El lenguaje puede ayudar a detectar Alzheimer y Parkinson
El neurocientífico Adolfo García investiga cómo el lenguaje permite «espiar la integridad de circuitos cerebrales».
«¿Cómo pueden los estudios de la relación entre lenguaje, cerebro y cuerpo ayudar a prevenir enfermedades cognitivas?», podría ser la pregunta que sirva como disparador para entender lo que el neurocientífico Adolfo García quiere comunicar.
Sabe de lo que habla: es director del Centro de Neurociencias Cognitivas en la Universidad de San Andrés, senior atlantic fellow del Global Brain Health Institute en la Universidad de California, e investigador de la Universidad de Santiago de Chile y del CONICET.
García se especializa en neurociencias del lenguaje. Si tenemos en cuenta que enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer afectan la conexión del cerebro con el movimiento o el lenguaje, podemos entender por qué su campo de estudio (el cruce entre el lenguaje, el cerebro y el cuerpo) tiene un impacto en la investigación de enfermedades de esta índole.
Clarín conversó con García, que además de científico e investigador es un gran divulgador, tal como quedó demostrado en la charla que dio esta semana en TEDxRíodelaPlata.
Enfermedades neurodegenerativas y lenguaje
-Una de las preocupaciones centrales respecto al envejecimiento es desarrollar enfermedades como el Alzheimer, en la que se van perdiendo conceptos y recuerdos. ¿Qué ocurre en el cerebro a medida que vamos perdiendo palabras?
-Es nuestra principal línea de investigación. Nosotros vemos cómo se altera el lenguaje ante enfermedades cerebrales, principalmente cuadros neurodegenerativos, como el Alzheimer, el Parkinson, la demencia frontotemporal. Cómo es esto de olvidar conceptos, o que el acceso a las palabras se vaya dificultando.
Primero, es importante decir que esa una de las huellas lingüísticas del envejecimiento no patológico. Ciertas habilidades lingüísticas son muy resilientes al envejecimiento, como las habilidades sintácticas: vos sabes que si hablás de Juan, el verbo que le sigue va a ir en singular, las relaciones gramaticales no se ven modificadas.
En cambio, es muy común que en ausencia de patología, a medida que uno envejece, se vaya encontrando con dificultades para acceder a las palabras, que tenga más estado «punta de la lengua», casos de anomia (decir «me pasás el cosito largo con punta para escribir» y no te sale lapicera). Eso es muy común.
Ahora bien, en ciertos cuadros cerebrales esas cosas se exacerban, como en la enfermedad de Alzheimer, que sabemos que una de las principales huellas lingüísticas que deja en el cerebro es la anomia, esta incapacidad de dar con el nombre específico de ciertos referentes.
Y no solamente eso, una cosa que vimos en nuestra investigación reciente es algo muy interesante: si yo te muestro la foto de una naranja y te digo «decime qué es», un adulto mayor sano dice «naranja».
También podría decirme que eso es una fruta, o un alimento, o una cosa, y no es incorrecto, lo que pasa es que es que son respuestas progresivamente menos específicas, son lo que llamamos menos granulares.
En pacientes con enfermedad de Alzheimer, una cosa que se advierte es la pérdida de especificidad, que no es tanto a no poder nombrar el objeto, sino perder los detalles e ir al siguiente escalón de imprecisión. Entonces, ante una naranja, es más probable que una persona con Alzheimer diga «fruta», a que diga «naranja».
Pruebas lingüísticas
-¿Es distinto lo que podría decir una persona con Alzheimer o una persona con otra demencia?
El lenguaje no está guardado en una cajita, está «desparramado» por muy buena parte de tu cerebro. Y acá es donde la cosa se pone interesante.
Distintas enfermedades cerebrales, asociadas con el envejecimiento, como las neurodegenerativas, Alzheimer, Parkinson,o la demencia frontotemporal; se caracterizan por patrones de atrofia, o alteraciones moleculares, o alteraciones de conectividad en distintas regiones del cerebro.
¿Y qué pasa? Cuando nosotros entendemos cuál es la base cerebral de distintas actividades lingüísticas, que ciertas palabras le echan mano a unos circuitos, que ciertas construcciones gramaticales echan mano a otros, que ciertas habilidades de pronunciación echan mano también a otros; podemos empezar a pensar «Si yo sé que el Alzheimer se caracteriza por determinado tipo de alteraciones, que esas habilidades lingüísticas recurren sobre todo a ciertas regiones, ¿no podré usar esas pruebas lingüísticas para ver si esas regiones están funcionando bien o mal?»
Y eso hace que, de repente, el lenguaje cobre una dimensión totalmente nueva: no es solamente un vehículo para que nos comuniquemos, para que digamos lo que pensamos o sentimos; sino que también es una herramienta para espiar la integridad de ciertos circuitos cerebrales.
Cuando vos sabés cómo es que está organizado el lenguaje en el cerebro, podés hacer pruebas lingüísticas específicas y establecer ciertas lupas que van a apuntar a ciertos lugares del cerebro, y se pueden usar para detectar, por ejemplo, si una persona tiene cierta enfermedad cerebral o no la tiene.
-¿Eso podría entonces ayudar a prevenir este tipo de enfermedades?
-Sí, pero tengo que decir que tenemos que ser cautos con este conocimiento. Las enfermedades neurodegenerativas tienen una etapa preclínica muy fuerte, imaginate que vos empezás a manifestar problemas de memoria y de atención importantes a los 70 años y te diagnostican Alzheimer.
