Sierras de la Ventana
Una plaza diseñada por Thays, colonos alemanes y el castillo gótico de su fundador: “Es una ciudad con alma de pueblo”
En el corazón de las Sierras de la Ventana, al suroeste de la provincia de Buenos Aires, se encuentra la localidad que es cabecera del partido homónimo; un lugar que combina historia, cultura y belleza natural
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LA NACIONConstanza Bengochea
-¿Las tierras son viables?
-Sí, señor. Son buenas tierras.
Así, con una simple afirmación llena de posibilidades, podría haber sido el dialogo entre Ernesto Tornquist, un visionario empresario de la élite porteña y Rodolfo Funke, un técnico químico con experiencia en los ingenios azucareros de Tucumán. Funke, con su conocimiento experto, había estudiado las entrañas de aquellas tierras y entregaba su veredicto: “Podían prosperar”. Tornquist, con un apellido que simbolizaba la ambición, no necesitaba más. Supo al instante que esos suelos prometían un futuro, y él sería el hombre que lo haría realidad. Esta es la historia de la localidad de Tornquist.
“Funke se asentó en la zona en 1878, en una construcción conocida como la Casa Administración. En ese mismo edificio, algunos años después, Ernesto Tornquist abrió el primer almacén de Ramos Generales, un hito fundacional de nuestro pueblo”, explica Mariano Spialtini, profesor de Historia y responsable del museo municipal Casa de la Historia de Tornquist. Y reconoce que aunque es, en lo formal, una ciudad, conserva “el alma de un pueblo”.
La localidad de Tornquist se encuentra al sur de la provincia de Buenos Aires, a 60 kilómetros de Bahía Blanca. Rodeada por las Sierras de la Ventana, forma parte de una región de paisajes únicos, con cerros como el Ventana y el Tres Picos, ideales para actividades al aire libre y el turismo de aventura. Fue fundada el 17 de abril de 1883 por Ernesto Tornquist.
“Cuando comenzaron a levantarse las primeras construcciones, se generó un desorden urbanístico. Por eso, Tornquist decidió contratar arquitectos y agrimensores para trazar un diseño ordenado del pueblo. Desde sus inicios, todo fue cuidadosamente planificado. Tornquist soñaba con un lugar de gran envergadura, lo que llevó a la creación de amplias avenidas con bulevares. El crecimiento del pueblo se organizó en torno a su plaza principal, el Parque Lineal Ernesto Tornquist, un espacio que ocupa cuatro manzanas, con un lago y una iglesia ubicada en el centro. Este parque fue diseñado por el reconocido paisajista Carlos Thays, que también diseñó el parque de residencia de Tornquist”, relata Spialtini.
Ernesto Tornquist y su “capacidad increíble para los negocios”
Ernesto Tornquist nació el 31 de diciembre de 1842 en Buenos Aires, en una familia con raíces europeas. Su padre, Jorge Tornquist Elkins, era oriundo de Hamburgo, Alemania, y trabajaba como cónsul de Bremen en Montevideo, comerciaba productos importados en Buenos Aires y realizaba inversiones inmobiliarias en Argentina y Uruguay. En 1856, Ernesto fue enviado a estudiar a Alemania, a una escuela real en Krefeld.
“Cuando regresó a la Argentina empezó a trabajar en la empresa de los Altgelt que se dedicaba a la importación de productos. Luego, terminó siendo una especie de CEO de la empresa. Tornquist fue un gran empresario argentino que perteneció a la generación del ‘80”, explica Spialtini.
El 9 de noviembre de 1872, Ernesto se casó en Buenos Aires con su sobrina Rosa Altgelt Tornquist, hija de su hermana Laura y Adam Altgelt. “En esa época era algo común el casamiento entre familiares”, dice. Juntos tuvieron 14 hijos, aunque tres fallecieron siendo muy pequeños.
-Además de trabajar en la empresa de su suegro, los Altgelt, ¿qué otras actividades realizaba Tornquist?
-La empresa empezó a diversificarse con el tiempo. Por ejemplo, contaba con estancias agrícolas llamadas “Estancias y Colonias Tornquist”. Además, Ernesto fue el fundador del Banco Tornquist y tuvo la visión de crear el Hotel Plaza de Buenos Aires, aunque no llegó a ver su inauguración. También incursionó en emprendimientos azucareros y fue dueño de la famosa fábrica de cerveza Palermo, ubicada en el lugar donde hoy se encuentra el shopping Alto Palermo. Su talento para los negocios era increíble; incluso llegó a dedicarse a la explotación de ballenas en las Georgias del Sur.
-¿Cómo hizo su fortuna?
-Principalmente a partir del comercio de importación y exportación con Alemania. Las tierras las obtuvo en el contexto de la Campaña del Desierto. En esa época, la provincia de Buenos Aires tenía varias leyes sobre tierras, y la última exigía que estas fueran ocupadas y puestas en producción. El 17 de abril de 1880, Tornquist adquirió su primer lote en esta región a Benjamín Páez. A partir de ahí, siguió comprando más tierras. Gracias a sus contactos en Europa, trajo a los primeros colonos suizos y alemanes, y así comenzó a dar forma a su gran empresa, Estancias y Colonias Tornquist.
Según el especialista, Tornquist inició su proyecto adquiriendo primero unas 10.000 hectáreas de tierras, y más tarde amplió significativamente sus posesiones hasta alcanzar cerca de 100.000 hectáreas, según los registros. Luego, el empresario decidió lotear una parte de las tierras y venderlas, pero estratégicamente conservó las que se encontraban al norte de la actual ruta 33, ya que eran las más fértiles y adecuadas para el desarrollo agrícola. En esas tierras privilegiadas estableció una colonia agrícola conocida como Estancias y Colonias Tornquist, sentando así las bases del pueblo que lleva su nombre.
