Obesidad: ¿enfermedad o condición?
- Las conclusiones fueron respaldadas por más de 75 organizaciones médicas de todo el mundo.
- Qué rol tendrá el IMC.
- Las repercusiones a nivel local.
Desde hace un tiempo, importantes actores pertenecientes al campo de la medicina, -y específicamente de la nutrición, la obesidad y la diabetes- vienen abogando por destituir al índice de masa corporal (IMC) como único parámetro para diagnosticar obesidad. Paralelamente, también se discute respecto a si la obesidad es, en sí misma, una enfermedad.
Todas estas cuestiones, y también otras, fueron analizadas rigurosamente por un comité de 57 expertos, respaldados por más de 75 prestigiosas organizaciones médicas del mundo,y publicadas en The Lancet Diabetes & Endocrinology.
¿El resultado? Un enfoque “novedoso y matizado” para diagnosticar la obesidad, basado en otras medidas de exceso de grasa además del índice de masa corporal (IMC), y signos y síntomas objetivos de mala salud a nivel individual.
Redefinición de obesidad: ¿es una enfermedad?
La definición de obesidad es una cuestión que no está exenta de debates. De hecho, está en el centro de las principales y más polarizadas discusiones contemporáneas en el campo de la salud.
La principal cuestión se centra en si se trata de una enfermedad en sí misma, o un factor de riesgo para muchísimas enfermedades como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, algunos cánceres y problemas de salud mental, entre otros.
Hace ya varios años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió a la obesidad como “una compleja enfermedad crónica que se define por una acumulación excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud”.
En este sentido, las definiciones de la Comisión son al menos disruptivas: se define la obesidad como una condición caracterizada por el exceso de adiposidad, con o sin distribución o función anormal del tejido adiposo, y con causas que son multifactoriales y que aún no se comprenden por completo.
Y hacen una distinción que resulta central: como se detalla más abajo, lo que denominan obesidad clínica sí es definida como una enfermedad, mientras que la que llaman preclínica, como una condición.«La confirmación de obesidad define un fenotipo físico, pero no un diagnóstico de enfermedad per se», aseguran. Foto Shutterstock.
¿Por qué esta distinción? “Existe una necesidad urgente de definir la enfermedad que induce específicamente la obesidad, entendida como una entidad clínica distinta en la que el riesgo de mala salud asociado con el exceso de adiposidad ya se ha materializado y puede documentarse objetivamente mediante signos y síntomas específicos que reflejan alteraciones biológicas en curso de los tejidos y órganos (definimos esta enfermedad como obesidad clínica)”, postulan.
Y, en otro tramo, dicen: “La obesidad generalmente se considera un presagio de otras enfermedades, no una enfermedad en sí misma”.
Obesidad clínica y preclínica
Por estos motivos, establecen una distinción entre dos tipos de obesidad:la clínica y la preclínica. La diferencia se basa en que en el primer caso, el exceso de adiposidad ya está produciendo efectos en el organismo, mientras que en la segunda, no.
En esta dirección, plantean: “Al igual que la idea de enfermedad en otras especialidades médicas, la obesidad clínica se entiende como una desviación sustancial del funcionamiento normal de los tejidos, órganos, el organismo en su conjunto o cualquier combinación de estos”.
Y añaden: “Distinguimos pragmáticamente la obesidad clínica de la obesidad preclínica, sobre la base de la presencia o ausencia, respectivamente, de manifestaciones clínicas objetivas (es decir, signos y síntomas) de alteración de la función orgánica o deterioro de la capacidad de un individuo para realizar actividades diarias”.El exceso de adiposidad debe confirmarse mediante al menos otro criterio antropométrico, como la circunferencia de la cintura. Foto Shutterstock.
En tanto, la obesidad preclínica no suele requerir tratamiento con fármacos ni cirugía, y puede requerir únicamente un seguimiento de la salud a lo largo del tiempo y asesoramiento sanitario si el riesgo de progresión a la obesidad clínica u otras enfermedades se considera suficientemente bajo, postulan.
Y aclaran que, sin embargo, “en algunas personas con obesidad preclínica pueden ser necesarias intervenciones profilácticas (por ejemplo, intervención en el estilo de vida únicamente, fármacos o cirugía en circunstancias específicas) cuando el riesgo de resultados adversos para la salud es mayor o cuando se justifica el control de la obesidad para facilitar los tratamientos de otras enfermedades (por ejemplo, trasplante, cirugía ortopédica o tratamiento del cáncer)”.
Diagnóstico
Hasta ahora, la obesidad se diagnosticaba de acuerdo al IMC, que se calcula dividendo el peso por la altura al cuadrado. Si ese cálculo da más de 30, se considera que la persona tiene obesidad.
Pero, como venimos publicando en varios artículos en esta sección, esta medición se viene cuestionando como único parámetro para medirla. Entran variables como la contextura o la composición corporal: una persona puede tener huesos más grandes, o un porcentaje de masa muscular mayor al de grasa, en cuyo el peso no implica un riesgo para la salud.
