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Un gobernador correntino, un panadero francés y una diosa romana: los ‘responsables’ detrás de la primera estampilla argentina

En épocas donde la República Argentina todavía no era una nación unificada, un gobernador correntino impulsó el lanzamiento del primer sello postal, aunque este no lleva la figura de un prócer

Para LA NACIONJessica Blady

Es poco probable que las generaciones más jóvenes sepan (al menos, con certeza) qué es, para qué sirve o cómo se utiliza una estampilla. Posiblemente, nunca hayan escrito o mandado una carta manuscrita… ni pisado una oficina de correos. Como en muchos aspectos de la vida cotidiana, la modernidad y la digitalización cambiaron nuestra manera de comunicarnos, dejando atrás la ‘tradición’ epistolar y, con ella, el uso de los sellos postales. Pero la filatelia va mucho más allá y, como la mayoría de los pasatiempos, es un hobby sin edad que conecta generaciones de forma lúdica y educativa.

José A. Marcó del Pont, abogado, funcionario y coleccionista argentino, fue considerado uno de los “Padres de la Filatelia” por el Roll of Distinguished Philatelists en 1921. En 1887 ayudó a crear la Sociedad Filatélica de la República Argentina (SOFIRA) con la finalidad de promover el desarrollo de esta actividad, siendo la primera institución de este tipo en nuestro país y en el resto de Sudamérica. También fue miembro fundador del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades y de la Junta de Historia y Numismática Americana, posteriormente renombrada Academia Nacional de la Historia de la República Argentina.

El primer sello postal argentino se conoció el 21 de agosto  de 1856,  impulsado por el gobernador correntino Juan Gregorio Pujol.
El primer sello postal argentino se conoció el 21 de agosto de 1856, impulsado por el gobernador correntino Juan Gregorio Pujol.

Su legado y su pasión siguieron vigentes más allá de su fallecimiento en 1917. De la Sociedad Filatélica pronto se desprendieron varias agrupaciones como la Federación Argentina de Entidades Filatélicas (FAEF), constituida en 1952; el Centro Filatélico Numismático de Ituzaingó o la Sociedad de Comerciantes Filatélicos de la República Argentina. En 1953, la FAEF organizó el Primer Congreso Filatélico Argentino y, desde entonces, promueve y mantiene vivo este pasatiempo que lucha por no desaparecer ante la hegemonía del correo electrónico.

Por supuesto, el filatelista argentino también tiene su día de festejo: cada 21 de agosto. Esta fecha se instituyó en 1953, en homenaje al primer sello postal argentino, impulsado por el gobernador correntino Juan Gregorio Pujol quien, ese mismo día de 1856, puso a la venta en su provincia la primera estampilla de nuestro país.

El primer sello postal argentino fue impulsado por el gobernador correntino Juan Gregorio Pujol quien, ese mismo día de 1856, puso a la venta en su provincia la primera estampilla de nuestro país.
El primer sello postal argentino fue impulsado por el gobernador correntino Juan Gregorio Pujol quien, ese mismo día de 1856, puso a la venta en su provincia la primera estampilla de nuestro país.

Pagos, cobros y la imagen del Granero del mundo

La historia postal de nuestro país se remonta mucho más atrás de aquella primera estampilla correntina. El sistema de correos de la República Argentina tuvo sus orígenes en 1748, con el establecimiento de un correo regular entre Potosí y Buenos Aires. En los años posteriores a la independencia de 1810 ya se utilizaban los ‘signos postales’, los que indicaban el lugar de origen del envío y, eventualmente, su pago previo. Un sistema bastante problemático, ya que implicaba (en muchas ocasiones) que el pago de la pieza enviada debía ser abonado por el destinatario, pero este podía rehusarse a recibirla, forzando su retorno al punto de origen donde se intentaba realizar el cobro.

En 1854, con la organización de los Correos Nacionales, se dispuso que el remitente era responsable de pagar previamente su correspondencia. En otros países ya se utilizaban los sellos adhesivos –Gran Bretaña emitió sus primeros ejemplares en el año 1840, Brasil adoptó el sistema del sello postal en 1843 y Chile se sumó una década más tarde–, pero en Argentina, a la correspondencia ya abonada, solo se le aplicaba la leyenda ‘Franca’ mediante un sello de hierro.

Hay que recordar que en 1856 el país no era una república unificada. La Constitución Nacional de 1853 establecía que “corresponde al Congreso Nacional arreglar y establecer las postas y correos generales de la Nación”, pero dicho inciso no afectó las autonomías provinciales que, para ese entonces, mantenían sus respectivas líneas de correos. Corrientes contaba con un servicio de correo gratuito desde el año 1821, conforme a lo establecido por la Constitución provincial sancionada ese mismo año. También determinó que “el servicio de correos queda a las órdenes directas del gobernador de la provincia, quien fijará las tarifas postales”.