En la segunda mitad del siglo XIX, durante la campaña liderada por Adolfo Alsina como ministro de Guerra, se construyó la famosa Zanja de Alsina, una imponente obra de ingeniería militar que marcó la estrategia defensiva de la época. La zanja tenía 3 metros de ancho por 2 metros de profundidad y se extendía a lo largo de aproximadamente 3.500 kilómetros, delineando una frontera que buscaba frenar los avances de los malones indígenas.
A lo largo de esta línea se erigieron fuertes y fortines en puntos estratégicos, diseñados para vigilar y proteger el territorio conquistado. La Zanja de Alsina no solo fue una herramienta defensiva, sino también una pieza clave en la expansión de la frontera agropecuaria, que permitió a las autoridades avanzar sobre territorios habitados por pueblos originarios. Este sistema reflejaba la política de ocupación y control territorial, marcando un antes y un después en la configuración del sur de la provincia de Buenos Aires.
“En 1878, en el Fortín Paso de los Chilenos, ubicado sobre el río Sauce Chico, se construyó el Fuerte Argentino. A partir de ese momento, comenzó a formarse un núcleo poblacional en la región. Cuando Tornquist adquirió esas tierras, trasladó a ese grupo más al norte, donde se encontraban las mejores tierras para la producción. El Fuerte quedó deshabitado y los pobladores se establecieron en esta nueva zona, dando origen a un asentamiento que luego se consolidaría”, dice Spialtini.
-Además de los que estaban en la zona, ¿cómo Tornquist pobló el lugar?
-Los primeros pobladores fueron traídos directamente de Europa. Tornquist, que tenía numerosos negocios con alemanes y contaba con capitales belgas, impulsó la colonización agrícola. En la primera oleada inmigratoria llegaron suizos, austríacos y alemanes, quienes se dedicaron a trabajar la tierra, pero no eran trabajadores comunes: se trataba de mano de obra altamente calificada. Incluso se estableció una zona experimental de chacras, donde se probaban distintos cultivos y animales para determinar qué era más adecuado. Todo fue cuidadosamente planificado, nada se dejó al azar. Años después, comenzaron a llegar inmigrantes italianos y españoles, sumándose al desarrollo de la región.
Muy cerca de Tornquist se encuentra Bahía Blanca que se fundó el 11 de abril de 1828 como una fortaleza militar bajo el nombre de Fortaleza Protectora Argentina. El proyecto fue impulsado por el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas y su objetivo principal era asegurar la soberanía sobre la región y proteger a los colonos frente a los ataques de grupos indígenas.
“Hasta 1905 Tornquist perteneció al distrito de Bahía Blanca, cuando se independizó como partido se creó el Distrito de Las Sierras. Manuel Láinez fue designado como el primer comisionado municipal del distrito, la idea era alguien que conociera la provincia para organizar el distrito sui generis”, agrega. Láinez fue periodista y político, un visionario de la educación pública en Argentina que consolidó la idea de una educación pública universal.
-¿Cuándo cambió su nombre de Distrito de Las Sierras por Tornquist?
-En 1910, en el centenario de la revolución de Mayo, hay una legitimación de las figuras de la generación del ochenta y se cambia el nombre de Distrito de Las Sierras por Distrito de Tornquist. En realidad, el nombre “Las Sierras” se lo había puesto Tornquist porque para él era una especie de marca para potenciar el desarrollo del distrito que había creado.
-Además de la explotación agrícola, en la zona se construyó el Club Hotel Casino Sierra de la Ventana, ¿cuál fue la participación de Tornquist?
-El hotel fue construido en 1911 y se encuentra en el corazón de Villa Ventana y forma parte del distrito de Tornquist. Él tuvo un papel fundamental en su construcción, ya que era propietario de una fábrica de ladrillos que proveyó los materiales para la obra. El hotel fue un símbolo del desarrollo turístico en la región.
-¿Tornquist llegó a vivir en el lugar?
-No, su residencia acá era solo de verano. Él tenía tres propiedades importantes. Una de ellas era un petit hotel frente a la Plaza San Martín, que lamentablemente fue demolido. Otra fue una quinta en Belgrano, conocida como Villa Ombúes, donde hoy está la Embajada de Alemania. La única que permanece en pie es su residencia de verano, la Estancia La Ventana, que aún pertenece a su familia y se encuentra en manos de los descendientes de su hija Ernestina. Tornquist falleció en 1908, a los 65 años, a causa de problemas renales.
La construcción del castillo requería un jardín que estuviera a la altura de su elegancia y con esa idea en mente, Tornquist contrató al renombrado paisajista francés Charles Thays.
Thays comenzó su labor en 1905 y, durante seis años consecutivos, visitó la estancia La Ventana, plantando alrededor de 2.000 ejemplares al año, previendo que la mitad no sobreviviría. Con recursos económicos ilimitados y vastos espacios disponibles, diseñó un parque extenso que incluía estatuas, grandes copas y un quiosco apartado, donde las damas podían disfrutar de una caminata y tomar el té.
El paisaje se enriqueció con puentes que cruzaban el arroyo que atravesaba el casco principal, y se cavó un lago artificial que conectaba la casa con vistas espectaculares de las sierras. Para coronar el diseño, en lugar de una simple tranquera, se instaló en la entrada un majestuoso portal de hierro forjado, al estilo de las grandes mansiones rurales europeas.
Además del desarrollo de la actividad agrícola-ganadera de la zona, Spialtini cuenta que “la principal fuente de trabajo de Tornquist es una papelera que trabaja con papel reciclado. También hay mucha mano de obra para trabajar en el campo y empleados del Estado. Algo de turismo, aunque la zona más turística es la que está en la zona de la Sierra de la Ventana”.