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En este sentido, aducen: “La idea de la obesidad como enfermedad sigue siendo muy controvertida. El fenotipo clínico de la obesidad todavía se define únicamente por el IMC, que no proporciona información sobre la salud a nivel individual. En este contexto, una atribución generalizada del estado de enfermedad a la obesidad (tal como se define y mide actualmente) plantea un riesgo objetivo de sobrediagnóstico, con ramificaciones potencialmente negativas a nivel clínico, económico y político”.
Con el objetivo de “mitigar el riesgo tanto de sobrediagnóstico como de infradiagnóstico de obesidad”, plantean que el exceso de adiposidad debe confirmarse mediante al menos otro criterio antropométrico (por ejemplo, la circunferencia de la cintura) o mediante medición directa de la grasa.
Sin embargo, en personas con niveles de IMC sustancialmente altos (es decir, más de 40 kilos por metro cuadrado), se puede asumir pragmáticamente el exceso de adiposidad. Aun así, “la confirmación del estado de obesidad define un fenotipo físico, pero no representa un diagnóstico de enfermedad per se”, reiteran.
Por eso, proponen que las personas con obesidad confirmada (es decir, con exceso de adiposidad clínicamente documentado) sean evaluadas “para una posible obesidad clínica según los hallazgos de la historia clínica, el examen físico y las pruebas de laboratorio estándar u otras pruebas de diagnóstico según corresponda”.
Y agregan: “Al igual que con otras enfermedades crónicas, el tratamiento basado en la evidencia de la obesidad clínica debe iniciarse de manera oportuna con el objetivo de mejorar (o remitir, cuando sea posible) las manifestaciones clínicas”.
En definitiva, para confirmar el diagnóstico de obesidad clínica se requiere uno o ambos de los siguientes criterios principales:
- Evidencia de función reducida de órganos o tejidos debido a la obesidad (es decir, signos, síntomas o pruebas diagnósticas que muestren anomalías en la función de uno o más tejidos o sistemas de órganos); o
- Limitaciones sustanciales ajustadas por edad de las actividades diarias que reflejen el efecto específico de la obesidad en la movilidad, otras actividades básicas de la vida diaria (por ejemplo, bañarse, vestirse, ir al baño, continencia y comer), o ambas.
Implicancias
¿Qué implicancias conllevan estas nuevas consideraciones? ¿Cuáles fueron las repercusiones a nivel local?
“Este nuevo estándar representa un paso crucial para combatir una de las principales pandemias de nuestro tiempo”, se entusiasma Virginia Busnelli, médica especialista en Nutrición, presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición.
Y pondera que se deben interpretar esas consideraciones en un marco más amplio.El estatus de «enfermedad» se dará de acuerdo a las manifestaciones clínicas. Foto Shutterstock.
“Este nuevo marco no solo redefine cómo se entiende la obesidad, sino también cómo se abordan sus tratamientos y políticas públicas. Los responsables de esta Comisión destacan que las estrategias de salud pública deben estar basadas en evidencia científica, evitando el estigma y las suposiciones que culpan a los individuos por su enfermedad”, postula.
“La obesidad debe entenderse como una condición multifactorial que requiere intervenciones personalizadas y un acceso equitativo a tratamientos basados en evidencia. Este cambio de paradigma puede ayudar a prevenir complicaciones graves y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas”, asegura.
En tanto, Susana Gutt, médica especialista en Nutrición, asociada al Hospital Italiano de Buenos Aires, plantea que “esta nueva mirada permite mejorar el abordaje de la obesidad, la toma de decisiones clínicas y las políticas de atención médica”.
¿Hacia un nuevo debate?
Las nuevas determinaciones tampoco están exentas de discusiones. De hecho, se podría plantear que esperar a que la obesidad tenga efectos en órganos, comprometiendo la salud con distintas enfermedades, podría ser peligroso, ya que si se interviene desde la obesidad preclínica, esto podría evitarse.
En este sentido, Gutt asegura: “En Obesidad aún no tenemos publicaciones con una categoría de evidencia fuerte para sostener en forma generalizada una intervención farmacológica, especialmente en las personas con sobrepeso (IMC mayor a 25 y menor de 30)”, postula.
Y continúa: “Es por eso que sumar la medición de grasa corporal permite determinar un mejor diagnóstico. Disponer de todas las estrategias para el tratamiento de la obesidad tempranamente asegura menor riesgo de desarrollar otras enfermedades asociadas a la obesidad clínica”.
En esta dirección, añade según su opinión se debe evitar “la inercia terapéutica”: “El paciente no es un peso o un IMC, evaluarlo clínicamente -medir la grasa corporal y su localización-, sumar otros factores que pueden influir -como su estado emocional con respecto a su sobrepeso/obesidad-, y otras variables que afectan el peso como alteraciones del sueño y estrés; puede dar buenos resultados en la denominada obesidad preclínica”.
En este sentido, interpreta que estamos hablando, de “una obesidad sin complicaciones o comorbilidades”, lo que permite individualizar la intervención, utilizando todos los recursos disponibles: “alimentación saludable, actividad física adecuada con una frecuencia de 5 veces por semana, pautas de conducta y reforzamiento de la función ejecutiva para mejorar hábitos y eventualmente medicación según el fenotipo de conducta alimentaria y antropométrico del paciente: individualizar el tratamiento”.
“No es todo para todos, se trata de conocer a nuestro paciente y diseñar un traje a medida de su situación o condición clínica”, cierra.