Misterios en el bosque de Miramar
Se cuentan muchas historias en torno al misterio que se encierra entre sus árboles:desde la caída de un meteorito, al magnetismo entre las ramas que alcanzan un equilibrio perfecto al ponerlas en forma de “T”, hasta la presencia de seres “extraños” que no se ven a simple vista pero que algunos visitantes descubrieron en las fotos a posteriori.
El bosque energético de Miramar, que todos los veranos recibe miles de visitas diarias, también atrae a los turistas este año. Caminar sus senderos, abrazar a sus árboles, respirar su aire puro, fresco y perfumado de “aroma a verde”, este verano, mucho más que otras vacaciones, se convierte en una experiencia de reconexión con el ritmo de la vida. Una especie de refugio ajeno a la pandemia, un lugar intacto, lleno de vida, de energía, un espacio libre de angustias y contaminación. Con protocolos por Covid-19 (grupos no mayores a diez personas para visitas guiadas con reserva previa), todos los días llegan visitantes para recorrer los senderos de sus tres hectáreas que conectan con el Vivero Dunícola Florentino Ameghino, llevando barbijo y manteniendo distancia social.
Una medida precavida, sin dudas, que no impide llenar los pulmones de ese aire revitalizante y hacer -sin saber siquiera que había un nombre para eso- lo que los japoneses recomiendan y llaman Shinrin Yoku, un baño de bosque, considerado una terapia reparadora para el cuerpo, la mente y el alma.
El Bosque Energético es un paseo conocido de los veraneantes del balneario de General Alvarado en la provincia de Buenos Aires. Se llega por la ruta se accede por la ruta provincial 11, camino a Mar del Sud. Forma parte del bosque del Vivero Dunícola Florentino Ameghino que es una franja de 500 hectáreas, de un kilómetro y medio de ancho y casi 8 kilómetros de largo sobre la costa.
Si bien están conectados por dentro, se accede al vivero y al bosque energético por distintas entradas y también son dos programas muy diferentes para encarar: en el vivero hay caballos, juegos para niños, bar, restaurante, kartings para alquilar, parrillas también para alquilar y mesas para sentarse a hacer un asado, tomar mate o pasar el día. En cambio, el bosque tiene solo -y nada menos- que árboles. Son cientos de árboles altísimos, muy cercanos entre sí que forman zonas de oscuridad y otras de luz, áreas diversas que invitan a explorar para descubrir sus pequeños secretos.
Algunos turistas lo eligen como opción económica y de larga duración para esos días nublados, fríos o ventosos en los que no se puede ir a la playa. Otros, en cambio, ya saben lo que buscan: van a llenarse los pulmones de oxígeno, a recrear la vista en un paisaje natural, lleno de árboles y de cantos de pájaros, a relajar la mente. Pero los más curiosos, van a buscar algo más. Quieren desentrañar el misterio de este lugar, estar allí, en donde suelen pasar cosas inexplicables, acaso mágicas, al menos, cosas imperceptibles a los cinco sentidos.
Había una vez un bosque
Hay quienes se refieren a este lugar como el “bosque encantado”, un poco para agregarle interés, especialmente a los niños, siempre más proclives a las pantallas y la tecnología. Pero también se cuentan muchas historias en torno al misterio que se encierra entre sus árboles:desde la caída de un meteorito, al magnetismo entre las ramas que alcanzan un equilibrio perfecto al ponerlas en forma de “T”, hasta la presencia de seres “extraños” que no se ven a simple vista pero que algunos visitantes descubrieron en las fotos a posteriori.
Hace cien años los árboles no estaban allí. Se plantaron en 1924 sobre una zona de 14 hectáreas como una barrera ambiental que permitiera poder edificar cerca del mar y evitar que la arena tapase las construcciones. Se eligieron pinos procedentes del Mediterráneo porque son especies que crecen bien en zonas arenosas, que resisten la amplitud térmica y que además, echan raíces profundas que se enganchan entre sí por debajo de la tierra; esto permite fijar terreno y contener el movimiento constante de la duna.