Corrientes contaba con un servicio de correo gratuito desde el año 1821, conforme a lo establecido por la Constitución provincial sancionada ese mismo año.
Corrientes contaba con un servicio de correo gratuito desde el año 1821, conforme a lo establecido por la Constitución provincial sancionada ese mismo año.

En los años subsiguientes, se instituyeron estafetas, se asignaron fondos para el pago de los chasquis (mensajeros), se organizaron las postas, se fijó la retribución de sus empleados, se reglamentó su transporte y más tarde se tarifó el servicio postal. Un decreto firmado por el gobernador Juan Gregorio Pujol, el 23 de abril de 1853, establecía “un correo semanal para toda la provincia que debía salir de la Administración General de Correos de esta capital, los jueves de cada semana, a las 11 del día” y especificaba que la correspondencia girada “es libre de porte por ahora”.

La ‘gratuidad’ del servicio no se pudo sostener por mucho tiempo, y el 18 de febrero de 1856, el propio Pujol dispuso la creación de un impuesto postal, cuyas tarifas se fijaron por decreto. Así se estableció el “franqueo previo y obligatorio” de la correspondencia correntina, donde el remitente debía abonar el envío al despachar sus cartas, tal como ocurre por nuestros días. Para controlar el cobro y asegurar la recaudación de la renta, se implementó el sistema de ‘sellos postales adhesivos y valorizados’, en pocas palabras, la primera estampilla argentina.

La confección de dicho sello quedó en manos de Pablo Coni, director de la Imprenta Oficial correntina, quien descartó el procedimiento litográfico –por ser fácil de falsificar– y se inclinó por la impresión tipográfica. Para el grabado, Coni contactó a Matías Pipet, un inmigrante francés que trabajaba de panadero, pero había adquirido experiencia como aprendiz de grabador en su Ruan natal. Curiosamente, la primera estampilla nacional no tiene la imagen de un prócer, sino la de Ceres, diosa romana de la agricultura, inspirada en un sello de la primera emisión francesa de 1849, que Pujol trajo consigo tras un viaje a París.

Pipet grabó en una placa de cobre las ocho piezas que formaron la primera y única plancha de impresión. Con esta se hicieron las 17 emisiones lanzadas hasta el año 1880, cuando finalmente se nacionalizaron los servicios postales. Esas primeras estampillas se imprimieron en tinta negra sobre papel de seda, tenían el contorno liso y se pusieron a la venta el 21 de agosto de 1856 en la Administración de Correos de Corrientes por el valor de un real, la moneda de curso legal en aquella época.

Juan Pujol, para muchos, el verdadero impulsor del timbrado postal argentino.
Juan Pujol, para muchos, el verdadero impulsor del timbrado postal argentino.

Ese mismo año, el Estado de Buenos Aires –separado de la Confederación Argentina– imprimió sus propios sellos postales bautizados ‘gauchitos’ (de cuatro, seis, ocho y 10 reales); pero estos no llegaron a ponerse en circulación, ya que en julio el gobierno adoptó el peso como nueva moneda. En 1956, con motivo de los 100 años de este lanzamiento, el correo nacional realizó una emisión conmemorativa con el rostro de Juan Pujol, para muchos, el verdadero impulsor del timbrado postal argentino.

Ceres, patrona de Sicilia

¿Quién es la figura de esta estampilla? Hija de Saturno y Ops, hermana de Juno, Vesta, Neptuno, Plutón y Júpiter. Se dice que Ceres viajaba por el mundo, enseñando a los humanos el arte de cultivar la tierra, de sembrar, recoger el trigo y elaborar pan, por lo que se la consideró la diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad, en la mitología romana. Patrona de Enna (Sicilia), de ella reciben su nombre los cereales y, según la leyenda, le rogó a Júpiter para que Sicilia fuese ubicada en los cielos; y de ahí se desprende uno de los antiguos nombres de la constelación Triangulum.

La historia del primer sello agentino
La historia del primer sello agentino

Los romanos adoptaron a Ceres –el equivalente de la diosa griega Deméter– en el año 496 a. C. durante una devastadora hambruna, por consejo de los Libros Sibilinos. Era honrada por las mujeres con rituales secretos en las fiestas de Ambarvalia, y su culto siempre estuvo relacionado con las clases plebeyas, que dominaban el comercio de los granos.

Ceres tuvo una hija, Proserpina. Un día, mientras recogía flores, la joven fue raptada por Plutón que pretendía casarse con ella, y Ceres se puso tan triste que todas las plantas dejaron de crecer sobre la tierra. Júpiter consiguió convencer a Plutón para que dejara a Proserpina volver con su madre durante la mitad del año. Cuando esto ocurría, todas las plantas y flores volvían a nacer… un mito que utilizaban los romanos para explicar el paso de las diferentes estaciones.

Por Jessica Blady