Ostende: el sueño loco que desafió a la arena
Del mega proyecto frustrado de un empresario belga al Viejo Hotel que cumple 110 temporadas consecutivas.
Primero fue la salud: a fines del siglo XVIII empezó a circular en Europa la teoría de que los baños de mar eran beneficiosos para el tratamiento de enfermedades tan disímiles como la lepra, la artritis o la depresión. Las playas, que hasta entonces eran miradas como sinónimo de promiscuidad y casi que estaban prohibidas, empezaron a llenarse.
Segundo fue el mercado: había que darle a la aristocracia preocupada por la vida sana lo que ella necesitaba y su dinero podía pagar. De esta manera proliferaron las ciudades-balneario, como Biarritz, con sus hoteles lujosos, casinos y ramblas panorámicas al borde de las playas.
Tercero fue la globalización: es decir, replicar la moda europea en donde se pudiera. Así fue que un belga, Ferdinand Robette, llegó a la Argentina. Su idea era construir un balneario de lujo que estuviera más cerca de Buenos Aires que Mar del Plata. Y junto a su socio, el italiano Agustín Poli, compró la franja costera de unos campos de la familia Guerrero. Lo llamó Ostende, con una “o” menos que la ciudad que está a orillas del Mar del Norte, en Flandes, y que era la preferida de Leopoldo II, rey de Bélgica.La piedra fundamental de Ostende: cuando los sueños faraónicos eran posibles.
Las obras comenzaron en 1912 con materiales que venían por mar, a través del vapor Cabo Corrientes, o por el servicio del Ferrocarril Sud que llegaba a la estación Juancho.
Además, desde un puesto llamado Dos Montes (a la altura donde hoy está la ruta 11), se tendieron rieles de trocha angosta, vías móviles que llegaban hasta la línea del mar. Para hacer este trabajo, que era especialmente arduo porque había que armar y desarmar tramos enteros para que la formación pudiera subir y bajar los médanos, contrataron mano de obra barata japonesa que provenía de Brasil. La cabecera, vaya originalidad, pasó a llamarse Puesto Tokio.Frente del Viejo Hotel Ostende, hoy.
Ostende crecía rápido: muelle, rambla con menhires y vestuarios, capilla de la Medalla Milagrosa. Y, desde luego, un hotel precioso, que se inauguró en diciembre de 1913, hace ya 110 veranos. Pero hubo un error de cálculo. Como desconocían la topografía de la zona, Robette y Poli no se dieron cuenta de que estaban levantando su sueño “europeo” sobre médanos vivos.
Vanesa Rinaldi, guía de turismo y bisnieta de un pionero de la zona, cuenta que obviaron forestar el territorio y las dunas hicieron lo suyo. Con el tiempo, más temprano o más tarde, se comieron la capilla y la rambla. Al muelle lo taparon las sudestadas. Pero el hotel resistió en el medio de un mar de arena con la persistencia que no tuvieron ni Robette ni Poli, que al quedarse sin financiamiento se volvieron a Europa cuando estalló la Primera Guerra Mundial.
Se tendieron rieles de trocha angosta, vías móviles que llegaban hasta la línea de mar. Para esto contrataron mano de obra barata japonesa que provenía de Brasil.El viejo muelle, cuando todavía se lo podía ver.
Contra viento y arena
A los primeros turistas les costaba mucho llegar. El tren los dejaba en la estación Juancho, a unos treinta kilómetros, y de ahí debían seguir camino en carruajes tirados por caballos, por lo que había que darles de todo. Y el hotel, que empezó llamándose Termas y luego Ostende, se los daba.
Tenía generadores de electricidad, bombas de agua corriente, horno para cocinar el pan y la repostería, huerta, caballeriza, salones para la conversación, la lectura, el baile, la esgrima y un comedor en el que se servían manjares en vajilla de lujo.
“El hotel contaba con todo lo necesario para autoabastecerse. Era como un gran barco encallado en el medio de la duna”, dice Rinaldi. Y esta excepcionalidad le dará fama.La habitación de Antoine de Saint-Exupéry en el VHO.
En la habitación 51 se alojará Antoine de Saint-Exupéry, el piloto y escritor francés, célebre autor de El Principito. Allí escribirá una parte de Vuelo nocturno, novela publicada en el año 1930 que narra las peripecias de un aviador en los cielos argentinos.
Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo serán habitué. Una tormenta de arena durante una de sus estadías los inspirará para escribir a cuatro manos Los que aman odian, policial paródico de 1946 que tiene como escenario un hotel acechado por los médanos.
(Dato al margen: hay una versión cinematográfica de 2017, dirigida por Alejandro Maci y protagonizada por Guillermo Francella y Luisana Lopilato, que se salta el tono paródico del libro original y no fue filmada en el hotel, aunque reproduce los embates de la arena y cierto clima opresivo.)
La guerra contra el entorno no daba tregua. Mientras se esperaba que el plantado de espartillo lograra la fijación de las dunas, había veranos en los que los huéspedes que venían del mar debían subir a sus habitaciones, que estaban en el primer piso, a través de tablones puestos sobre los montículos de arena, porque los accesos de la planta baja estaban bloqueados. Ya dijimos: el hotel resistía todo. Los pasajeros también. La leyenda, entonces, se fue construyendo sola.
La habitación 51 es un homenaje a Saint-Exupéry: ya no se alquila sino que se la conserva con un mobiliario similar al que se utilizaba cuando la ocupaba el autor de El Principito.El comedor del Viejo Hotel Ostende
El túnel del tiempo
Hoy, Ostende ya no es un páramo. Entre la intensa Pinamar y la más familiar Valeria del Mar, ofrece la tranquilidad de sus playas enormes y de su bosque de tamariscos y acacias, especies que lograron dominar el movimiento traicionero de los médanos.