Al lugar, ubicado a 5 kilómetros del centro de Miramar, partido de General Alvarado, dentro del vivero Municipal, se puede llegar en auto, en bicicleta o caminando. En la totalidad del Bosque Vivero Municipal de 502 hectáreas hay al menos 5 especies de pinos plantados (tumbergii, eliotis, saligna, marítimo, y piñonero). “Cuando comenzó la forestación con la especie pinus pineas o pino piñonero se cubrieron las tres hectáreas de este lugar, en planta mucha cantidad para hacer un proceso selectivo a futuro para los pinos de mayor fortaleza; pero esa selección nunca se hizo”, explica el guía local, Carlos Pagliardini. “Por ese motivo los pinos, crecieron muy cercanos entre sí, sin distancia ideal entre uno y otro. Ese mismo crecimiento provocó que los pinos crezcan en altura para llegar lo más rápido posible a tomar contacto con la luz y, así sus copas se juntan en cada claro del bosque como si fueran una cúpula gótica”, detalló Pagliardini.
Efecto refugio
Por cierto, una de las experiencias más lindas es la de mirar hacia arriba, algo que uno hace instintivamente, sin saber la explicación. Es abrumador y los sentimientos pueden variar en cada ocasión, nunca son los mismos. El efecto “manto cobertor” que hacen las copas al estar unidas en las alturas, puede experimentarse como de protección o de perturbación según sea el clima, la presencia o la escasez de la luz solar entre sus copas o el estado de ánimo de cada uno. Hay una zona en particular, conocida como “bosque oscuro”, en la que esta sensación se vuelve intensa y es inevitable evocar todos los cuentos de hadas que nos leyeron de chicos. Desde los hermanos Hansel y Gretel, abandonados en el bosque, Caperucita, atravesándolo con valentía, a Blancanieves que podría aparecer en cualquier momento huyendo de la Reina Malvada.
Pero no son ellos quienes aparecen en esta última visita. En cambio, nos encontramos con un antropólogo peruano, que está recorriendo Latinoamérica en un viaje de exploración por las culturas originales. Con su apariencia de duende, ataviado con mochila y pies descalzos, se pone espontáneamente a hablar con los visitantes a los que confía su particular visión de los misterios de la naturaleza y lo que espera encontrar en el destino que nos encontramos. Menciona la energía reparadora de los árboles, refiere a unas líneas vibracionales que recorren el planeta (líneas de Hartman y líneas Curry) y se apoya en los estudios de sus mentora, Ruth Rodríguez Sotomayor, autora de una teoría sobre la existencia de egipcios en Latinoamérica. Más allá de la veracidad científica de su discurso, el breve encuentro lo supimos celebrar todos los que nos reunimos a su alrededor, quizá, porque siempre resulta estimulante conocer a buscadores de lo insondable de este universo.
Un magnetismo inexplicable
Un mito del lugar cuenta que un meteorito cayó en el bosque encantado y dejó ciertas zonas del bosque completamente magnetizadas. ¿Qué significa esto?¿Se puede experimentar? ¿Se comprobó a ciencia cierta? Dice Pagliardini, el guía del bosque, que se trata de un mito. Lo cierto es que un meteorito cayó pero bastante más lejos del nuestro bosque encantado -al norte de Miramar- y, en verdad, las propiedades del lugar tienen que ver con el contenido de hierro que tiene la arena que conforma el terreno del lugar.
En sintonía con el mito del meteorito aparece el experimento de las ramas que si se colocan en forma de “T” alcanzan un equilibrio permanente. Habiendo descartado la hipótesis del magnetismo vinculada al meteorito, lo cierto es que cuesta explicar este fenómeno. Al ver que tanta gente juega con las ramitas buscando su T, al escuchar la alegría de los niños cuando la consiguen, todos queremos hacerlo. Es el ritual obligado para cualquier visitante, sea su primera o su enésima vez en el bosque.
Como suele suceder, cuando se busca – o cuando se encuentra- la magia, algo extraño siempre acontece. Hay alrededor del bosque energético muchísimos relatos de vivencias inexplicables, de historias vinculadas a la existencia de un portal “interdimensional”, la presencia de gnomos, hadas u OVNIS. Fotos con apariciones de figuras que no estaban a simple vista, sensaciones de presencias feéricas, objetos que se pierden y se encuentran a los pocos minutos en otro lugar.
Y ¿cómo dudar del poder de este bosque? ¿Acaso no es magia que en siglo veintiuno una familia de la ciudad, sea feliz caminando juntos padres e hijos, sin celulares ni pantallas, admirando los árboles, respirando el aire, aquietando el ritmo de la respiración y acompasando sus pasos y sus silencios? Elijo creer que sí.
Fuente: La Nación