La violencia estética
Esther Pineda G.: «La violencia estética es una de las formas de agresión sexista más universal que existe». La socióloga feminista venezolana, que hace una década acuñó el concepto «violencia estética», aseguró en diálogo con Télam que lo característico de esta época es un mayor «bombardeo» del ideal de belleza en función del cual se ejerce la violencia.
POR MARÍA ALICIA ALVADO
Esther Pineda G., la socióloga feminista venezolana que hace una década acuñó el concepto «violencia estética», aseguró este que esta modalidad de agresión sexista que presiona a las mujeres para ajustar su apariencia a un ideal inalcanzable de belleza, es una de las «más universales que existen», dado que «la mayoría de las niñas y mujeres la han experimentado en algún momento».
Esta doctora en ciencias sociales y autora de más de una docena de libros entre los que se destaca «Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer», dialogó con Télam en la víspera del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Pineda G. dijo que lo característico de esta época es un mayor «bombardeo» del ideal de belleza en función del cual se ejerce la violencia estética, una mayor «exposición» a la evaluación constante según ese canon y una mayor «accesibilidad» a la modificación de la propia apariencia para adecuarla a esa exigencia.
– ¿Cuál es la diferencia entre «violencia simbólica» y «violencia estética»?
– La violencia simbólica apunta de forma general a todos aquellos mensajes que reproducen estereotipos, discriminación y subordinación hacia la mujer. La violencia estética es muy específica porque se refiere explícitamente a las narrativas, representaciones y prácticas que presionan a las mujeres a cumplir con el canon de belleza impuesto; hace referencia a las formas de discriminación y exclusión contra aquellas que no satisfacen ese estereotipo de belleza; al mismo tiempo que incluye las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que se derivan de este tipo de mandato y discriminación.
– ¿Por qué es importante comenzar a hablar de violencia estética?
– Porque es una de las formas de violencia sexista más universal que existen, la mayoría de las niñas y mujeres la han experimentado en algún momento de su vida o lamentablemente lo harán en el futuro si no se transforman estos imaginarios. Es importante porque la violencia estética ha hecho que algunas mujeres pasen toda su vida odiando sus cuerpos; a otras las ha llevado a sufrir trastornos alimentarios o dismórficos corporales; a otras las ha hecho sufrir depresión, ansiedad, inseguridad, dificultades para relacionarse; a otras les ha impedido acceder a puestos de trabajo; y ni hablar de las que han perdido la vida por la realización de procedimientos y cirugías estéticas.
– ¿Esta violencia estética se ejerce con más fuerza hacia las mujeres afrodescendientes?
– La violencia estética se fundamenta sobre cuatro premisas: el sexismo, el racismo, la gerontofobia y la gordofobia. Y si bien ninguna niña o mujer está exenta de vivir violencia estética por alguna de estas razones, sin dudas es más sistemática y cruel contra las mujeres racializadas, especialmente contra las afrodescendientes porque históricamente su imagen ha sido asociada a la fealdad, a lo inadecuado, a lo sucio, a lo inferior, a lo incivilizado. Aun cuando las mujeres negras cumplen con los requisitos de juventud, feminidad y delgadez, sus facciones africanas -como nariz y labios, su cabello rizado y su piel oscura- es siempre objeto de descalificación, burlas y críticas. Y los pocos casos conocidos y mediáticos en los que una mujer afrodescendiente ha sido incorporada a la industria de la belleza es justamente porque ha logrado blanquear su apariencia.
– ¿Cuánto han contribuido las redes sociales y en particular algunas apps para retocar fotos antes de publicar, en el ejercicio de la violencia estética?
– La violencia estética ha estado presente en los diferentes momentos históricos pero la particularidad de nuestra época es una mayor masificación y distribución del canon de belleza; además de una intensificación del bombardeo con esos ideales. Por otro lado, la imagen corporal de las personas está expuesta en mayor medida a la evaluación, juzgamiento y comentarios (ajenos) porque está exhibida a la mirada de desconocidos y conocidos las 24 horas en las redes sociales. Finalmente, la posibilidad de modificar la imagen se ha hecho cada vez más accesible y económica, en algunos casos hasta gratuita. Esto favorece que la persona modifique su apariencia para presentarse virtualmente ante los otros, lo cual puede generar posteriormente dificultades para interactuar en persona ante el temor de ser juzgada y evaluada por modificar su aspecto. Asimismo ha contribuido a la realización de procedimientos estéticos inspirados en los cambios producidos por los filtros y apps de edición corporal.
– El canon de belleza no es algo estático y de hecho las pinturas del siglo XVIII y XIX nos permiten advertir uno bien diferente. ¿Registra algún cambio en los últimos años?
– Desde los ’60 conviven dos cánones de belleza que les han proporcionado a las mujeres la ilusión de que tienen opciones para elegir, por un lado el canon de la pin-up o chica de calendario, de grandes proporciones, curvilínea y de apariencia hipersexualizada; y por otra parte el de la modelo o miss de delgadez extrema. En cada década, esos cánones han sido encarnados por una dupla de mujeres: en los ’60 por Marilyn Monroe y «Twiggy», en los ’90 por Pamela Anderson y Kate Moss, y hasta hace muy poco por Kim Kardashian y Kendall Jenner. Además, en esta década se están concentrando los cambios en los rostros y la realización de procedimientos estéticos para obtener las denominadas maxi bocas, la modificación de la mandíbula y el mentón, los rostros alargados, los ojos de zorro, entre otros procedimientos.
