Sexo en el matrimonio
¿Es esencial el sexo para que un matrimonio sea feliz?
Nunca fue una relación pasional. Pero sí durante los primeros años de noviazgo las relaciones sexuales se daban con frecuencia, y se disfrutaban. Eva y Esteban tienen 48 años y están juntos desde hace más de 20. “Parece un siglo”, dice ella, pero la intimidad comenzó a declinar con más fuerza cuando nació su primera hija, hoy adolescente. “Ahí fue la hecatombe”, grafica Eva, uno de los nombres ficticios que aparecerán en esta nota para preservar la identidad de las parejas que dieron testimonio sobre una merma significativa en sus encuentros sexuales. A partir de ese momento, cuenta Eva, las relaciones sexuales se fueron espaciando cada vez más hasta convertirse en nulas, o casi. Y lo que en un inicio fue motivo de peleas, reproches y conflictos, terminó convirtiéndose en algo convenido. “Al final, bueno, compartís la casa, compartís tiempo, los gastos, la educación de tus hijos, la cotidianidad y los amigos, pero no compartís la intimidad. Hay momentos de neutralidad sexual que coinciden para los dos y no es un problema. Pero otras veces no, y lo que puedo aportar según mi experiencia es que siempre termina siendo más frustrante para una de las partes, en este caso la mía. Él así, en cambio, está cómodo”, señala Eva. En lo que va de 2024 no tuvieron ningún encuentro sexual, y el año pasado, desliza, alguna vez coincidieron. Cada uno tiene sus espacios de intimidad personal, de autosatisfacción, y así llevan la convivencia. Hubo épocas, sin embargo, en las que intentaron otras cosas. “Cuando nuestra hija tenía alrededor de tres años fuimos a una sexóloga, y ella nos lo dejó muy claro. Después de algunos psicotests que nos hizo, nos explicó que la personalidad de él, que es cero ansioso, con pocas inquietudes y sin demasiada expectativa de poseer, se traduce en todos los ámbitos de la vida, y que la falta de deseo sexual es una más. Igual hicimos un esfuerzo, lo intentamos con una terapia durante un tiempo y seguimos los ejercicios que nos recomendó la sexóloga para volver a recrear momentos de intimidad, por decirlo de alguna forma. La idea era retomar hábitos perdidos, como salir a caminar juntos de la mano, promover encuentros especiales y algunas cosas más”, relata Eva. Pero “hacer los deberes” no era fácil porque muchas veces la agenda del día a día, el trabajo y las multitareas terminaban devorándose la semana. “Al final todo vuelve a foja cero”, resume.
La frecuencia es fundamental para una vida sexual plena
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Con los años es inevitable que disminuyan los encuentros sexuales en la pareja
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Sexualidad con más libertades y el “no” como respuesta El papel que desempeñó la sexualidad a lo largo del tiempo fue cambiando según las épocas, las costumbres culturales y las generaciones. En algún momento del siglo 21, refiere Adrián Helien, médico psiquiatra del Hospital Durand -y sobre todo por los derechos adquiridos por las minorías-, comienza a notarse un deslizamiento, y la sexualidad se encamina hacia otro escenario con mayores libertades y el derecho a decir que no, algo que según los expertos no sucedía en las relaciones de la llamada generación silenciosa y parte de los baby boomers. En este sentido, no solo prevalece el consenso dentro de una relación sexual -cuando “no es no”- sino también el derecho de ser asexuado. Los diarios del mundo se ocupan del tema y abordan las nuevas perspectivas desde las que se puede mirar la sexualidad en la actualidad. Días atrás, The New York Times publicó una serie de notas para entender hasta qué punto el sexo ocupa un lugar central en los matrimonios modernos y si pueden ser felices con menos encuentos íntimos. “En nuestra formación como especialistas -reconoce Helien- no tener relaciones sexuales era algo equivalente e a un problema del deseo. Hoy no es necesariamente así, porque las personas acomodan de distinta manera a la sexualidad en una escala de valores, y mientras que para algunos es un valor que rankea en el primer puesto, otros la sitúan en el medio de la tabla, o al final”, dice el experto en sexología, autor del libro Cuerpxs Equivocadxs, hacia la comprensión de la diversidad sexual.
