La desigualdad en la maternidad
- Revela cómo la vulnerabilidad puede llevar a las mujeres a tener hijos más jóvenes, empleos más precarizados, mayor estrés y más problemas en la crianza.
- El fallecimiento de los hijos también crece: del 1% que ocurre en los sectores medios/altos al 6% en los más bajos.
Un informe de la Universidad Austral muestra la desigualdad de condiciones en las que maternan las mujeres de sectores vulnerables y no vulnerables, y cómo la falta de dinero y educación impacta directamente en sus desarrollos de vida, su salud y la de sus hijos y la crianza en general.
Entre los datos más relevantes se destacan que el 20% de las madres del nivel socioeconómico más bajo tiene entre 15 y 19 años, mientras que en nivel más alto es de 1,3%. A causa del alto estrés, casi el triple de las madres del sector vulnerable puede llegar a castigar físicamente a sus hijos, en relación a las madres del sector no vulnerable. Además, 8 de cada 10 hogares son monoparentales maternos.
El trabajo, que se da a conocer en el marco del Día de la Madre, fue realizado por investigadoras del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral, y lo que busca es mostrar los desafíos de ejercer la maternidad en distintos contextos, tomando como ejes centrales los niveles socioeconómicos y educativos de la madre de manera conjunta: «El estudio proporciona una mirada integral sobre el impacto desigual de las condiciones y el entorno en el que se es madre«.
Para la elaboración de este informe se usó un estudio científico la la propia universidad, con datos de UNICEF, el INDEC y el Ministerio de Salud.
Los datos más relevantes del estudio
La vulnerabilidad por nivel socioeconómico y educación incrementa significativamente las probabilidades de maternidades tempranas.
El 19% (casi 2 de cada 10) de adolescentes de entre 15 y 19 años en el quintil más bajo de ingresos tiene hijos o están embarazadas de su primer hijo, mientras que en el quintil más alto este porcentaje es de 1,3%. En el sector más vulnerable, un 3,3% de niñas menores de 15 años tiene un hijo, a diferencia del 0,2% del sector más rico. Además, la enorme mayoría de estos embarazos son producto de abuso sexual.
Las investigadoras señalan que las madres más jóvenes experimentan mayores niveles de estrés y que esto se asocia a que pueden verse disminuidas en los recursos disponibles, tanto material como emocionalmente, y a la presencia de diversas fuentes de conflictos relacionales. «En nuestro país, resultan preocupantes los inicios sexuales y las convivencias prematuras, factores altamente asociados al incremento de la vulnerabilidad de la mujer», destacan.
El 17% de las madres menores de 20 años no terminaron el colegio secundario. Mientras que este porcentaje se reduce a 3% en las madres que si lo finalizaron.
En el sector vulnerable, el fallecimiento de hijos en la infancia llega al 6,10%, mientras que en el sector no vulnerable es de 1,60%. «La muerte de un hijo está asociada a la aparición de problemas de salud en las madres: depresión; ansiedad generalizada o crisis de angustia durante el primer año; aumento del abuso de alcohol y fármacos. También a un aumento del riesgo de muerte por eventos cardíacos y suicidio», dice el estudio.
Ocho de cada diez hogares son monoparentales maternos. A este dato se añade que en los hogares monomaternales el 68% de los progenitores varones no convivientes incumple su responsabilidad parental, es decir, no paga la cuota alimentaria.
Casi el triple de las madres del sector vulnerable ejerce el castigo físico a sus hijos, en relación a las madres del sector no vulnerables. Los niveles de estrés maternal inciden en el estilo parental, incluyendo la frecuencia de implementación de castigos físicos, donde a más estrés la frecuencia de uso de este tipo de castigos aumenta. El castigo físico tiene una incidencia significativamente negativa en el desarrollo de niños y niñas.
Madres de cada sector que tienen seguro de salud de Obra Social, PAMI o Prepaga: 24,5% en sectores vulnerables, 71,6% en los no vulnerables.
Padres ausentes, madres estresadas
Sólo el 5,3% de los padres de sectores vulnerables acompañaron a la madre a la última consulta de salud de sus hijos de entre 5 y 17 años. Pero los padres de los sectores no vulnerables no hacen la diferencia: sólo fue el 16,8%. Las madres duplican y hasta triplican la cantidad de veces que cantar canciones o cuentan cuentos a sus hijos con respecto a los padres.
Existe el Estrés Maternal: es el conjunto de procesos que conducen a reacciones psicológicas y fisiológicas aversivas que surgen de los intentos de adaptarse a las demandas de la crianza de los hijos. En los sectores más vulnerables lo padece el 90% de las madres, a diferencia del 72,29% de las de sectores no vulnerables. El estrés maternal también puede provocar conductas desafiantes en los niños y dificultades en el aprendizaje, lo que genera mayor estrés y forma un círculo difícil de romper.
“Científicamente se demuestra que el estrés maternal produce un impacto significativo en las relaciones vinculares de pareja y materno-filiales, en el bienestar familiar, en la salud integral de la madre y del niño y determinará los comportamientos y estilos parentales. Cuando la mujer se encuentra en situación socioeconómica y educativa baja, aumenta la desigualdad y vuelve a la madre más vulnerable -explica el informe-. Es fundamental conocer los distintos factores que incrementan el estrés maternal potenciando la vulnerabilidad, a fin de poder dar respuestas eficaces”.
La importancia de las políticas públicas
«Consideramos fundamental priorizar el desarrollo de políticas públicas preventivas y de cuidado de la mujer, que garanticen el acceso a la educación y la salud -dice a Clarín Lorena Bolzon, decana del Instituto de Ciencias para la Familia-. La educación es esencial para desarrollo de la mujer, especialmente, en el cuidado de su persona y su desarrollo integral. La educación integral permite la prevención de embarazos no deseados«.
«La Organización Mundial de la Salud afirma que la educación y la salud están íntimamente unidas. Los datos que lo demuestran son abrumadores. Asimismo, asevera que la educación aumenta el estatus de la mujer, favorece su salud sexual y la protege de la violencia doméstica. Alega que la educación es un arma poderosa para romper el ciclo de la pobreza, la enfermedad, la miseria y la persistencia intergeneracional del bajo nivel socioeconómico de la mujer», agrega Bolzon.
La decana opina que habría que «mejorar el sistema de planes sociales que acompañan a la mujer embarazada. Atendiendo no solo a proveer una suma de dinero mensual, sino más bien en estructurar un plan que permita salir de la situación de vulnerabilidad».
Y concluye: «La desigualdad de género es visible en todos los aspectos de la vida de niñas, adolescentes y mujeres, y como resalta este informe, es sumamente significativa en materia de maternidad, agravándose aún más en los sectores vulnerables».