Que el verano no amplíe la brecha educativa

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Para LA NACIONLeyre Sáenz Guillén

En un contexto en donde solo 1 de cada 2 alumnos de tercer grado, es decir chicos de ocho años, comprenden un texto básico, pensar que puedan perder el equivalente a 47 días de aprendizajes durante las vacaciones de verano es por lo menos alarmante.

El informe “Vacaciones de verano: evidencia sobre su impacto en el aprendizaje”, del Observatorio de Argentinos por la Educación y la especialista y psicopedagoga Irene Kit, hace foco justamente en esta cuestión: qué ocurre con los conocimientos de cada chico durante las vacaciones y cómo podemos evitar que estos días de esparcimiento, descanso y diversión representen una pérdida en sus trayectorias escolares. En el informe se detectan dos grandes cuestiones. En primer lugar, que en la Argentina tenemos en promedio (varía según cada provincia) 71 días de vacaciones de verano, y que este número queda por encima del promedio tanto de la región como del promedio de países desarrollados, que ronda los 60 días. Por otro lado, está comprobado en un sinfín de estudios internacionales, que los alumnos pierden en promedio el equivalente a 47 días de aprendizajes durante el extenso receso escolar, sin embargo, esa pérdida es diferente según su nivel socioeconómico. Tras las vacaciones, los chicos de sectores más favorecidos vuelven a las aulas efectivamente descansados, y con los aprendizajes consolidados. Sin embargo, los de sectores más vulnerables cuando regresan a su rutina en febrero o marzo, lo hacen con una pérdida equivalente a casi dos meses y medio. O sea, este período de vacaciones profundiza la gran brecha que ya preexiste entre los distintos niveles socioeconómicos.

El dato antes mencionado de que 1 de cada 2 chicos en nuestro país en tercer grado no comprende lo que lee según las evaluaciones internacionales de la Unesco también expone una brecha; porque cuando vemos qué sucede con los chicos de sectores más vulnerables, observamos que aumenta, y que son 6 de cada 10. Es decir, el 60% de los chicos de los sectores más vulnerables no comprende un texto básico a los 8 años. Entonces, ya de por sí hay una gran correlación entre el nivel socioeconómico del chico con el aprendizaje que efectivamente logra, pero en el año, el sistema escolar logra tener más o menos contenidas estas brechas.

Llegado el verano lo que sucede es que el tipo de vacación que tiene cada uno de los sectores es muy diferente. Un chico del sector más favorecido continúa la lectura, asiste a una colonia, tiene contactos con otros chicos y recibe estimulación del lado lúdico. Sin embargo, los chicos de sectores más vulnerables tienen un entorno muy diferente, y probablemente no tengan acceso a libros, o no tengan cerca a sus padres, que están trabajando, para poder leer o jugar, lo que hace que esta brecha de aprendizajes se profundice entre sectores.

¿Cómo se puede atenuar esta brecha y evitar las pérdidas de conocimientos? El fin de difundir el informe y debatir los datos no es acortar o quedarse sin vacaciones, ya que es importante ese período y descansar. El punto es pensar qué se puede hacer. La evidencia muestra que en los países más desarrollados las vacaciones están distribuidas a lo largo del año en lugar de estar todas concentradas y de corrido en dos meses o más, logrando una continuidad pedagógica, con pequeños cortes distribuidos en tres o cuatro momentos del año.

Otra alternativa, ya desde el lado de las escuelas, es hacer una evaluación diagnóstica de cómo volvió el chico de las vacaciones, para considerar qué materias se deben reforzar. En el país ya se implementa esta evaluación, pero se puede hacer de forma más sistemática entre las escuelas para unificar los criterios. Por último, y no menos importante, el hecho de que exista un compromiso desde el hogar; porque el sistema educativo, la escuela y los docentes influyen en el aprendizaje, pero en el período vacacional los chicos están en la casa. Desde ahí, es importante incentivar a los más chicos desde lo lúdico, involucrándolos en juegos como el tutifruti, que implica pensar palabras y letras, o en actividades tales como seguir una receta de cocina, sacar juntos las cuentas del supermercado. Todo suma a la hora de que el chico mantenga activos los estímulos. Siempre que se pueda continuar con la lectura en el hogar es importante, pero el estímulo pedagógico no viene únicamente de hacer tarea. Se trata de fomentar los aprendizajes en los tres niveles: desde el hogar, la escuela y también desde el sistema educativo, en pos de mejorar la calidad, para que el chico que termine la escuela a los 17 años tenga los conocimientos consolidados tanto de la primaria como de la secundaria, para que tenga herramientas que le permitan conseguir un trabajo de calidad, o seguir estudiando en un nivel superior universitario.ß

Analista de datos del Observatorio de Argentinos por la Educación.

Por Leyre Sáenz Guillén