Frente a donde estaba la capilla de la Medalla Milagrosa devorada por la arena (y por los saqueos) se construyó una réplica. Alumnos de la escuela primaria de la zona colaboraron para desenterrar los restos de la rambla de Robette y Poli, que nunca llegó a ser el gran paseo costero que imaginaron sus creadores.
Se puede visitar la sencilla casita de madera que Arturo Frondizi (presidente de la Nación entre 1958 y 1962) y su esposa Elena Faggionatto inauguraron en 1935 para pasar sus vacaciones de verano.¿El Sahara? No. Ostende en 1932.
Pero es el Viejo Hotel Ostende (VHO), tal su nombre actual, el monumento que encarna la historia y la persistencia del balneario. Con sus paredes exteriores cubiertas de enredaderas y el interior modernizado pero sin perder su magia, representa mucho más que una opción de alojamiento: por momentos uno tiene la sensación de estar dentro de un museo o de un local de antigüedades.
La vista se deslumbra con arcones, cámaras fotográficas de pie, pisos y muebles originales, vitrales, retratos de otras épocas y la hermosa escalera de piedra que lleva a la planta superior.
La habitación 51 es un homenaje a Saint-Exupéry: ya no se alquila sino que se la conserva con un mobiliario similar al que se utilizaba cuando la ocupaba el autor de El Principito. Y en el rellano del primer piso sorprende la quijada de una ballena: ¿será el mismo animal que el doctor Humberto Huberman, protagonista de la novela de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, ve pudrirse en la orilla del mar, comido por los cangrejos?Ostende, 2024: paradores de madera entre los médanos y amplia playa.
De ayer y hoy
La propiedad del lugar pasó por distintas manos. Entre ellas, las de tres hermanos genoveses: Eugenio, Juan Bautista y Giuseppe Pallavidini, quienes la compraron en 1924. Ellos se dedicaban al negocio gastronómico. Tenían la concesión del restaurante del Club Náutico San Isidro y del buffet de dos líneas ferroviarias.
La vajilla que hoy se exhibe en el comedor del VHO es original de aquellos años y es idéntica a la que se utilizaba en los trenes cuando eran propiedad de capitales ingleses y franceses, y el servicio gastronómico era provisto, justamente, por los Pallavidini.
En 1970, el VHO fue comprado por dos estudiantes de Medicina, Abraham Salpeter y su esposa Miriam, que vieron en él la posibilidad de cumplir un anhelo de esos años juveniles (y acaso hippies): tener un emprendimiento comercial en una playa paradisíaca y alejada del ruido.La escalera de piedra del VHO.
Dicen que la soledad de Ostende (esa sensación de proyecto inacabado) fue un shock de doble vía para la joven pareja: por un lado, el vértigo que les daba un lugar en el que había mucho por hacer; por el otro, la atracción que significaba semejante desafío.
Miriam y Abraham, que se define como “amante de lo insólito”, apenas dudaron. El deseo de aventura pudo más.
Llegó, entonces, la puesta en valor. Que incluyó conservar y restaurar lo antiguo, y al mismo tiempo incorporar servicios que el hotel no tenía: la piscina, por ejemplo, donde antes había un patio. O un bar junto a ella, donde funcionaba el horno panadero (cuyo frente de ladrillos con puerta de hierro todavía está a la vista).
Pero más allá de lo edilicio, se fue desarrollando un concepto: conectar con la historia del balneario, de la que el hotel ha sido protagonista clave, y erigirse, con apoyo de la Fundación Medifé, en una especie de centro cultural, con proyecciones de cine en la playa y charlas de escritores.
Hay una sala de videoteca con butacas que pertenecieron a un cine porteño desaparecido. Y, también, propuestas de lectura curadas por Paola Lucantis y Paulina Cossi, de la librería Te llamaré Viernes (La Pampa 1569, CABA).
“El Viejo Hotel no es solo un edificio conservado en el tiempo, sino un modo de vacacionar sostenido por personas. Tanto las que vienen a pasar sus días de descanso como las que trabajan para que esto sea posible. Las historias de verano son de todas aquellas personas que habitamos el hotel. Intentamos promover un espíritu de comunidad que involucre a los huéspedes como al equipo de trabajo”, dice Roxana Salpeter, hija de Abraham y Miriam, y directora del VHO.
Ostende tiene el favor del silencio, las arboledas, la encantadora planimetría y la playa interminable. Pero también, y sobre todo, tiene el privilegio de una historia llena de contratiempos superados. Parece literatura pero es verdad: un sueño que le ganó a la arena.El ciclo Cinemar. El 11 de enero se exhibe el filme Balnearios, de Llinás.
Actividades
Visitas guiadas por Ostende: Martes y jueves a las 17. Información y reservas en experienciapinamar@gmail.com.
6 de enero, a las 19: 110 Historias de verano. Charla de Felipe Pigna. Balneario del Viejo Hotel (Juan de Garay y Rambla Sud). Abierta al público.
11 de enero, a las 19:30: proyección de Balnearios, el filme de Mariano Llinás. Es la apertura del ciclo Cinemar en el balneario del Viejo Hotel. Llinás participará del evento, que es abierto al público y sólo se suspende si llueve.
18 de enero, a las 19: Claudia Piñeiro presenta su libro Escribir un silencio. Charla con Hinde Pomeraniec, también abierta al público y en el balneario del VHO.
Fuente: https://www.clarin.com/viva/ostende-sueno-loco-desafio-arena-obreros-japoneses-grandes-escritores-hotel-resistio_0_sbMKZKON2I.html