Mientras crecen los femicidios
Un movimiento de manifestaciones performáticas cobra cada vez más impulso en el accionar del espacio público, desde una concepción estética que impacta y visibiliza temas tan dolorosos como la violencia de género y los femicidios.
Una procesión en verde o violeta, zapatos rojos en escalinatas de Tribunales o cuerpos desnudos embalados con plástico transparente como los de la última marcha por el asesinato de Ursula Bahilo, son parte de un movimiento de manifestaciones performáticas que cobran cada vez más impulso en el accionar del espacio público, desde una concepción estética que impacta y visibiliza temas tan dolorosos como la violencia de género y los femicidios, incrementados en estos tiempos de pandemia.
En paralelo a las distintas performances que dan visibilidad a las desigualdades y violencias hacia las mujeres y disidencias, como evidenció la «marea verde» para reclamar la legalización del aborto, también se dan apropiaciones desde la política para manifestar algo diametralmente disonante al uso planteado desde los feminismos o los colectivos trans, pero utilizando los mismos recursos.
Una de estas reapropiaciones de sentido inverso al original tuvo lugar el pasado 27 de febrero, cuando desde la oposición política enrolada en Juntos por el Cambio se convocó a realizar una protesta pública «en rechazo a las vacunaciones contra el coronavirus fuera de protocolo». Así, en la emblemática plaza donde está ubicada la Casa Rosada, se instalaron bolsas negras colgadas de las rejas que rodean la Pirámide de Mayo.
En algunas fotografías que documentaron el momento se observan las bolsas sobre el piso, ordenadas y simétricas, en modalidad castrense, similar al muestrario que se difunde cuando se decomisa material tras un operativo de seguridad contra el narcotráfico.
Las bolsas, rotuladas con alusiones a dirigentes oficialistas, militantes de agrupaciones políticas o de derechos humanos como Estela de Carlotto -la titular de Abuelas de Plaza de Mayo-, estaban acompañadas con el cartel «Nos roban la vacuna», en contradicción con lo sostenido por el mismo espacio político en un primer momento, donde algunos de sus representantes habían calificado a la vacuna como «muerte» y «veneno».
«Zapatos rojos», de la mexicana Elina Chauvet, recorre el mundo desde 2009.
Pocos días antes, en Tribunales, un grupo de performers convocadas por el colectivo Ni Una Menos manifestaba su dolor por el femicidio de Úrsula Bahillo en Rojas, provincia de Buenos Aires, a manos de su expareja, el policía Matías Ezequiel Martínez. Los cuerpos femeninos estaban dentro de bolsas transparentes, acostados en la plaza, como una representación de los cuerpos de las víctimas, encarnados en el de cada performer. «Nos están matando», graficaba la puesta.
«Más de una docena de jóvenes se acostaron desnudas y cubiertas con plásticos transparentes frente al Palacio de Tribunales para representar a las víctimas de femicidios con un cartel que indicaba: 298 femicidios del 1 de enero al 30 de diciembre de 2020, 54 hicieron denuncias previas, 19 tenían medidas judiciales, y 15 femicidas pertenecen a las fuerzas armadas o de seguridad. Basta de justicia patriarcal, el Estado es responsable», relató Télam ese día.
Entre una acción y otra, la diferencia es notoria: las bolsas negras, mortuorias, del acto del 27 de febrero, remiten a cuerpos, pero están desprovistos de ellos, son objetos, y aluden a la posibilidad de la muerte por no acceder a la vacuna contra la covid-19. A propósito de esta siniestra recreación, la doctora en Antropología por la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Conicet, Silvia Citro, la define «como un modo biopolítico en el que la apelación al ‘hacer vivir es correlativa al hacer morir’, y es en esa articulación perversa, donde adquiere su poder o eficacia».
«Los significantes textuales que remitían a la vacunación (como un modo de ‘hacer vivir…’), fueron recontextualizados y resignificados en ese potente significante matérico-visual del ‘hacer morir’ (de lxs embolsadxs de los vuelos de la muerte de la dictadura, a las embolsadas de los femicidios). El despliegue de un signo metonímico- indexical que, en su intensa corpo-materialidad afectante, nos arrastra por impulso ciego» hacia sus múltiples y para nosotrxs dolorosos referentes y experiencias vividas», consigna la docente.
Desde 2015, con el llamado a movilizarse del colectivo Ni Una Menos, los movimientos feministas expandieron su presencia en el espacio público.
Se trata de «una triste pero contundente confirmación de la denominada ´eficacia simbólico performativa´ de los repertorios performáticos de las protestas sociales, que hoy se expanden, circulan y son utilizados y reapropiados por diferentes grupos, movimientos y partidos políticos. Es decir, son eficaces pues su potencia significante nos afecta y conmociona, aunque de diferentes maneras, según las historias e ideologías» de los que las interpretan y la historia de usos de ese «acto-objeto-signo en diferentes contextos sociopolíticos», analiza.
