Una exhibición en el Museo Nacional de Arte Decorativo presenta -hasta enero de 2024- el legado de Lucrecia Moyano (1902-1998), diseñadora, ilustradora, artesana, pionera del diseño en la Argentina y referente en la fabricación de vidrios -en una época donde esa disciplina estaba copada por hombres-, desde un enfoque que reivindica no sólo su aporte sino que también refleja la potente relación entre arte y diseño.

En el antiguo Palacio Errázuriz, en las habitaciones que pertenecieron a las mujeres de la casa, Josefina y Pepita, y donde hasta hace no mucho funcionó la sede del Museo Nacional de Arte Oriental, se despliega la exposición de numerosos y variados ejemplos de obras en vidrio, de las Cristalerías Rigolleau, donde Lucrecia Moyano fue la directora artística: piezas moldeadas, que escapan al carácter serial para asumir estatus de únicos, y que llevan la impronta de esta diseñadora que rara vez firmaba las piezas que realizaba en la fábrica donde trabajó entre 1934 y 1962.

«Las primeras veces que ella visita la fábrica, para conocer el lugar donde sería la directora artística, los trabajadores no entendían bien por qué estaba ahí. Algunos creían que era alguien que pensaba comprar la fábrica. Ella se animó a meterse en un mundo que era mayormente masculino, en el año 1934», cuenta a Télam la curadora Larisa Mantovani, quien investigó para su tesis doctoral el caso de las cristalerías Rigolleau, con sede en Berazategui, donde la figura de Lucrecia Moyano aparece como una pionera.

Desde pequeña, Moyano tuvo inclinación por las artes. Se educó con una institutriz, aprendió dibujo y acuarela con la pintora Léonie Matthis, trabajó en el periódico La Prensa, en donde publicaba sus bocetos y, en su extensa carrera, recibió numerosos reconocimientos en Salones de Acuarelistas y de Artistas Decoradores, así como en exposiciones internacionales en Brasil, Estados Unidos y Francia, en muestras colectivas e individuales. Ella y sus hermanas -Lila, Leonor, Leticia y Lía- compartían las iniciales de su nombre y apellido, así como la curadora lo hace hoy con la artista, aunque solo por puro azar.

«Lucrecia es una figura súper interesante. Si bien se dedicó a la producción de vidrios en las Cristalerías Rigolleau, cuando ingresó a la fábrica ya había hecho diseños de muebles, ya se vinculaba con los artistas más importantes, ya había participado de los salones de Acuarelistas. Y mientras trabaja alli, en paralelo, realiza diseños gráficos, diseños textiles. Entonces, se desarrolla en un área muy muy amplia de producción», resume la curadora durante una recorrida por la muestra.

En la primera sala, encerradas en grandes vitrinas, se encuentran algunas de sus piezas más características y otras conmemorativas que narran la historia de la famosa cristalería donde Moyano se destacó por el diseño y producción de objetos únicos que tenían un fuerte componente manual. Las obras en vidrio realizadas bajo su dirección artística representan la colección más grande de manufactura nacional que se conserva en el Museo Decorativo. «Ella le dio a la cristalería una escala mucho más internacional y de mayor visibilidad, con su trabajo», dice Mantovani.

Hay por ejemplo piezas antropomorfas, hay algunas hechas con burbujas -cuando comenzó a usarse como recurso estético para dar un carácter moderno a las obras- hay una inmensa copa como de trofeo, con asas a los costados, realizada para conmemorar la primera vez que se encendió el horno en la fábrica, y que lleva la firma de todos los empleados, incluida la de Louis Pierrot, que era uno de los maestros vidrieros: «Esta pieza se hizo en la sección artística, que ella dirigió, y lo lindo es que recupera el trabajo de todos aquellos que en general no aparecen con firma dentro de la producción de una fábrica», señala Mantovani.

En esta parte se pueden ver además las primeras fuentes Pyrex que se fabricaron en Argentina, objetos utilitarios con dimensión artísticas, o algunas piezas expuestas en el Salón Nacional de Artistas Decoradores: «Estas primeras piezas se exponían en eventos que no eran llamados ‘de diseño’ en ese entonces. Entonces ella se definía como una artesana, o decoradora», relata la curadora sobre estos trabajos fruto de un vínculo fecundo entre industria y artes.

«En la actualidad, muchas de sus piezas son entendidas como diseños, aunque en su época al referir a su actividad se hablaba principalmente de decoración y artes aplicadas, dado que el diseño aún disputaba su propia definición», reza el texto de sala.

Lo cierto es que Moyano tomaba el dibujo y la acuarela como sus guías para idear proyectos únicos que luego se concretaban en otras materialidades, como el vidrio o el textil. «Cuando comenzó en la fábrica ella no sabía trabajar el vidrio, esa masa viscosa y espesa como la miel, pero la convocan justamente para abrir una línea artística», explica la curadora y añade que la artista se ocupó de «reconocer la jerarquías que estaban funcionando dentro de la fábrica y trabajar con eso para tener un buen vínculo con los vidrieros».

Las creaciones que realizó Moyano incluyen vajillas, vasos, jarrones, piezas hechas a mano, y no solo integraron la muestra l’Art du verre en el Museo de Artes Decorativas de París en 1951, sino también se exhibieron en el Pabellón Argentino de la Exposición Universal de París de 1937 y en la Feria Mundial de Nueva York.

El recorrido por la muestra revela una constante tensión entre la estandarización industrial y la innovación artística, como es el caso de la única alfombra que se conserva de las diseñadas por Moyano, cuando desplegó su arte en textiles, creados a partir de sus diseños en las fábricas Dándolo y Primi y El Espartano.

«Mientras trabajaba en la fábrica, en paralelo, empieza a armar estos proyectos textiles, de alfombras, que nacen como idea en acuarelas pequeñitas, de prueba, que luego transforma en hojas milimetradas, que servían de referencia a las tejedoras, para contar los colores. Ella quería hacer piezas originales y únicas, pero la fábrica de alfombras lo quiere hacer seriado y ahorrar así que hubo algunas disputas ahí», cuenta la curadora.

Para entender el espíritu de trabajo de Lucrecia Moyano se puede apelar a una de las vitrinas donde se conservan los «whimsies» (en inglés antojos o caprichos): en los escasos tiempos libres en la fábrica, los obreros del vidrio tenían la oportunidad de hacer objetos de su propia autoría, ya fuera con permiso de sus superiores o bien a escondidas. Eran piezas para ser regaladas entre familiares o enamorados y les permitían desplegar sus habilidades libremente, desde vasos hasta pisapapeles o souvenirs con nombres de parejas, que se vendían luego en la tienda Harrods.

La última sala, con un fuerte estilo decimonónico, en elegantes vitrinas antiguas que pertenecieron a los Errázuriz, albergan las piezas de vidrio -Louis Comfort Tiffany, René Lalique, Daum Nancy- que pertenecieron a la colección personal de la familia Rigolleau, de los más destacados vidrieros internacionales, y que los mismos donaron al museo Decorativo junto con las piezas de Lucrecia Moyano.

Algunas de sus obras se conservan actualmente en el Museo Nacional de Arte Decorativo, en el Museo de Berazategui, en el Museo del Vidrio de Corning (una famosa ciudad vidriera de estados Unidos) y en el Brooklyn Museum.

La exposición «Lucrecia Moyano. Diseño, arte e industria argentina» se puede visitar hasta enero 2024 en el museo ubicado en avenida Del Libertador 1902, de miércoles a domingos de 13 a 19, con entrada libre y gratuita.

Fuente: Télam