Antes, sugiere Helien, dominaba el supuesto de que la sexualidad era algo que debía estar presente sí o sí para tener un buen vínculo. Esa conjetura tiene ahora un valor relativo. Lo que sucede -advierte- es que los vínculos son complejos, y sintonizar las diferencias lo es aún más. Con el amor no basta, asegura, y se necesitan infinitas habilidades para estar en pareja y “bancar” las diferencias. “Globalmente hay una idealización respecto al deseo, que el sexo espontáneo y la chispa de la pasión que existe en el inicio de una relación va a estar siempre, sobre todo cuando hablamos de parejas estables. Ni que hablar cuando esa pareja pasa a ser una familia y se suman las tareas de cuidados que entran en escena. No existe el sexo espontáneo como tal y si no está en la agenda, los encuentros sexuales empiezan a desaparecer”, plantea. ”No hay una frecuencia estipulada” Según explica la psicóloga y sexóloga clínica Olga Tallone, hay varias fases en los vínculos. “Hay una etapa que es la química, el flash, la mirada y la admiración por el otro. Después le sigue una etapa simbiótica, y una tercera que es la de la autonomía, cuando cada uno comienza a tener intereses diferentes, cuando la pareja comienza a diferenciarse y vuelven a querer escalar en los espacios propios -dice Tallone-. En ese momento, aparece lo que es natural en cualquier dupla humana, que es la etapa definida como la lucha de poder. Y es bueno saberlo para descomprimir. Porque la lucha por el poder se recrudece, la culpa es del otro porque no quiere tener sexo, la culpa es del otro porque engordó… Es, en realidad, multicausal, y es una lucha que puede ser corta o extensa”. La especialista subraya la importancia de “escuchar al otro sin ofenderse” para poder sostener la relación. En este sentido, introduce la idea de “espiritualizar el vínculo”, que se refiere a la necesidad de registrar al otro, de darle libertad. “Y no hablo de la libertad de abrir la pareja, sino de la subjetividad de cada uno. Eso es clave, porque si a uno de los dos con el paso de los años le gusta escribir o leer de noche, y al otro le molesta la luz o el ruido del teclado, tendrán que hablar para ver cómo lo resuelven. En los grupos en los que trabajo, aparecen mucho este tipo de ejemplos. Espiritualizar el vínculo es entender que la unidad de la pareja sucede cuando se registra al otro. En esa pérdida del registro del otro es cuando se termina perdiendo el sexo”, señala. Tallone, además, habla de una presión extra que llega de la mano de la frecuencia, que suele ser motivo de consulta. “No hay una cantidad estipulada”, define. No solo desalienta el sexo por obligación sino que descree del objetivo basado en términos de regularidad como un comportamiento saludable. “Cuando hay un problema y no se habla del tema, ya sea de plata, de los hijos o de sexo, se va generando como un cáncer, que contamina y pudre todo. Hay que hablar, y lo que surge muchas veces en la consulta es que, en realidad, lo que extrañan las parejas no es el acto sexual propiamente dicho, sino un montón de otras cosas que hacen a la sexualidad, como el gesto de que te tapen con una manta, un abrazo mientras alguno de los dos está cocinando o escenas de complicidad. Las personas necesitan esos deseos sencillos”, invita Tallone, que el próximo viernes 31 presenta su nuevo libro Tantra Clásico, nuevo enfoque del deseo sexual.
Otras parejas, al igual que Eva y Esteban, contaron también sentirse sexualmente desalineadas, con inquietudes que iban bifurcándose a medida que pasaban los años. Pilar, una madre de 42 años en pareja hace más de 20, asegura que con el crecimiento de sus hijas experimentó no solo un renacer de la sexualidad sino también más ganas de involucrarse en diferentes proyectos personales, como el canto y el coaching, dos cosas que también le generan placer y para los que antes no tenía tiempo. Pero Gastón, su pareja, va por otro carril. “Está todo el tiempo diciendo que tiene ganas de desacelerar, de bajar el ritmo, de trabajar menos, de estar un poco más tranquilo”, explica. “También aplica para el sexo, y me agota que eso sea un tema de discusión -dice Pilar-. Llegué a pensar que quizá tenía alguna cuestión hormonal o algo patológico. Lo hablé con la psicóloga, pero la verdad es que no siento que por tener 42 años ya sea grande, que me tengo que conformar y no anhelar mucho más. Mis amigas se quejan de que sus maridos les reclaman porque siempre ponen alguna excusa para zafar de la situación cuando no tienen ganas de tener sexo. A mí me encantaría que me estén buscando todo el tiempo”, expresa. Distinto es el caso de Candelaria, que acaba de cumplir 50 años, y siente algo de “culpa” por haber perdido la iniciativa. Asegura que sigue enamorada de su marido, pero reconoce que las exigencias de la vida moderna muchas veces dejan poco lugar para el sexo. “Llego a la cama y me desmayo”, describe. Sin embargo, afirma que en vacaciones o en escapadas de pareja logra reencontrarse con el deseo y disfrutar de la intimidad.
