Mina: la cantante italiana que no aparece en público

Se trata de Mina. La indómita diva que escandalizó a Italia, no aparece en público hace 47 años pero sigue siendo una reina de la canción
El testimonio de un director de cine que está de paso por nuestro país confirma la vigencia de una de las mejores cantantes de la historia
LA NACIONMarcelo Stiletano
“¡Adoro Buenos Aires!”. Una voz familiar parece flotar desde el aire virtual que surge del teléfono celular en el atardecer porteño. La ocurrencia de hacerla escuchar desde el altavoz es de Ferzan Ozpetek, el director de origen turco que llegó hace pocos días por primera vez a Buenos Aires para acompañar el estreno de su última película, la más importante de su carrera y también de la 11ª Semana del Cine Italiano, abierta hasta el miércoles 16 en el complejo Cinépolis Recoleta.
Ozpetek no juega al misterio como lo viene haciendo desde hace 47 años la dueña de esa voz, que cuando hace música alcanza cumbres celestiales. Quiere que el cronista escuche alguno de los mensajes de voz que pocos minutos antes Mina acaba de enviarle desde su eterno refugio de Lugano, en Suiza.
Cuenta Ozpetek, uno de los realizadores más admirados del cine italiano de las últimas décadas, completamente identificado con el cine, el arte y la idiosincrasia del país que convirtió en propio desde que llegó a los 17 años de Estambul para estudiar e instalarse en Roma, que Mina y él intercambian palabras a través del teléfono desde hace 12 años. “Casi todos los días me llegan mensajes grabados con su voz. Es mi guía y mi mejor consejera”, dice con una emoción indisimulada.
Esa amistad virtual que pocos conocen fuera de Italia es otro de los muchos juegos a los que Mina nos tiene acostumbrados para prolongar en el tiempo su enigma y su gigantesca leyenda. Mina Anna Maria Mazzini cumplió 85 años el 25 de marzo pasado y no parece dispuesta a despedirse en el corto plazo. Todo lo contrario.

¿Hace falta una prueba más para demostrar su vigencia? Los consejos telefónicos no son sus únicos aportes a la causa artística de Ozpetek. También le regaló (y por extensión, todos nosotros somos potenciales destinatarios del obsequio) una espléndida canción, “L’amore vero” (El amor verdadero), que acompaña los títulos finales de Diamanti, la película que encabeza la Semana del Cine Italiano y llega a la Argentina precedida de un extraordinario éxito en su país natal. Después de este lanzamiento, Diamanti se verá en las salas comerciales a partir del 24 de este mes.
Estas “colaboraciones” espontáneas y amistosas surgidas de la amistad telefónica con Ozpetek pueden verse como una suerte de pequeño bonus, a escala privada, de algunas de las ocurrencias que Mina llevó adelante a lo largo del tiempo para disimular su ausencia. No la vemos en público desde el 23 de agosto de 1978, cuando cerró su último concierto en vivo con “Ancora ancora ancora” y un rotundo “¡Váyanse ustedes a la m…!” dirigido al público.
Cuatro años antes, en el programa de TV Milleluci, de la RAI, hizo su aparición final en la pantalla junto a Raffaella Carrá. Pero estuvo entre 2000 y 2011 escribiendo columnas que se publicaron en el diario turinés La Stampa, y de 2003 a 2015 respondió las cartas que los lectores enviaron a la versión italiana de la famosa revista mensual Vanity Fair.
Lo que nunca dejó de hacer Mina hasta el día de hoy fue seguir grabando. En 2024 se publicó el álbum número 96 de su carrera, titulado Gassa d’amante, expresión italiana que mezcla su tema favorito (el amor) con aquello que conocemos en esencia como nudo marinero. Allí, como en el tema que cierra la extraordinaria trama de Diamanti, la voz única de Mina reaparece desplegando todo su poder, su atracción y su magnetismo.
Esa inagotable capacidad de seguir regalando obras maestras vocales desde un repertorio que no conoce fronteras es otra demostración de que no hay nadie como Mina en el mundo de la música popular. La estrella que en su apogeo decidió por propia voluntad, impulsada por un temperamento indómito, no cantar más en público y mudarse a Lugano (Suiza), hace siempre lo que quiere. Cansada de que la crítica la maltratara y algunos sectores sociales y políticos no le perdonaran jamás el haberse enamorado en los lejanos años 60 de un hombre casado al que le dio un hijo elige desentenderse de todo lo que se dice de ella para imponer sus ideas y establecer una agenda propia e independiente, sin la más mínima concesión.
El triunfo de esa apuesta colosal fue absoluto. Mina reina desde hace décadas como la reina indiscutida de la canción popular con voz de mujer. Y no tiene problemas en manipular su propio misterio de todas las maneras posibles. Hasta podríamos decir que claramente lo disfruta. Sigue abierta todo el tiempo a recibir canciones de artistas italianos de todas las generaciones para grabarlas y darles un impulso que de otra manera no conseguirían o se dedica a revisar su propia historia mientras recorre o actualiza algunas versiones históricas o parte de la memoria discográfica que le pertenece.
