Las pestes y sus cronistas
El periodista Walter Goobar recorrió distintas obras literarias y trabajos periodísticos de los últimos 300 años para analizar las consecuencias y las enseñanzas de la irrupción del coronavirus.
Por Walter Goobar
Famoso por su novela Robinson Crusoe, el escritor, periodista y espía inglés, Daniel Defoe (1660-1731) reflejó en Diario del año de la peste uno de los más espeluznantes frescos sobre la epidemia de peste bubónica que asoló a Londres en el verano de 1665, cuando el autor no tenía más que cinco años.
Esa reconstrucción periodística novelada escrita en 1720, hace más de 300 años, cobra una vibrante actualidad con la irrupción del Covid-19 en todo el planeta. Al igual que ocurre hoy, aquella narración está acompañada de los datos oficiales del número de muertos en cada semana de epidemia (hasta alcanzar un total cercano a los cien mil), la sucesión de normas que se emitieron para luchar contra la epidemia y otros documentos.
Desde la irrupción del Coronavirus a escala planetaria me he preguntado quien será el gran cronista de esta pandemia que desnude su lado más complejo y, por lo tanto, más peligroso: una “sindemia”; es decir, un cuadro epidémico en el que la enfermedad infecciosa se entrelaza con otras enfermedades, crónicas o recurrentes, asociadas a su vez a la distribución desigual de la riqueza, la jerarquía social, el mayor o menor acceso a vivienda o salud, atravesados por una inevitable marca de raza, de clase y de género, siguiendo la tradición de grandes cronistas como por ejemplo John Reed que retrató el “México Insurgente, de Emiliano Zapata o la Revolución Rusa en “Los diez días que conmovieron al mundo”.
Otro testigo de excepción de acontecimientos cruciales del siglo XX, fue el polaco Ryszard Kapucinski que relató el hundimiento de imperios o el estallido de golpes de Estado y revoluciones, sin dejar de lado el día a día de la gente anónima.
El británico Robert Fisk, recientemente fallecido, no sólo fue el primer reportero occidental en entrevistar a Osama Bin Laden, sino también testigo privilegiado de la sangrienta guerra civil del Líbano, la revolución iraní de 1979, la invasión soviética de Afganistán y la lucha de los talibanes o el conflicto entre Irán e Irak.
El Nobel turco Oran Pamiuk, que desde hace cuatro años está empantanado escribiendo una novela acerca de la peste de 1901, dice que en toda la historia de la humanidad y la literatura, lo que asemeja las pandemias no es solo la coincidencia de gérmenes y virus, sino el hecho de que nuestra primera reacción siempre es la misma: negarla.
Tal vez sea la experiencia del australiano Wilfred Burchett la más inspiradora para retratar esta pandemia. Burchett fue seleccionado por los militares estadounidenses para asistir a la rendición del Emperador japonés en la Segunda Guerra Mundial. Cuando se enteró que Estados Unidos había lanzado una bomba desconocida sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, escapó de sus anfitriones que lo custodiaban a bordo de un portaviones y consiguió llegar a Hiroshima para convertirse en testigo de los efectos de las armas nucleares. Burchett lo sintetizó en una frase: “pensé que venía a cubrir el fin de la Segunda Guerra Mundial y asistí al comienzo de la Tercera”.
El vaticinio de Burchett es aplicable a la pandemia: Si la solución sólo pasa por inmunizarnos contra este virus y no se abordan cuestiones de fondo que impliquen abjurar de los dogmas del neoliberalismo,-como las leyes de la oferta y la demanda que han generado una escasez artificial de vacunas y un abismo en su distribución con el único fin de maximizar las ganancias de los monopolios farmacéuticos , no estaremos presenciando el fin de esta pandemia, sino al comienzo de la próxima.
Suspender las patentes y regalías de las vacunas, es tan necesario hoy como lo fue durante la segunda guerra mundial dejar de lado, ciertas leyes de oro del mercado para obligar a las empresas a producir insumos imprescindibles fueran estos rentables o no. No hay forma de alcanzar la inmunidad de rebaño si antes no logramos que las vacunas sean consideradas un bien de la Humanidad. En esta crisis planetaria, la solución será global o no será nada.
Fuente: Télam