San Valentín: de Simón Bolívar a Napoleón
El experto en literatura epistolar Nicolas Bersihand recopiló en su libro Cartas eróticas la correspondencia amorosa de algunos personajes célebres de la historia.
Mucho antes de que existiera el sexting o la mensajería instantánea, el amor, lo deseos y las pasiones se expresaban en papel. Las cartas viajaban durante semanas hasta su destino, para volver a iniciar el periplo con la respuesta. La distancia, la falta de contacto y apenas unas líneas escritas por el ser deseado disparaban la imaginación y el erotismo.
El experto en literatura epistolar Nicolas Bersihand recopiló en su libro Cartas eróticas (Ediciones B) la correspondencia amorosa de algunos personajes célebres como Napoleón Bonaparte, León Trotski, Simón Bolívar, Virginia Woolf, Emily Dickinson, el Marqués de Sade y Benito Mussolini, entre otros.
En declaraciones al diario español La Vanguardia el experto explicó que la intención de este libro fue la de “aportar luces y sombras sobre determinados personajes históricos”. “Y es que no hay mejor forma de conocerlos que a través de su intimidad”, expresó.
En este sentido, aseguró que “la vida de una persona se puede resumir en diez cartas. Y, de estas, las que son de temática amorosa o erótica nos dan una visión más amplia y real de la persona en cuestión”.
«La correspondencia ha existido y existirá siempre. Antes era de forma oral. Y ahora se transmite vía correo electrónico, whatsapps e, incluso, emoticonos. En un futuro quién sabe. Lo que tengo claro es que encontraremos el modo de expresar nuestros sentimientos”, concluyó.
Fragmentos de cinco cartas de amor publicadas en Cartas Eróticas
Simón Bolívar a Manuela Sáenz
En plena guerra de la liberación de América, Simón Bolívar (1783-1830) recuerda y piensa en su íntima amante, Manuela Sáenz (1797-1856), la Libertadora, embriagado por una emoción intensa.
Me atraen profundamente tus ojos negros y vivaces, que tienen el encantamiento espiritual de las ninfas; me embriaga, sí, contemplar tu hermoso cuerpo desnudo y perfumado con las más exóticas esencias, y hacerte el amor sobre las rudimentarias pieles y alfombras de campaña.
Claretta Petacci a Benito Mussolini
La verdadera mujer del líder fascista Benito Mussolini (1883-1945) fue Claretta Petacci (1912-1945), quien permaneció a su lado desde 1933 hasta que murió al interponerse entre el Duce y el tiro final que iba destinado a él. Ella tenía veinte años, casi tres décadas menos que él, cuando se conocieron, y de inmediato la maquinaria inconsciente se puso en movimiento para propiciar sueños eróticos como este.
22 de febrero de 1933
He soñado con usted […] y por entre mis extremidades entumecidas ha pasado un soplo de vida y de belleza.
Me habla en sueños, su voz es dulce como una melodía, y su sonrisa es como la cálida caricia del sol. Su soberbia figura vuela y fluctúa transformada en ternura a través de la rosada neblina del sueño.
No me regañe… Pienso en usted. En los momentos de mayor tristeza, por la noche, cuando el mar ondulante se tiñe de negro, tengo frío, e invoco el calor de su presencia…
Cuando las olas iridiscentes de pequeñas centellas derraman, presas de un transparente estremecimiento, un azul inverosímil, me siento más cerca de usted.
El marqués de Sade a su mujer, Renée-Pélagie
El marqués de Sade (1740-1814), el aristócrata francés famoso por sus escándalos sexuales, que pasó media vida entre rejas y produjo una obra tan violenta y cruel que la posteridad creó a partir de su apellido la perversión llamada «sadismo»; tuvo una relación contrastada con su mujer. Repudiada al inicio de su matrimonio, ella acabó convirtiéndose en su gran apoyo durante su vida en la cárcel hasta ser, como lo expresa en esta carta, deseada con «toda su alma».
