Vacuna contra la covid-19: ¿qué son los adyuvantes?
Así como no es lo mismo escuchar música en el celular que en los altavoces del auto, las vacunas sin adyuvantes no tienen el mismo efecto.
Se trata de substancias que, al unirse a la fórmula de las vacunas, tienen la capacidad de incrementar la respuesta del organismo humano al ser inoculado.
«Es un amplificador», explica la doctora María Elena Bottazi, codirectora de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Colegio Baylor de Medicina de Houston y codirectora del Centro para Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, en Estados Unidos.
«El adyuvante hace que (la vacuna) llegue a más lugares dentro del cuerpo y que obviamente atraiga a diferentes componentes del cuerpo humano y así eventualmente se activen las diferentes células inmunológicas», añade.
De ahí que, como en otros casos, son un elemento importante para el desarrollo de las vacunas para tratar el covid-19, que ya ha dejado más de 700.000 muertos y 20 millones de contagios en el mundo.
Vladimir Putin anunció este martes que Rusia ya tiene una aprobada y registrada contra el coronavirus, la Sputnick V, y otros países avanzan a contrarreloj para crear las suyas.
Más de 160 estudios preclínicos están en marcha, pero menos de 10 en una fase avanzada hasta inicios de agosto, según la Organización Mundial de la Salud.
Las investigaciones médicas y las farmacéuticas que participan se enfrentan a un problema: el desarrollo de adyuvantes no ha sido tan prolífico en la industria mundial en los últimos años.
Y la falta de estas sustancias dificultaría que la vacuna pueda ser producida de forma masiva.
«Así como hemos escuchado mucho que tenemos que generar miles de millones de dosis de la vacuna, también tenemos que producir miles de millones de dosis de cada uno de los componentes. No solo es producir las proteínas, sino también con qué se van a combinar», explica Bottazi.
La escasez de adyuvantes y otros elementos, desde las ampolletas hasta los birreactores, «puede retrasar las vacunas», advirtieron desde mayo los especialistas Susan Athey, Michael Kremer, Christopher Snyder y Alex Tabarrok en una carta publicada en el diario The New York Times.
La vacuna en el cuerpo
Las vacunas están compuestas por tres elementos básicos: el antígeno, los adyuvantes y los preservantes.
Una vez que la dosis ingresa al cuerpo, causa una reacción del sistema inmunitario, que intenta proteger al resto del cuerpo enviando glóbulos blancos que producen anticuerpos para contener la infección.
Así, cuando un virus intenta de nuevo ingresar por cuenta propia al organismo, los anticuerpos saben cómo actuar en su contra y eliminarlo.
En este proceso los adyuvantes tienen dos propósitos, «amplificar la señal y al mismo tiempo guiar la para que atraiga la respuesta correcta, a las células correctas», señala Bottazi.
«Si no se quiere que la vacuna se disemine muy rápido, sino que llegue a las células que la necesiten, entonces se necesita tiempo y eso es lo que llamamos el efecto depot, que se deposita en un lugar y da tiempo a que se disemine la información», añade.
Los adyuvantes por sí mismos no tienen ningún efecto; es decir, son inertes.
«Es como si se tiene un parlante pero no se le pone música. Se acoplan a lo que se quiera diseminar, en este caso el componente específico de la vacuna», explica la especialista.
Una vacuna contra el coronavirus es probable que tenga menos efecto en las personas mayores, porque sus sistemas inmunológicos no responden tan bien a la inmunización.
Así se en la vacuna contra la gripe.
Es posible superarlo administrando múltiples dosis, pero otra solución es usar adyuvantes que estimulan el sistema inmunológico.
Los problemas que se avecinan
Durante prácticamente todo el siglo XX hubo un adyuvante que se empleó prácticamente en todas las implementaciones de vacunas: las sales de aluminio, también conocidas como alumbre).
Sigue siendo el adyuvante más conocido y uno de los más fabricados hasta la fecha.
A finales de la década de 1990 fue que las farmacéuticas empezaron a desarrollar otras alternativas.
Como ocurrió con otros medicamentos patentados, esos adyuvantes fueron asegurados en registros de propiedad privada.
«Al ser de propiedad intelectual privada, no se sabe mucho sobre qué son exactamente, tienen una formulación que no es genérica y no conocemos su costo«, señala Botazzi como uno de los problemas de la actual carrera por la vacuna del covid-19.
«Si los adyuvantes son experimentales, de propiedad intelectual privada o de alto costo, va a ser difícil que sean accesibles para los países de bajos recursos«, añade.
Además, si se desarollan adyuvantes nuevos, estos deberán ser probados y certificados por las autoridades médicas, un inconveniente en una situación que exige urgencia, como la pandemia actual.
Eduardo Ortega-Barria, vicepresidente y director de investigación clínica para Latinoamérica de la firma británica GSK -uno de los mayores fabricantes de adyuvantes del mundo- explica el que el tiempo usualpara obtener una vacuna es de 10 años.
«En la historia la que más rápido se ha licenciado es la vacuna contra las paperas, que se demoró cerca de cinco años, pero con el coronavirus estamos intentando hacerlo entre 12 y 18 meses«, le dijo a la agencia EFE.