Eso no significa que a los 70 años en un segundo hágase el Alzheimer. Lo que ocurrió es que hubo un proceso de atrofia cerebral que se inició posiblemente 15 o 20 años antes. Y se fue incrementando muy tenuemente sin ninguna manifestación externa que a vos te disparara alguna alarma.
En algún momento, ese avance es tan fuerte que empezás a tener síntomas visibles.
¿A qué voy con esto? Que en distintos estudios, nuestro grupo y otros grupos en el mundo, han mostrado que uno puede detectar alteraciones lingüísticas distintivas de Alzheimer, Parkinson o demencia frontotemporal en personas que todavía no tienen diagnóstico de la enfermedad, pero que comenzaron a atravesar este proceso de alteración cerebral de manera previa.
Eso es fundamental porque hoy por hoy las enfermedades cerebrales degenerativas lamentablemente son incurables, lo único que podés hacer es pescarlas a tiempo, ver indicios que no son visibles.
El lenguaje puede ser una de esas vías: no la única, tal vez no la mejor en algunos casos, sino uno de los recursos para contribuir a esa detección precoz que tanto nos interesa.
Evidencia promisoria
-¿Esto es algo que se puede desarrollar en el futuro, o ya se está tomando como un parámetro como para poder detectar estas enfermedades de manera precoz?
-Ya hay evidencia al respecto: nosotros en nuestro grupo hemos encontrado evidencia de alteraciones lingüísticas particulares en personas que tienen riesgo genético de desarrollar Parkinson a futuro, o que también tienen riesgo de desarrollar otras enfermedades neurodegenerativas.
No podría decir que esta evidencia es apabullante, pero va surgiendo. El desafío ahí es, más que científico, institucional y político.
Porque la forma en que se diagnostican las enfermedades cerebrales depende de criterios, y generalmente se basa en ciertas pruebas en las cuales los neurólogos y los neuropsicólogos confían, por ejemplo ciertas pruebas de memoria para el Alzheimer, o evaluaciones de ciertos movimientos para el Parkinson.
A veces es difícil en campos tan establecidos como la neurología, la psiquiatría, la neuropsicología -en los que durante tanto tiempo se usaron determinadas herramientas que han tenido consecuencias positivas en la vida de los pacientes- generar el espacio de diálogo para decir «la forma en que lo hacen está buenísima, pero ¿qué tal si le damos cabida a esto nuevo?«
Seguro podemos potenciar lo que se viene haciendo.
-Es decir que hay resistencia a incorporar este tipo de herramientas…
-Hay resistencia, en algún punto bien fundada, porque como decía la evidencia que estamos recogiendo en esta línea de investigación es promisoria, cada vez mayor, es muy fuerte pero no es una avalancha de evidencia. En unos años la vamos a tener, la acumulación va a ser fuerte.
Por otro lado hay algo de resistencia al cambio a veces, no por necedad sino por una cuestión de pragmatismo, el tiempo de los clínicos es tan ajustado y ya tienen un conjunto de herramientas que sirven. Diría que no hay resistencia total ni hay permeabilidad total, es una cuestión de tiempo.
Prevención de enfermedades neurodegenerativas
– Mientras eso ocurre, ¿qué cosas sí pueden hacer las personas como pautas preventivas?
-Lo primero, es ser autoconsciente, reconocer cuando algo está cambiando en nuestros hábitos, conductas y capacidades. Esto no es menor, porque muchas veces somos miopes ante nuestra propia enfermedad, nuestro decaimiento.
Poder reconocer que algo está cambiando en uno no es una señal de debilidad, sino que lo mejor que uno puede hacer es advertirlo y consultar.
-¿A qué debemos estar atentos? ¿Qué olvidos u omisiones pueden ser significativos?
Hay olvidos son muy críticos, como la desorientación, de repente cuando te encontrás en un lugar y no sabes cómo llegaste, o no poder rehacer el camino en la ciudad que hiciste para ir de punto A a punto B, o sea estas en el B y no sabes como volver al A. Eso es preocupante.
También lapsus de atención, cuando te das cuenta de que te cuesta mantenerte en sintonía con alguien que te habla, cambios en el temperamento o el ánimo, si te pones más ansioso, impaciente, irascible, son señales de distintos tipos de demencia. Estos últimos se asocian fuertemente con la variante conductual de la demencia frontotemporal.
Las señales en el movimiento corporal, si notás que de repente tus movimientos están más lentos, o empezás a notar que tenes cierta rigidez, o temblores que antes no había,.
-¿Qué podemos decir respecto a los hábitos de la vida cotidiana, para evitar que estos síntomas aparezcan?
Esto está muy difundido, pero los mayores predictores de las enfermedades cerebrales tienen que ver con mala higiene del sueño, mala alimentación, tabaquismo, pocos lazos sociales, sedentarismo (que es enemigo del sistema cardiovascular y cerebral), cuestiones vinculadas a la exposición a la contaminación ambiental.
En la medida que uno logra tomar decisiones de vida en dirección contraria a esos factores de riesgo, está incorporando hábitos neuroprotectores.
El cerebro adolece cuando hacemos mal cada una de esas cosas y agradece cada oportunidad en que las hacemos mejor. Son factores de riesgo modificables: aunque sea difícil, uno puede tomar decisiones para cambiar.
Fuente: https://www.clarin.com/buena-vida/alzheimer-parkinson-lenguaje-puede-ayudar-detectar-primeras-pistas_0_LA6BvpWEy6.html