Cada álbum nuevo que incluye recopilaciones o antologías de grabaciones más antiguas, por ejemplo, invariablemente incluye algún tema inédito. Y al mismo tiempo, en medio de una búsqueda tan amplia que se extiende que va del pop al swing o del jazz a la ópera también se anima, como lo ha hecho durante toda su vasta carrera varias veces, a cantar en otros idiomas. Allí está para demostrarlo Encadenados, un álbum lanzado en 2022, íntegramente cantado en español, como síntesis de una evolución que conoció varias etapas y momentos.
Encadenados se abre con un bolero inmortal como “Puro teatro”, de Tite Curet Alonso, cuyo título es una definición en sí misma de lo que expresa el canto de Mina en el mejor sentido del término, y se cierra con “Nostalgias”, el clásico de Cobián y Cadícamo que forma parte del repertorio de la tigresa de Cremona desde 1993, con sucesivas y renovadas versiones.
En castellano
Mina llegó a grabar más de un centenar de canciones en nuestro idioma, con algunos compatriotas (como Diego Torres y el impensado ex futbolista y hoy poderoso dirigente deportivo Javier Zanetti como partenaires). Pero lo más importante, como también nos recordó desde estas páginas Fernando López, es que más allá de cualquier estilo, género o idioma “no hay canción, por enredada que sea su letra, de la que Mina no pueda extraer belleza, gracia, sensualidad o emoción”.
El tiempo demostró, mientras el misterio aumentaba, que Mina había tomado la mejor decisión alejándose de los escenarios de manera abrupta y voluntaria como ocurrió en 1978. Se acabaron las tensiones con parte del público, la crítica y cierto establishment que nunca le perdonó, entre otras cosas, que se animara a cantar a comienzos de los años 60 en un país todavía muy puritano como Italia una canción (“Il cielo in una stanza”) cuya letra alude explícitamente a una relación sexual. Lo que hoy parece candoroso, en su momento se vivió como un escándalo monumental.
Recluida en Lugano y en el estudio musical que instaló en su casa, Mina logró a partir de ese primer momento de reclusión artística multiplicarse hasta darle a cada uno de los italianos la versión que más les gustaría ver de ella. Se dedicó a elaborar con espíritu perfeccionista el repertorio de sus álbumes y la forma en que se presentaban al público. En esas tapas podía mostrarse de las formas más insólitas o estrafalarias (como cuando apareció como una mujer barbuda) o insertar su rostro y su figura en collages de notable originalidad. Una muestra completa con las portadas de los sucesivos discos de Mina, sobre todo los que grabó desde que decidió dejar de cantar en público, merece el escenario de cualquier gran museo de arte moderno o centro cultural de vanguardia.
Voz preservada
Toda esa libertad también le trajo otro tipo de beneficios. El vocal, por ejemplo. Una artista que se aparta de los conciertos públicos y las giras constantes, dicen los expertos, protege mucho más su voz y la preserva de algunos de los inevitables y naturales riesgos planteados por el paso del tiempo. Hay que escucharla con atención, por ejemplo, en el tema que cierra Diamanti para empezar a considerar ese factor. La voz de Mina sigue sonando brillante y esplendorosa en el dramatismo al que recurre para hablar de los mil y un matices del amor.
Pero no hay nada como esos pequeños toques ásperos que aparecen en los momentos justos para comprobar que la voz de Mina entona desde su propio tiempo vital “L’amore vero”, una de esas canciones románticas capaces de resistir a cualquier moda y transformarse en inoxidables y eternas.
Cuenta el hijo de Mina, Massimiliano Pani, que cada vez que ve por televisión algún programa especial celebrando la música de su madre ella cambia de canal y larga alguna maldición en el dialecto de su tierra natal. “Muchos artistas están vinculados a su personaje, pero Mina está muy bien sola consigo misma y con esa chica de Cremona que no se preocupa si la olvidarán”.
Pani, que es la mano derecha de todos los proyectos artísticos de su mamá, dice que ella es única porque logró entender las cosas antes que los demás. A Mina no la vemos desde marzo de 2001, cuando se animó a dar una suerte de concierto desde su casa-estudio de Lugano que provocó un colapso de Internet por la cantidad de gente que quería verla, pero sigue grabando sin parar y aconsejando desde el teléfono a sus amigos como el director Ferzan Ozpetek.
Mina es una moderna Greta Garbo, pero sin congelarse en una imagen fija (como también la dibujó en su momento Fernando López). Es alguien que no quiere saber nada con los homenajes que le ofrece la televisión, pero seguramente aprobaría con una sonrisa el delicioso tributo que le ofreció desde la Argentina Elena Roger en Mina, che cosa sei?!?, imaginado desde el escenario por Valeria Ambrosio. Volvió hace poco a los escenarios y su valor artístico sigue intacto.
Ese tipo de reconocimientos y la memoria de una presencia irrepetible que perdura entre nosotros explica que desde lejos, tantos años después de su último contacto personal con el público, la voz de Mina vuelva a decir desde el teléfono celular de un gran realizador italiano: “¡Adoro Buenos Aires!”