La antropóloga Camila Losada, del colectivo Cirqueres Organizades -agrupación nacida en 2018- sostiene que «el movimiento de mujeres y feminista en los distintos lugares del mundo y coyunturas históricas ha elaborado sus propias formas de acción política, como la toma del espacio público en manifestaciones callejeras e intervenciones creativas e inesperadas, que hoy comprendemos como «performances» y que datan, del movimiento de las sufragistas inglesas de principios de siglo XX, o del feminismo urbano norteamericano de fines de los años ’60». Y esto tiene su correlato en Argentina.
En 2015, con el llamado a movilizarse del colectivo Ni Una Menos, los movimientos feministas expandieron su presencia en el espacio público, confluyendo el activismo con las expresiones artísticas y la presencia de las jóvenes en un rol protagónico. Los femicidios y el debate por la legalización del aborto fueron los temas más destacados en la agenda que quedó instalada y se irradió hacia otros lugares del planeta, con una afirmación con el #MeeToo de Estados Unidos en 2017 y la acusación de abusos sexuales en el mundo del espectáculo.
La lista de colectivos y acciones es extensa. A modo de ejemplo, está la larga trenza verde del colectivo de artistas y feministas Nosotras Proponemos que desde el 2018 participa de las actividades del 8M entre otras actividades.
Los zapatos rojos se distribuyen y marcan la ausencia de los cuerpos asesinados que no pueden ya manifestarse.
Otra acción que recorre el mundo desde 2009 es la de los «Zapatos rojos» de la mexicana Elina Chauvet, que se replicó desde sus inicios en Ciudad Juárez a otras ciudades del mundo. Pares de zapatos rojos se distribuyen y marcan la ausencia de los cuerpos asesinados que no pueden ya manifestarse. La muerte es el límite de la vida y la acción preserva la memoria de esas mujeres que ya no transitan las calles, porque fueron silenciadas. Los zapatos representan, tal vez, ausencia y presencia, y el pedido «Ni una muerta más» o «Ni una mujer menos». Entre los lemas de la artista está el de «No te rindas nunca». La denuncia también es resistencia.
En la Argentina, esta puesta se realizó en distintas oportunidades, entre ellas en Buenos Aires en 2016, y en 2019 en Neuquén para visibilizar la violencia de género, ambas para visibilizar la violencia de género.
«El cuento de la criada», la célebre novela que la canadiense Margaret Atwood escribió en 1985 sobre un futuro distópico con un gobierno totalitario y militarizado donde la mujer es un objeto de uso gestante de una casta política, fue popularizado en 2017 de la mano la serie televisiva homónima en Irlanda y Estados Unidos. La imagen de un grupo de mujeres vestidas con capas rojas y cofias blancas en sus cabezas, que caminan juntas mirando al piso, fue replicada en 2018 en una performance impulsada por periodistas argentinas y realizada en el Congreso de la Nación en el marco de las acciones por la conquista del aborto legal. Las fotos de esa jornada reflejan a las criadas que miran al frente y levantan pañuelos verdes, desafiantes.
Otro caso emblemático es «Un violador en tu camino» que el colectivo chileno Las Tesis llevó al espacio público «desde el arte como resistencia», durante las masivas protestas populares en Chile a fines de 2019, que recorrió el mundo y se hizo carne en la denuncia de la opresión y desigualdad de género.
La máxima expresión de los cuerpos se traduce en un todo performático, esa marea verde de vida que involucra desde individualidades a cuerpos colectivos intervenidos.
En 2019, más de 60 integrantes de Cirqueres Organizades participaron con una intervención «artivista» en la marcha del 8 de marzo. Fue la performance más masiva que tuvieron, con un formato sencillo: «una sucesión de rondas de distintas disciplinas circenses, una entrada conjunta vestidos de verde y violeta y la presentación de la payasa con música festiva de fondo», explica
Losada. Estas performances, en tanto acto estético e intervención política, tienen una potencialidad de transformación que «subvierten las normas heterosexuales» de la historia del circo y «cuestionan roles y estereotipos de género naturalizados y heredados».
La máxima expresión de los cuerpos se traduce en un todo performático, esa marea verde de vida que involucra desde individualidades a cuerpos colectivos intervenidos que se agrupan y trascienden sus cotidianidades para generar un momento único, donde vida, arte y activismo se hacen presentes en un tiempo mágico, una fuga que preserva, sana y abre sentidos en la resistencia. La otra cara es la que refuerza la muerte y la cristaliza instalando el terror como mecanismo de control. Son las bolsas mortuorias del 27 de febrero: allí desaparecen las metáforas.
Fuente: https://www.telam.com.ar/notas/202103/546638-mientras-crecen-los-femicidios-acciones-compartidas-reapropiaciones-y-feminismo-en-la-via-publica.html