– ¿Cómo luchar contra la violencia estética cuando se ha transformado en un negocio fenomenal?
– La mejor y principal herramienta contra la feroz industria de la belleza es la información. Saber que no hay nada mal con nuestros cuerpos, que el malestar que sientes con tu imagen y cuerpo no lo vives tu sola sino que hay millones de niñas y mujeres experimentándolo, entender que nos necesitan inconformes e inseguras para poder vendernos la infinidad de productos y servicios de esta industria multimillonaria, sin dudas ayuda a transformar progresivamente la forma en la que se mira y se trata el cuerpo propio y también el de otras personas.
LA VIOLENCIA ESTÉTICA AÚN NO FORMA PARTE DE LA AGENDA DE LOS MOVIMIENTOS FEMINISTAS
La problematización y cuestionamiento de la «violencia estética» por ahora no formó parte de la agenda de grandes movimientos feministas como el «Ni una Menos» o el «Me too», según la socióloga y escritora feminista que acuñó el concepto, Esther Pineda G., quien explicó que «el fenómeno viene convocando a las mujeres desde lo individual».
– ¿Cómo han impactado grandes movimientos como El NiUnaMenos o el MeToo en la problematización y puesta en agenda de la violencia estética?
– El NiUnaMenos y el MeToo sin dudas contribuyeron a la masificación del feminismo en los últimos años, pero la violencia estética no ha formado parte de estos movimientos o de las problemáticas que hasta ahora han ocupado o atendido. El fenómeno de la violencia estética viene convocando a las mujeres desde lo individual. Las mujeres vienen problematizándose el malestar que han vivido o viven con su cuerpo; cómo éste se originó en sus casas, sus colegios, sus espacios de trabajo, en la interacción con sus familias, sus amistades o pareja. La problemática de la violencia estética viene interpelando a las mujeres en la mirada y relación con su propio cuerpo y en como éste es visto y tratado por los demás. También está ayudando a cuestionarse qué las estaba llevando a considerar una cirugía estética o a darse cuenta de cuántas publicidades de procedimientos cosméticos y quirúrgicos le aparecen al día en las redes sociales. De a poco algunas mujeres van llevando esta discusión a sus espacios laborales, a las aulas, a los medios y a las redes, pero aún no es masivo como lo fue el NiUnaMenos o el MeToo.
Fuente: Télam
– En Argentina los concursos de bellezas son cada vez menos y pareciera que tienden a desaparecer. ¿Hay una tendencia mundial al respecto?
– Los concursos de belleza han perdido audiencia, pero siguen vigentes y no creo que desaparezcan. Por el contrario, seguirán conviviendo con otras formas de cosificación, evaluación y calificación de la imagen y corporalidad de las mujeres como la industria de la moda y cada vez más las redes sociales, donde el valor social de los cuerpos y su aceptación se mide en número de seguidores y likes. Lo que sí están intentando hacer algunos de estos concursos de belleza es reeditarse, por eso algunos vienen realizando cambios para ampliar el espectro de participantes permitiendo el ingreso de mujeres con más peso del que se exigía, más bajas en cuanto a estatura, con más edad, mujeres trans, casadas, madres, etcétera. Sin embargo, esto no es inclusión, es una estrategia para mantenerse vigente, para lucrar con la perspectiva de la diversidad corporal, para apropiarse de las consignas del feminismo y el «body positive», así como para desmovilizar las denuncias por sexismo, racismo y gordofobia.
– En Argentina hay una campaña para concientizar sobre lo nocivo que es decirle todo el tiempo a todo el mundo lo que opinamos de su cuerpos, pero esas prácticas parecen muy difíciles de poder erradicar. ¿A qué lo atribuye?
– En nuestras sociedades latinoamericanas está muy instalado que el valor de las personas está estrechamente asociado a su apariencia física, lo cual se ha legitimado durante décadas, incluso a través del discurso popular, con expresiones como «cómo te ves te tratan», «antes muerta que sencilla». Por otro lado, está muy naturalizado en nuestras interacciones cotidianas el hacer comentarios sobre la apariencia de las otras personas, sea bajo el argumento del cariño, la amistad, la preocupación, la confianza, el chiste o simplemente para romper el hielo. Comprender y erradicar la violencia estética pasa no solo por cuestionar la industria de la belleza, el mercado de las cirugías, el bombardeo de los medios de comunicación; sino también por cuestionar y modificar nuestras narrativas y prácticas en la vida cotidiana; dejar de decirle a nuestros familiares, amigas, vecinas y compañeras de trabajo que están más gordas o más flacas, dejar de recomendar que se maquillen más porque se están descuidando, que se alisen el cabello o que se lo tiñan porque se ven más viejas con las canas.