Compartir las fantasías con la pareja mejora la calidad del sexo
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Hablar de los problemas de sexualidad puede perjudicar la situación
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Para la doctora Yasmín Marrapodi Blanco, ginecóloga y especialista en sexología, a medida que la sexualidad va cambiando durante las etapas de la vida, no todo el placer o el deseo pasa a nivel del coito. “También por el tacto, por las sensaciones. Va más allá de la cama y la penetración”, dice Marrapodi Blanco, que forma parte de la red de profesionales de DrApp. Algunos matrimonios que buscan mejorar su vida sexual, se preguntan si abrir la pareja puede ayudar a reavivar la llama. Marrapodi Blanco desliza que cuando la pareja no está bien y los cortocircuitos son recurrentes, no suele ser el momento. “Más bien todo lo contrario, porque para abrir la pareja se necesita de un vínculo muy consolidado, de mucha comunicación y entendimiento. Si uno tiene una relación cerrada y quiere abrirla porque la falta de sexo es un problema, seguramente esa no sea la solución”, indica.
¿La era de la recesión sexual’ A pesar de la insistencia de los especialistas en que la frecuencia de los encuentros sexuales, entendidos como el acto de copular, no es esencial para tener un vínculo feliz, la mayoría de las parejas entrevistadas para esta nota (aunque solo algunas hayan sido mencionadas), llevan un registro aproximado, y muchas creen que no es suficiente, al menos para alguna de las partes. La caída de las relaciones sexuales, sin embargo, es un fenómeno global, y hay trabajos científicos publicados al respecto. Lo más llamativo, apunta Helien, es que el interés está cayendo en los más jóvenes actualmente. “Hace algunas semanas, el psicoanalista italiano Luigi Zoja hablaba sobre este tema durante la presentación de su último libro”, comenta. Según Zoja, se presentan infinitas prefiguraciones del deseo sexual, que no provienen de nuestro interior, de eso que se denomina eros, erotismo, sino que vienen fabricadas. “En el mundo, los modelos de vida se transformaron en modelos exteriores. Antes, uno crecía en la mentalidad tradicional. En casa, el modelo eran los padres, o los hermanos o hermanas mayores a veces. Y era muy sencillo crecer y ser parecidos a ellos. Ahora todo cambió. La chica como adolescente se fija en las influencers, que son personas muy bellas y muy ricas, y la chica es una chica normal, no es tan bella y no es tan rica. Y los chicos, en la pornografía y se vuelven incluso aún más inseguros”, planteó el experto italiano en una entrevista con LA NACION.
Es posible revivir los encuentros sexuales si se encara una terapia para tratar las dificultades
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Los hijos siempre dificultan la intimidad
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Las exigencias de la vida moderna, el “no” como opción y la posibilidad de que el sexo no tenga el mismo puesto en el ranking entre las prioridades de cada uno son solo algunos aspectos que pueden explicar el contexto actual en el que no pocas parejas admiten una caída en los encuentros íntimos. Los expertos coinciden en que no necesariamente esta merma implica un conflicto, pero cuando las dos partes no están alineadas -algo que sucede a menudo- se genera fricción y salen a flote las peleas. Lo mejor, casi lo único que puede salvar el desencuentro, insisten los especialistas, es la comunicación, el diálogo honesto. Poder escuchar al otro sin ofenderse. Abrir la charla es el camino acertado.
Fuente: Diario La Nación