Épica de la universidad en pandemia
El sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Tres de Febrero analiza los cambios en la modalidad de enseñanza que debieron implementarse como consecuencia de la crisis que generó el coronavirus.
Por Miguel Angel Ferraro
En marzo de 2020 se abrió un nuevo panorama para la educación virtual.
En marzo del 2020 se cerraron las universidades para evitar la expansión de la pandemia por COVID. Remontarse a esa fecha trae como recuerdo la posibilidad de perder el cuatrimestre e incluso el año lectivo, situación que no ocurrió debido a la pronta reacción de las universidades, que recurrieron a las prácticas y recursos previos vinculados a la enseñanza a distancia, para implementar la cursada virtual.
Todo fue posible gracias a experiencias previas como la de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que desde 1985 cuenta con el Programa UBA XXI y desde 2008, con el Centro de Innovación en Tecnología y Pedagogía (CITEP) que capacita a los docentes en el uso de las nuevas tecnologías; o las iniciativas generadas por centros de estudios como la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI) y la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), pioneras en la cursada virtual de carreras universitarias. A todo ello es preciso agregar todo lo que se venía trabajando en diferentes cátedras materiales audiovisuales, con recursos vinculados a las nuevas tecnologías.
Es cierto que no todos contaban con estos recursos y eso se notó especialmente en el primer cuatrimestre de 2020, cuando muchos intentaron reproducir, a través de programas de videoconferencias como Zoom, Meet o Teams, la dinámica de la presencialidad. Sin embargo, las capacitaciones llevadas a cabo por las universidades y el Plan de Virtualización de la Educación Superior -implementado por la Secretaria de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación, con un financiamiento de 1490 millones de pesos- fortalecieron las estrategias de virtualización y mejoraron cualitativamente el desarrollo de las clases a distancia.
La situación de pandemia generó un cambio estructural en la educación superior, incorporando de forma masiva al proceso de enseñanza, nuevas tecnologías que dieron lugar a clases más dinámicas, interactivas, participativas y flexibles. Ello permitió que el estudiante se empodere, al contar con mayor libertad de maniobra y control activo de los recursos de aprendizaje. Las redes sociales se constituyeron en el nuevo espacio de pensamiento colectivo, socialización e intercambio de pares.
Hoy, además del pizarrón, el fibrón o la tradicional tiza, en el aula tenemos campus virtuales, pizarrones interactivos, foros de debates, evaluaciones no tradicionales, gamificación y también clases similares a las que se desarrollaban en la presencialidad a través de encuentros sincrónicos por videoconferencias.
Una nota publicada recientemente planteó, en forma despectiva, que la universidad parece reivindicar cierta épica de la comodidad.
¿Acaso es incorrecto estar cómodos? ¿Hay que sufrir para estudiar? Cualquier pedagogo, de cualquier parte del mundo y desde cualquier encuadre teórico, plantearía que esta es, precisamente, una de las primeras condiciones para poder estudiar. Los mismos que criticaban la incomodidad que genera tener universidades públicas masivas hoy critican la posibilidad de estar cómodos. En este sentido, es interesante pensar que una gran parte de los estudiantes que asisten a nuestras universidades también trabajan, por lo que la posibilidad de empoderarse de los recursos y tomar clases desde sus casas, además de redundar en comodidad lo hace en un mayor tiempo para estudiar.
La única épica que podemos destacar es la épica de la transformación y modernización de los procesos de enseñanza y aprendizaje en la universidad, que se dieron en los tiempos de pandemia.
La profundización y ampliación del uso de nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza y aprendizaje era una cuenta pendiente en la educación universitaria y esta experiencia permitió que se avanzara muchísimo. En la vuelta a la presencialidad no debemos dejar de lado los logros obtenidos, que son producto del esfuerzo y compromiso de estudiantes, profesores, personal administrativo y de gestión, los verdaderos protagonistas de una transformación que fue acompañada por políticas de Estado que facilitaron el cambio.
En un contexto donde prevalece la autodenigración, donde todo lo que hacemos parece estar mal, es importante que la comunidad universitaria y todos los que apostamos a la educación pública valoremos y mantengamos los logros alcanzados durante la situación de pandemia, ya que no solo no hemos perdido ningún cuatrimestre, sino que logramos incorporar nuevas experiencias que noshacen distintos y mejores a los que éramos en marzo del 2020.
Fuente: Télam