minorista y el consumo. Esto representa no solo un costo para la economía mundial de alrededor de 940 mil millones de dólares, sino que también es responsable de sumar anualmente 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera del planeta. Además, que un tercio de los alimentos perfectamente comestibles producidos nunca se consuma -en un mundo donde una de cada nueve personas pasa hambre todos los días- implica una gran responsabilidad ética.
Ante este panorama resulta contradictorio que se pierda tanta comida en nuestra región, con 60 millones de personas que padecen hambre y, siendo a la vez, productores de muchos de los alimentos que se consumen en el mundo. Justamente por esto es fundamental prestar atención a las pérdidas y desperdicios de alimentos en este contexto de crisis, pero también de oportunidades.
Por un lado, están las pérdidas vinculadas al manejo post-cosecha y a la gestión de los alimentos en etapas industriales, que se reducen notablemente cuando se evita el aplastamiento, se garantiza un buen almacenaje y transporte, y cuando los productores tienen mercado asegurado para la venta. Por otro, están los desperdicios, más relacionados al manejo de los alimentos en los puntos de venta y consumo como los hogares, restaurantes, hoteles, cafeterías y programas sociales de alimentación. Aquí, para reducir los desperdicios se requiere sensibilizar a las familias, los consumidores y a los comercios para que tengan control de lo que se adquiere, de cómo se almacenan y de cuándo se consumen.
Según estudios de la FAO, la huella de carbono que dejan las PDA es de 3,3 giga toneladas de dióxido de carbono (CO2), lo que se traduce en un 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. En el proceso de producción de los alimentos que se pierden o desperdician se utilizan 1.400 millones de hectáreas, lo que equivale al 30% de las tierras agrícolas del mundo. Y los números siguen: el uso de recursos hídricos atribuible a los alimentos perdidos o desperdiciados alcanza los 250 km3, lo que representa cerca del 6% de la extracción total de agua a nivel mundial.
En el proceso de recuperación de esta crisis global de la Covid-19 la reducción de las PDA debe estar en la agenda gubernamental de todos los países. Argentina ha incluido este tema en la agenda pública y se encuentra liderándolo gracias a su institucionalidad, a la red multisectorial de actores con más de 140 miembros, y la adecuación de la Ley Donal 27.454, entre otros aspectos.
En este sentido, quisiéramos destacar algunos de los resultados que hemos logrado desde FAO trabajando de forma articulada con distintos sectores:
Estrategia Argentina 2030 Valoremos Los Alimentos «Con menos pérdidas y desperdicio de alimentos, hacia un sistema agroalimentario sostenible», con un abordaje integral y una proyección de las acciones necesarias para caminar hacia un futuro de producción y consumo sostenible. Guía Municipios sin desperdicio «Experiencias de buenas prácticas para la producción y consumo de alimentos más sostenible en municipios y gobiernos locales». Publicación de 11 Experiencias de buenas prácticas para la producción y consumo de alimentos más sostenible en municipios y gobiernos locales. Guía para la implementación de una política corporativa de reducción de Pérdidas y Desperdicio de Alimentos: «Estrategias para promover mejores prácticas para la reducción de PDA en las pymes agroalimentarias». La finalidad es llevar de la teoría a la práctica la búsqueda de soluciones en la reducción de PDA.
Para concluir, reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos genera triple impacto positivo en el orden social, económico y ambiental, como lo propone la FAO es su nuevo marco estratégico, con el fin de alcanzar una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor sin dejar a nadie atrás.
Por Tito Efraín Díaz, representante interino de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Argentina y Uruguay.
Fuente: Télam