Diciembre de 1787
Tengo unas ganas increíbles de reprenderte. Esa manera de huir, sin decir una palabra, es espantosa y en verdad ocurre todo lo que cabe imaginar. Contigo nunca se sabe qué creer y, cuando lo piensas, es una atrocidad. Entiendo que tampoco es de sorprender, amiga mía, puesto que te has formado desde que no estamos juntos. No obstante, te confieso que no veo motivo alguno para tu comportamiento y que eres la mujer más singular que existe. ¿Acaso imaginas que te perdonaría todo esto? No te equivocas si piensas que estoy muy indignado con tu comportamiento. Adiós. Esta noche estoy escribiendo como una bestia, como un burro, como un semental español, así que me despido. Ven a verme, te lo ruego. Ven cuando quieras, siempre será un placer y un honor, y puedes estar segura de que, a pesar de todos los disgustos que me das, te follaré, sí, te follaré con toda mi alma.
León Trotski a su esposa, Natalia Ivánovna Sedova
De Trotski (1879-1940), la historia ha conservado, entre otras cosas, su duelo con Stalin (1878-1953), su liderazgo comunista y su muerte (fue asesinado en su exilio mexicano). Pero el hombre que cautivó a escritores y artistas, y que fue el amante de Frida Khalo, guardaba tesoros y pensamientos íntimos que desvelaba muy a menudo, como en esta carta a su mujer.
19 VII 1937
He almorzado. Me he tumbado y he leído. Me he dormido (no mucho rato). Ahora son las tres y media. En media hora, el té. ¿Posponer el paseo? Y si llueve. Probablemente vaya ahora. Natalochka, ¿qué estás haciendo tú ahora? ¿Descansas (de mí)? ¿O tienes una operación? ¿Otra inflamación? Me gustaría que te recuperases pronto. Querría para ti fortaleza, tranquilidad, un poco de alegría.
Desde que llegué aquí, mi pobre verga no se ha levantado ni una sola vez. Como si no estuviera. Ella también descansa de la tensión de estos días. Pero yo, y no ella, pienso con ternura en un coño muy dulce que conozco. Quiero chuparlo, meter la lengua en sus profundidades. Natalochka, cariño, te follaré fuerte con la verga y con la lengua. Lo siento, Natalia, me parece que es la primera vez en la vida que te escribo unas líneas como estas.
Napoleón Bonaparte a Josefina de Beauharnais
Napoleón, indefenso, rendido a su Josefina, que pasa de sus cartas y protestas, entregada a otros placeres, recuerda su felicidad al adentrarse en «el bosque negro», impaciente por entregarle besos en todo el cuerpo, acaba con esta comparación militar y bella: ¡entrar en Josefina es estar en el Elíseo, ser el emperador del mundo!
Milán, 8 de frimario del año V [28 de noviembre de 1796] 8 de la tarde
Recibo el correo que había expedido Berthier en Génova. No has tenido tiempo de escribirme, lo veo claro. Rodeada de placeres y de juegos, habría sido un error sacrificar un instante por tu pobre y desafortunado amante.
[…] Sería sumamente feliz si pudiese asistir al agradable baño: un pequeño hombro, un pequeño seno blanco, suave, rotundo; y, más arriba, esta carita con el pañuelo al estilo criollo, para comérselo. Sabes bien que no olvido las pequeñas visitas; sabes bien, el pequeño bosque negro. Le doy mil besos y aguardo con impaciencia el momento de adentrarme en él. Todo en ti, la vida, la felicidad, el placer son solo lo que tú haces de ellos. Vivir en una Josefina es vivir en el Elíseo. Un beso en la boca, en los ojos, en el hombro, en el seno, ¡por todas partes, por todas partes!
Fuente: https://www.clarin.com/cultura/san-valentin-simon-bolivar-napoleon-fragmentos-cartas-eroticas-compiladas-nuevo-libro_0_ty0MEWUnha.html